HECHIZO DE LUNA NEGRA
Publicado en Mar 26, 2010
En la cima del cerro tierra blanca, vivía un niño con su mamá. Ambos se querían mucho, Sebastián que así se llamaba el chiquillo, era de poco comer y esto mortificaba a la pobre mujer que día a día le transcurría el tiempo, tratando de que el muchacho probara aunque sea un bocado de alimento. Nació con aquel problema. Por circunstancias desconocidas el niño se negaba a comer, no pasaba de dos cucharadas de comida al mediodía y dos en la tarde. Cuando sentía hambre llamaba a la mamá y le pedía dos bocados para luego marcharse a sus juegos. Eso si, le gustaba salir y acompañarla en las diligencias y los paseos a casa de la abuela.
Los días pasaban y el niño cada vez enflaquecía más y más, hasta que llego el día, que no podía salir solo de la casa porque el viento, aunque fuera suave, lo derribaba y lo empujaba fuera del camino. Cualquier tropezón con un pedrusquito lo hacia caer. Ella triste y preocupada le hacia todo tipo de remedios pero el niño seguía igual. Los otros niños ya no se le acercaban, no querían jugar con el, algunos por temor a lastimarlo y otros porque su aspecto les daba mala espina. Esto no le importo mucho a Sebastián, quien encontró en los animales del bosque amistad y compañía. Le gustaba jugar con los animales, los quería mucho, algunas veces se escapaba al patio y llamaba a sus amiguitos del monte y jugaba con ellos hasta tarde. Estos no le tenían miedo, quizás lo veían como uno de ellos; sin malicia. Dentro de la casa se escuchaba la voz de Isabel, su mama, llamándolo. _ ¡Sebastián! ¿Donde estas? _ ¿Sebastián donde te escondes? Es hora de tomarte el juguito, le hablaba sin obtener respuesta. Sebastián inmerso en sus juegos infantiles, no prestaba atención a las suplicas de su madre. Sus sentidos ataban su cuerpo al lado de los animalitos. Taiguagua, su perro, le ladraba para que le respondiera, cosa que se negaba hacer, diciendo que no tenía hambre. Sus amiguitos del monte reunidos le gruñían y graznaban, porque eso era malo no contestarle a su mamá. La brisa de la tarde comenzaba a soplar lentamente, los animalitos preocupados por lo que pudiera pasarle, lo obligaban a meterse para la casa. El porfiado como siempre le decía que jugaran un poquito más. Ellos, como podían lo tomaban de la camisa y los pantalones empujándolo hasta la puerta. Taiguagua con su pata delantera, golpeaba la puerta, hasta que salía Isabel. _ ¡Muchacho que haces allí afuera! como te saliste. _ ¡Hola mama! le decía, estaba jugando con mis amiguitos. La sonrisa de su madre era un bálsamo para él, inmediatamente se olvidaba de los juegos y se abalanzaba a sus brazos, buscando el calor maternal. Con su manita que ya parecía una ramita seca, se despedía de los animalitos diciéndole adiós. Entre regaños y manifestaciones de ternura la madre le hablaba, mientras cerraba la puerta. _ Por el amor de dios Sebastián ¡come! que ya pareces una escoba. Los días pasaban y Sebastián continuaba tan flaco que parecía un insecto palito gigante. El tronco del cuerpo parecía un pedazo de leña y las manos y los pies las ramitas. Los médicos que lo trataban no encontraban síntomas para aquella enfermedad, decían que aquel era un mal sin cura. La mamá, entre sollozos, decía que era tan porfiado que había nacido para dejarse morirse de hambre. En sus momentos de angustia, trataba de recordar si alguna vez le negó la comida durante el embarazó. O si lo trato mal en la barriga, algunas madres chifladas les hablaban cosas feas a sus hijos, cuando se movían causándoles punzadas en el bajo vientre. Otras le negaban el alimento cuando se lo solicitaba él bebe, y cansado de llorar se dormían. Muchos infantes a la deriva, eran alimentados por el divino creador y los buenos vecinos que siempre estaban pendientes, mientras la madre insensata se divertía con sus amigos en medio de tragos de aguardiente. Ese no era su caso, desde el primer momento entendió que su hijo nacería sin padre, y se consagró atenderlo, a