MARINA
Publicado en Mar 28, 2010
MARINA
Junto a Marina me senté en un banco del boulevard de Plaza Venezuela. Yo transitaba frente a las vidrieras. Cuando vi, acercárseme una muchacha como de mi edad aunque más esbelta y de cabellos rojos. Era mi amiga Marina, compañera del liceo, de años atrás. Marina era ahora pelirroja , había hecho uso de un tinte rojizo para teñir su bella y abundante cabellera castaña. Realmente, me encanto encontrarme con ella pero no sé por qué, en cierta medida me hizo sentir mayor, super-adulta y casi vieja. Cuando contaba con mis apenas 19 años. A decir verdad, sabía que había madurado muy de prisa. Pero en ese momento reflexioné el por qué y no hallé respuesta. Marina siempre había sido muy alegre y conversadora, pero en esas pocas horas creo que batió el record. Me habló de tantas cosas, algunas ahora no las recuerdo, porque tal vez no me llamaron la atención, pero otras si lo hicieron. Me comentó que iría de nuevo a la peluquería a teñirse el cabello en rubio y arreglarse las uñas. Me habló largamente de sus dos novios uno rico, blanco y muy fuerte llamado Andrés. El otro de clase media trabajador y estudiante, moreno e inteligente de nombre Mario. Dos hombres diferentes, dos oportunidades distintas; para la niña coqueta e inmadura de clase media alta. Yo sólo podía hablarle de mis éxitos académicos, los cuales me llenaban de orgullo, pero para ella eran simples o quizás aburridos. Ella me dijo que no le importaba estudiar, aunque sus padres aspiraban verla convertida en una licenciada. Me habló de París, donde iría a vivir si se casaba con Andrés que era lo más probable, beneficioso para ella y su familia. Igualmente, comentó sus inmensas ganas de visitar tiendas y gastar muchísimo dinero. Ir todas las noches a las discotecas y conocer la vida parisina. Por fin, cesó de hablar de tantas gafedades juntas y en un repentino movimiento se acercó a mi mejilla. Me estampó un breve beso, diciéndome cortésmente que, haría todo lo posible por no olvidarse de mí, cuando firmara las tarjetas de su próxima boda. La vi cruzar la calle y detener un auto rojo de alquiler, saludarme con su blanca mano y desaparecer como una ola marina, que no sólo había dejado en mí gigantes luchas interiores de mi existir. Sino sobre mi mejilla, ahora manchada de carmín, una robusta lágrima que descendía a pesar de la mueca que formaba en ese instante mi sonrisa.
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rosy
Alfonso Z P
cada quien vive su vida, unos con mas suerte que otros, con sus pensamientos y sus
sueños, sus planes y sus aspiraciones.
Yo diría que no hay que pensar en Marina, sino como superarnos, el vivir nuestra vida
haciendo lo que queremos y lo que nos gusta. Buen relato.
Abrazos: Alfonso