Amaba tu desnudez en las horas largas,
tu asalto sin miramientos a las murallas,
tropas de carne sitiando el ansia y el escozor
que en la piel se apaga cuando los besos
juran velar las armas.
Amaba tu cielo sin Dios, tu dádiva terrenal
como epidemia brotando en gestos
y tus gemidos como blasfemias,
agudos, prestos a ensordecer
la paz de los cementerios.
Así te amaba sin un gobierno
que moderara las convulsiones,
sin mas consensos ni documentos,
en el infierno del lecho tibio
que desafiaba tu desnudez.