estar pendiente de él. No tuvo compañero que la apoyara en aquellos momentos. Después que la embarazó, al mes, desapareció dejándola sola en un mar de llanto que le secaba el alma. La tristeza le consumía la vida. Siempre se echaba la culpa, asumía que su hijo, sufrió aquellos trágicos momentos. Por eso, entre lágrimas, siempre decía que Sebastián había nacido para dejarse morir de hambre. II A la mañana siguiente, Isabel salió a comprar sal y azúcar al pueblo que estaba como a una hora de camino. Cerró bien las puertas para que el niño no saliera. "Vengo en un momentito" le dijo. Sebastián la vio cruzar el camino, y no quiso desaprovechar aquella oportunidad de salir al patio para jugar con los animalitos. Por la ventana, vio que las hojas de la mata de cayena le indicaban que no saliera, el viento soplaba fuerte moviendo las hojas de los árboles. No hizo caso y salio por un hueco que tenia la pared debajo del fogón, era la salida que había encontrado en sus ratos de ocio y que guardaba en secreto. Salió al patio, vio una carrucha en medio del camino y quiso curiosear. El perro ladró, mas no hizo caso y al carruchón subió. El viento lo sorprendió, pero esta vez empujándolo dentro del cajón, cayendo en una maraña de palos y ramas secas. Su destino parecía tan gris, que aquel carretón, pertenecía a una mujer que tenia fama de Hechicera. Escucho pasos y luego sintió que caía sobre su cuerpo una lluvia de plantas, ramas y bejucos. La mujer, con sus manos huesudas arreglo un poco el contenido, y confundió una pierna con un trozo de palo entre las charamizas. Luego cruzo la boca del cajón con un mecate. Su voz debilitada por la poca alimentación, y el miedo, se le trabo enmudeciendo de golpe. Quería llamar a su mamá, quería salir de allí, pero la fuerza no lo acompañaba. "que desdicha, pensó, morir en el fogón quemándome". Anocheciendo llegaron a la casa de la hechicera, el carretón estaba repleto. Entró a la casa, y de pronto volteo el contenido sobre un montón de leña, que tenia al lado del fogón. El muchacho rodó en medio de leños, plantas raras y animales extraños, el golpe le produjo rasguños, cortaduras leves y lo más grave un brazo fracturado. La suerte lo acompaño esta vez de no morir. La mujer cerró la puerta y comenzó a agregar unos ingredientes al brebaje que estaba preparando. _ Jajá jajá, reía, esta es la ultima poción Juan y por siempre serás un halcón, mi halcón, mi esclavo. Encerrado en una gigantesca jaula de alambre de cobre se encontraba un hombre en estado deplorable; desnudo y escuálido. Graznaba como un halcón. Sus cabellos yacían en el piso producto del brebaje que le obligaba a tomar. _Esta es la última poción, y por siempre serás mió. Más nunca te acordaras de Isabel. Cuando escucho el nombre de su madre, Sebastián, se sobresalto. Trató de zafarse entre la leña y los bejucos pero, no pudo, no tenia fuerza. _ Mañana al amanecer con el haz de leño que he traído especialmente para ti, quemare todas las plumas que has mudado desde que te convertí en halcón, al quemarla no habrá nada en el mundo que pueda romper el hechizo y por siempre estarás a mi lado. El hombre que aun conservaba el habla, le dijo: _No son plumas, son cabellos. No soy un halcón soy Juan. No dominaras mi mente. _ Ja ja jaja, ya veremos después de la ultima poción. _ Mujer malvada, algún día pagaras lo que hiciste, me separaste de Isabel y mi hijo, encerándome en esta jaula de cobre. El hombre se agarraba la cabeza con ambas manos tratando de dominar aquellas imágenes de ave que se apoderaban de su mente y su cuerpo. Desde el fogón la mujer le gritaba: _ Ahí te quedaras, hasta que se complete el hechizo. Por tonto estas ahí, como pudiste preferir a Isabel antes que a mí. ¿Yo no valía nada para ti? Preferiste el amor de esa pobretona campesina. Tú eres mío por que desde el primer momento que te vi, yo así lo decidí, _Jajá jajá, carcajeó él burlonamente, me hubiese gustado en aquel momento ser un adivino. Eres una bruja loca prefiero la muerte que estar a tu lado. Me separaste de Isabel pero por siempre la querré, nunca la olvidare hagas lo que hagas. Aquellas palabras, la cegaban de rabia. Crispaba sus ojos y torcía la boca. Se tornaba furiosa y con un palo golpeaba la jaula descargando su ira. _ Mañana veremos que dices cuando veas las plumas arder en llamas, le dijo y se marcho al fogón a terminar el brebaje. _ ¡no son plumas son cabellos! Le gritaba con esfuerzo. Sebastián no podía creer lo que estaba escuchando, Juan el que algunas veces nombraba su madre como el mal hombre que la había abandonado, era su padre y estaba ahí encerrado convirtiéndose en un ave. "No olvido a mi madre y la sigue amando, toda la culpa de su infortunio la tiene esta mujer malvada que lo separó, por envidia, al amor que se tenían" caviló Sebastián desde lo oscuro del fogón. Enredado en la leña y sin poder hablar, el destino le deparaba un final triste a su corta vida. Sus amigos los animalitos del monte y su mamá lo estarían buscando afanosamente. De repente detuvo sus pensamientos y enfoco su atención a una vocecita que en su interior le decía "Sebastián, este no es tu destino, tienes que librarte. Estas aquí por alguna razón". Vio a la malvada mujer entrar al cuarto y preparar la cama para acostarse. La oyó decir unas palabras asombrosas para que nada de lo que estuviera adentro pudiera salir sin su asentimiento. Y por ultimo antes de acostarse tomó un brebaje que tenia en una mesita al lado de la cama. _ ¡Ahaaa...! El elixir para vida, el que me da fuerza, la escucho decir. III Media hora después, se escuchaban los ronquidos de la hechicera inmersa en sus sueños diabólicos. "Este es el momento" pensó, con movimientos lentos pero seguro comenzó a salir poco a poco del montón de leños y plantas, la poca fuerza que le quedaba no le permitía soltarse con la rapidez que quería, con mucho esfuerzo logro soltarse, trastabillo sobre la leña y al suelo fue a caer, el ruido fue opacado por los ronquidos de la hechicera. Tambaleando se acerco poco a poco a la puerta, desde allí podía observar entre la penumbra la mesita donde tenia el elixir. "tengo que tomar de ese liquido para que me de fuerza y vitalidad" se decía a si mismo, mientras avanzaba lentamente, el brazo golpeado mostraba hinchazón y a cualquier roce le producía un intenso dolor, que soportaba, solo, con el fin de lograr su propósito. Cuando estuvo cerca y se proponía agarrar el frasco. La bruja despertó y se levanto como un resorte. Mientras chasqueaba la boca produciendo un ruido extraño, caminó hasta el fogón, olfateando el aire mientras pronunciaba: _ Huelo intrusos en mi casa. Pero por mas que buscaba no encontraba nada, Sebastián en silencio acurrucado en lo oscuro del rincón, detrás de la puerta, con los dedos entrecruzados fuertemente, oraba en silencio: "con el paño que en la patena y en cáliz voy cubierto que no vea preso, ni herido ni muerto" con la fe en la oración enseñada por su madre, esperaba la ocasión propicia para actuar: La imagen de una mujer dibujada por las sombras de la noche, en claroscuro, por la luz opaca de la lámpara de kerosén, revisaba el brebaje y al regresar golpeó la jaula con la vara, despertando al hambre-halcón que dormitaba su mala suerte. Mientras esto sucedía, Sebastián sacando fuerza de donde no tenía, logro agarrar el frasco del elixir, se lo acerco a la boca y se bebió la mitad del contenido. "tucun tucun" sonaba al pasar por su tráquea, arrugo la cara, el líquido era amargo y espeso. Todo esto sucedía mientras Juan intercambiaba maldiciones e insultos con su captora, quien a cada rato volteaba a los lados, la incertidumbre de que ocurría algo que no podía descifrar la tenia incomoda y recelosa. Bajó la olla del fogón, y masculló unas palabras raras. Él muchachito coloco el frasco en su lugar y fue a esconderse debajo de la mesa, con la mala suerte de pisar el rabo al gato que dormía placidamente, este despertó y al verlo se asusto y salio maullando. La bruja desconfiada se acerco a revisar debajo de la mesa. Y solo vio, entre las sombras, un trozo de leño tirado en el piso. "Mañana lo recojo" dijo. El gato cruzo la penumbra, escondiéndose debajo la lacena. A donde fue a parar la chancleta que le lanzo mientras le gritaba "y tu gato loco mañana te encierro". Nuevamente se dispuso a dormir. El universo conspiraba a favor del padre y su hijo, protegiéndolos con la mano de la invisibilidad. Roncaba placidamente, mientras Sebastián notaba como su cuerpo comenzaba a fortalecerse y sus sentidos agudizarse. Articulo unas palabras y pudo notar que su voz regresaba. Sigilosamente se levanto y se acercó a la jaula de cobre, él hombre-halcón; su padre lloraba en silencio su desgracia. El niño se monto sobre un tambor que estaba cerca y susurrándole le dijo: _ Señor, señor, despierte. _ ¿Quien me llama? contesto sobresaltado Al ver que era un niño le dijo: ¡muchacho ¡¿Como entraste aquí? _ No te preocupes después te digo, habla bajito para que la bruja no nos escuche. _ Esa desgraciada mujer duerme como una piedra, ella confía en sus hechizos para que nada de lo que este aquí salga. _ Voy a buscar la manera de sacarte. _ La única forma es con la llave de cobre. _ ¿Y donde esta? _Es peligroso e imposible de lograrlo _ No se preocupe yo lo haré, dígame como la encuentro. Al ver la valentía y la disposición del niño, entrego sus ultimas esperanzas al ser que de la nada llegaba para tratar de rescatarlo "quizás sea el ángel de mi guarda" pensó, al tiempo que le indicaba los pasos a seguir. _ En el copete de la cama guarda la llave, es la que tiene un triangulo en la punta. Antes de agarrarla debes decir la palabra "cuprum, cuprum" de no decirla al tocarlas se despertara el duende que las cuida y será nuestro fin. _ Descuide, sabré como hacerlo. I V Pasaron las horas y llegado el momento, nuevamente entro al cuarto y lentamente se acerco a la cama de la bruja, el elixir lo fortalecía a cada minuto y tenía habilidad y destreza para desplazarse sin hacer ruido. El subconsciente obraba a su favor recordándole la oración"con el paño que en la patena y.........." La mujer roncaba hurañamente, mientras las paredes se impregnaban de figuras tenebrosas creadas por las sombras de la noche. Los ratones hacían de lo suyo, durante aquellas horas, pasando del fogón al cuarto, en ausencia del gato que dormía afuera, ajeno a los sucesos. Como un felino de monte, el muchacho, se acerco con movimientos sincronizados al copete de La cama, estiro la mano para agarrar las llaves al tiempo que pronunciaba las palabras "cuprum, cuprum". Tomo las llaves y regreso en silencio hasta la jaula de cobre. Coloco la punta triangular en la hendidura giro la llave y la puerta se abrió. El hombre-halcón salió, realizando un gran esfuerzo, estaba entumecido por el tiempo encerrado, se tomaron de las manos y se metieron debajo de la mesa. _ Gracias muchacho, le dijo, Quien eres tu. _ La verdad que no se como responderle, escuche a la bruja nombrar a Isabel y ese es el nombre de mi mamá. Cuando escucho aquello el hombre embrujado, sintió que se le secaba la garganta, blandía los brazos; cual alas sin plumas, como acercando el aire a sus pulmones. _ ¿Isabel la de Cerro Blanco? _ Si, le contesto Sebastián con el corazón palpitándole de emoción. _ Entonces tú eres hijo mió, mi sueño. Ambos lloraron silenciosamente por la emoción que los embargaba, Juan lo tomó entre los brazos, se lo acerco al rostro y le dio un beso, él niño con sus bracitos le abrazo el cuello en un acto de amor profundo. Pasado los momentos de emoción le contó lo sucedido. "Tu mama y yo éramos muy felices, en la casita que le construí en cerro blanco, lo llamamos así porque esa parte de la montaña es de piedra caliza, que al descomponerse origina una tierra blanca. Allí erigimos nuestro hogar, a los tres meses de estar viviendo juntos, Isabel salio embarazada, aquella noticia colmo de alegría nuestra unión. Esta bruja malvada se llama Raquel, era una mujer que vivía en el pueblo. Ella estaba enamorada de mí y salimos algunas veces como amigos a las fiestas del pueblo. Cuando yo no era novio de tu mama. Cuando se entero de nuestro matrimonio y el hijo que venia en camino. Juro que nunca seriamos felices, que yo le pertenecía por que así ella lo quería. Que haría todo lo posible por separarnos. Yo no le creí porque nadie en el pueblo la conocía realmente y mucho menos sus intenciones. Nadie sabía que traía una herencia de brujos y hechiceros que destruía aquello donde posaran su rabia y malos sentimientos. Se hizo pasar como amiga y lentamente se me fue acercando hasta que me engaño con sus artimañas y me hizo tomar un brebaje que me enfermo y comencé a sufrir lentamente diversas formas de alucinación mental, yo sentía que mi mente daba vueltas y algo se me acercaba como queriendo poseer mi cuerpo. Al principio me sumí en una melancolía, y luego la mujer comenzó decirme que era un halcón; repitiéndolo a cada momento. Esto me creo una manía, que me hizo creer que me transformaba en halcón. Aquí e pernoctado durante siete años solo con la idea de escapar, pero la condenada bruja desarrollo en el transcurso del tiempo una serie de trampas que no me permitieron en ningún momento huir". _ ¿Porque halcón? Pegunto el hijo. _ Según su tradición ancestral en mi alma reside el alma de un animal, y el brebaje me lleva a un estado psíquico, donde aflora esta alma, transformándome entonces en hombre-halcón. _ ¿Pero no eres un halcón, verdad? _ Hijo, sin el amor a tu madre, quizás no hubiera tenido la fe y la fuerza de voluntad para dominar los espertejos e imágenes que se forman en mi mente diciéndome que soy un halcón. Físicamente no me convierto en el ave, pero mentalmente si. Muchas veces siento, sobre todo en las mañanas, que actuó como un ave, tratando de graznar y aletear. El niño lo abrazo brotando de él algunas lágrimas. "Además, dijo Juan, cada año en luna negra me obliga a tomar un brebaje que me tumba todo el pelo y cabello del cuerpo, que luego recoge y guarda en el tambor que esta debajo de la jaula. Las que recogió hoy es la última camada, que ella les dice plumas, mañana las quemara en medio de la luna negra pronunciando el hechizo ancestral de su estirpe. Me dará el ultimo brebaje que terminara por dominar mi mente y seré un halcón para siempre, los recuerdos que haya tenido como humano se borraran y seré su esclavo por los tiempos que han de venir". _No vamos a permitir que logre su cometido papá, le dijo Sebastián. _ Ahora tengo un motivo más para seguir luchando, no se como le vamos hacer, no podemos escapar por los duendes y trampas que tiene, para evitar que cualquier cosa salga de aquí. Y mire que durante siete años he visto las cosas feas que le hace a los que tratan de escapar desde animales hasta personas. No se como no te descubrió. _ Estoy tan flaco que parezco un palo de leña, y con mi ropa toda arrugada y sucia, me confundió. Además, tengo una oración que mi madre me rezaba desde que estaba en su vientre y me sirve de protección divina. Le explico como había llegado hasta allí, el poco apetito que tenia que lo consumía en vida. No sentía hambre y no había explicaciones para eso. Su mama vivía enferma y preocupada por él. La quería mucho porque ella solo vivía para él y los recuerdos tristes de un hombre que la abandonó, que la dejó sola. El papa cuando escuchaba aquellas palabras se le encogía el corazón, su Isabel, su pequeña Isabel todavía pensaba en él. Que grande era el verdadero amor. Nadie lo podía vencer. Se dio cuenta que hicieran lo que hicieran nadie podía destruirlo. Ese era el verdadero amor. _ Como te hable hijo yo no la abandone, el destino me tejió una trampa que no pude sortear y me separo de lo que yo mas quería. _ Ya lo entendí papa, lo que tenemos que hacer es salir de aquí y romper tu hechizo y regresar con mi mamá. _ Esa es la parte difícil hijo, no se por donde empezar ni como empezar. _ Podemos empezar por esconder los pelos y cabellos para que no las encuentre. Dijo Sebastián. _ Imposible puede encontrar dentro de esta casa cualquier cosa y recuerda que nada puede salir de aquí ni siquiera un pelo. Sebastián observo el humo que salía por la chimenea, y le pregunto. _ Y el humo porque sale, sin despertar alarma. _ Es cierto, no me fije en ese detalle. Si los quemamos, sin la presencia de la luna negra y sin pronunciar las palabras, el hechizo no funcionara y por lo menos tendré la oportunidad, algún día de sanar mi mente, alejando por siempre estas imágenes que se quieren apoderar de mi conciencia. Sebastián salió debajo de la mesa y avivo un poco los tizones del fogón que ya estaban languideciendo. Tomo el tambor donde momentos atrás se había parado para sacar a su papa de la jaula de cobre, y puñitos por puñitos fue agregando al fuego que los consumía y producía virutas de humo que se escapaban por la chimenea sin despertar sospechas, él ultimo pelo fue quemado rozando el canto de los gallos. Coloco el tambor en su lugar y se dispuso a meterse debajo de la mesa. De repente sintió mucha hambre quiso hurgar en las ollas, pero su padre le alerto que tuviera mucho cuidado porque los restos de comida siempre contenían hechizos para los intrusos que hambrientos, al encontrar la casa sola, entraban sin saber la sorpresa que les esperaba. _ Si tienes hambre come del cambur maduro, que esta al lado del pilón. Con el me alimenta dos veces al día porque no como los ratones y culebras que antes me traía. Como todavía soy humano mi mente rehúsa de comer esas cosas. El muchacho se acerco al pilón y agarro cinco dedos de cambur maduros y se sentó debajo de la mesa a comer. V Los sorprendieron los primeros rayos del sol sin un plan para escapar. Sintieron que la bruja se despertó y bajo de la cama. Después de quitarse el camisón de dormir, la observaron ponerse un vestido de flores ajustado u su cuerpo realzando su figura de buenas proporciones, se puso las pantuflas, se acerco al espejo y cepillo sus cabellos castaños, para luego entrar al baño y asearse. A pasos cortos salio del baño dirigiéndose al fogón para montar el brebaje y reiniciar la cocción. Levanto la vista hacia la jaula y vio al hombre acurrucado durmiendo todavía. Con la vara golpeo la jaula como siempre lo hacia para despertarlo bruscamente. Mientras tanto Sebastián veía todo en silencio debajo de la mesa. A última hora, su papá decidió regresar nuevamente a la jaula para no despertar sospechas, la puerta de la jaula estaba entrecerrada solo tenían que esperar el momento oportuno y escapar. _Hoy es tu último día querido, al atardecer serán tus últimos minutos como humano. Serás mió para siempre. El bebedizo que estoy preparando es el último, y así estaremos juntos para siempre. Quemare los libros y el contra hechizo para que nadie pueda deshacerlo. Y solo pensar que basta una plumita tuya y la poción para realizar el contra hechizo y volver a la normalidad. Pero nadie lo sabrá. ¡Jajá jajá! Ambos escucharon aquello y una luz de esperanza se abrió en sus corazones. La mujer se dirigió cerca del fogón, saco el haz de leña buscado el día anterior, y lo dispuso en el patio formando un montón en forma de pirámide. _ A la tarde arderán tus plumas y con ellas tus últimos suspiros como humano. ¡Jajá jajá! se le oía reír a cada rato. La vieron abrir la puerta y salir, el gato quiso salir detrás de ella y recibió un portazo que lo regreso adentro revolcándose en el suelo. La mujer volteo y lo vio darse un revolcón. _ ¡Aja! quien te manda andar tras mis justanes. No aprendes ¡jajá jajá! Se cerró la puerta tras sus pies y bajo el quejido de las bisagras que soportaban el peso de la madera. Inmediatamente Sebastián se levanto y por el ojo de la cerradura la vio adentrarse en el bosque. Rápidamente se acerco a la jaula y saco a su padre. _Tenemos que encontrar uno de tus pelos rápidamente, le dijo Sebastián. _Lo triste, es que posiblemente anoche los quemaste todos. Le recordó. _ Buscaré en el tambor puede que haya olvidado uno. Quito la tapa y reviso el fondo del recipiente no encontró nada, volteo la tapa para ver si algún cabello quedaba allí. Tampoco encontró nada. La desesperanza los envolvió. El hombre-halcón abatido sobre el suelo, se lamentaba de su mala suerte. _Solo un pelo, un bendito cabello y alejaría para siempre, el manojo de fantasmas mentales que me llevan a la locura. Se quejaba con amargura. Sebastián se revisaba la ropa los pies para ver si alguna estaba adherida a su ropa o a su piel pero nada. El piso fue prácticamente barrido por los dos sin ningún resultado. Los atrapo la desesperanza, en un abrazo de conformidad con los hilos del destino que le trazaban un mal augurio. Las palabras maléficas de la bruja en el patio los volvió a la realidad, cada quien ocupo su lugar de nuevo cuando la puerta se abrió. La mala mujer cerró la puerta y cuando paso al lado de la jaula tomo el palo y la golpeo nuevamente. _ Despierta querido que llego tu amorcito. Le dijo. Del copete de la jaula se desprendió algo que se desplazo girando y dando vueltas por el aire hasta depositarse en los pies de Sebastián. Al ver lo que era, no lo podía creer un mechón de pelo de mediano tamaño estaba entre sus manos quizás eran los últimos. Con alegría desbordante la guardo en el bolsillo y guardo el silencio más placentero que vez alguna hiciera. Desde su escondite la observo agregar unas flores exóticas al cocimiento y bajar la olla del fogón. _ Ahora la poción si esta completa, solo falta el atardecer, querido, pronto estaremos juntos. Se acerco al tambor donde guardaba los pelos y cabellos de Juan, y con la vara lo golpeo dando por hecho las ultimas palabras, platicadas en un monologo eterno con su sombra. Entro al cuarto y fue hacia el copete de la cama y busco una llave. Sebastián trago saliva porque pensó que iba abrir la jaula. Se dirigió al baúl y después de proferir unas palabras lo abrió, y saco unos libros y pergaminos que tenia guardado. Era la herencia dejada por sus ancestros, acumulada por siglos y siglos de sortilegios y magia negra. Los reviso y volvió a colocar en su sitio. _Antes de la ceremonia quemo estos, dijo, así nadie podrá romper el hechizo Guardo la llave en el bolsillo, se acerco al copete y tomo la llave de punta triangular y también la guardo en el bolsillo. _Es mediodía voy a dormir mi siestecita para luego cumplir con mi propósito. "Ahí de mi", sollozaba en su jaula. "Amalaya un mal rayo cayera y te partiera en dos" le decía. _ Jajajajaja, reía, descansa querido pronto nos uniremos en un vuelo, tu y yo, para siempre. Duerme un ratito que yo te despierto como constantemente lo hago. V I Pronto se cerraría un ciclo lunar y aparecería la luna negra, cuyas fuertes radiaciones eran utilizadas por brujos y chamanes, para el mal y para el bien; cada quien utilizaba las energías cósmicas de acuerdo a su proceder. Mientras el astro recorría su orbita, Raquel; la hechicera, se tendió de palmo a palmo sobre la cama y al rato quedo dormida en sus profundos y falaces sueños. Solo los ronquidos daban señal de su existencia. En la jaula, Juan luchaba para que los rasgos síquicos del alma del halcón no se apoderaran de su conciencia, por que de ser así, ahí comenzaría su maldición eterna. Cuando Sebastián sintió, que la mujer dormía profundamente, se levanto y le contó a su padre lo acontecido. Este se alegro mucho y dio gracias a Dios por que le dio un hijo tan inteligente y que el azar lo bendijera. El cocimiento se enfriaba lentamente, los capullos impregnaban su esencia en el agua concentrando las sustancias. El hombre-halcón que comenzaba a encañonar pelos y cabellos. Le pidió que lo acercara un poco al cocimiento. _Hay que vigilarlo solo falta que habrán los capullos de la planta que agrego de ultimo. Dentro del capullo esta el ingrediente que falta. La siestecita de la bruja dura largo rato. Tiempo suficiente para que este la pócima. _Voy a estar pendiente papá, no te preocupes. Mientras la bruja roncaba placidamente, ellos vigilaban el momento que el capullo abriera. Solo esperaron unos minutos más, los capullos abrieron y su contenido se mezclo con los otros ingredientes coloreando la poción de un rojo intenso. _Es el momento, dijo el hombre-halcón, toma una taza del liquido e introduce el mechón. Y luego me das a beber. Inmediatamente Sebastián hizo lo que le pidió su padre, al introducir la greña de pelo, la poción adquirió un color morado. _Esta un poco caliente, dijo Sebastián. _No importa a si funciona la poción. Con sumo cuidado Sebastián tomo la taza y dio a beber a su padre. Pasaron solo segundos para que su padre comenzara a recuperar su lucidez. Desnudo como estaba, se dirigió en silencio con Sebastián al cuarto de la bruja. Esta comenzaba despertarse en medio de un sueño grotesco, y de su boca salían carcajadas y gritos con sonidos macabros. Rápidamente el papá la agarro por los brazos y la coloco boca abajo. Le dijo a Sebastián que le pusiera una mordaza para que no pudiera pronunciar sortilegio alguno y la amarro por las manos y por los pies. Le saco las llaves del bolsillo. La bruja estaba totalmente indefensa no podía hacer nada. Media hora después, la tarde oscureció de pronto y los sonidos del silencio enmudecieron anunciando la entrada de las energías cósmicas de la luna en fase negra, el momento de alinearse con el cosmo en un hechizo benévolo o malévolo había llegado. Juan, busco una sabana y se la ato a la cintura para cubrirse. Luego busco la poción que estaba sobre el fogón y pronunciando las palabras que ya se sabia de memoria de tanto oírlas, la obligo a ingerir toda la poción roja que quedaba en la olla. Solo esperaron un corto tiempo y el brebaje comenzó a surtir efecto en su mente. Le devolvía el manojo de fantasma que por siete años soporto y que al fin vencía con la ayuda de su hijo. En ese momento todos los hechizos hechos por ella quedaron rotos y sin efectos. La marco herrándole ambos brazos con la llave de punta triangular. _ Te marque con la llave y le diré a todos los habitantes de este pueblo quien eres y donde te vean serás perseguida y aborrecida. Los animales del monte de ti huirán. Buscaras la muerte y no la encontraras, penas y pestes caerán sobre tu cuerpo por los días que has de vivir. Salio al patio y la arrojo al suelo. "Por mala y sirvenguenza estarás sola el restos de tus días, deambularas de aquí para allá, pensando que eres los fantasmas que habitaran tu mente. Como errante recorrerás el mundo buscando consuelo, mas a ti no llegara. Sola estarás hasta el final de tus días". Loca y trasteando se introdujo en el matorral, perdiéndose en el oscuro y tenebroso laberinto de su mente, donde la esperaba una imagen de ave rapaz para adueñarse de su alma. Agarraron el baúl con los libros y los pergaminos, los lanzaron sobre el montón de leña. Sebastián fue a buscar el otro montón de leña que estaba sobre el patio, leño a leño lo esparció sobre la cama. Juan roció la casa con kerosén y le prendió fuego con la lámpara que reposaba en la cocina. Salieron al patio y vieron como se consumía en gigantescas llamaradas. Los ratones salieron corriendo y se metieron entre la maleza. Cucarachas, murciélagos y chiripas huyeron despavoridas del incendio. El gato maulló entre los pastizales llevando la cola prendida en candela. Sebastián con la ayuda de su papa rompió el hechizo que la mala mujer poseía sobre la familia. Ahora sentía hambre, mucha hambre. Su padre lo tomo por la cintura y se lo monto en el hombro. _Cuando llegue a la casa te voy a preparar una sabrosa cena, le dijo. Dieron la espalda a la casa que se consumía en cenizas. Y fueron al encuentro de Isabel, la pequeña Isabel, para estar de nuevo juntos y ser felices para siempre.
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florencio
gracias saludos
Alfonso Z P
Nos damos cuenta que el mal es derrotado al final, que el bien siempre se impone.
Felicitaciones.
Saludos: Alfonso
florencio
besos y abrazos, se te quiere desde esta parte del america del sur
IRMA PERIBAN VILLA