Salgo a caminar.
Toda la cuidad parece haber percibido,
Mi presencia ingrata y deprimente...
Dejando las calles y veredas tan solo sucias y vacías...
 
Baje por las escaleras enredadas de olores extraños
Mas allá de cotidianos, a grasa de poleas de ascensor.
Y un poco de lustrador de piso del pórtico.
 
No hay vecinos...
Nos hay sonidos...
Ni ecos de niños rebeldes por resistirse a bañarse...
 
Salgo a una vereda sin autos estacionados,
A excepción del Dodge 1500 modelo 86 rojo,
Abandonado a mitad de cuadra desde 1992.
 
Los kioscos cerrados.
Como en duelo o coma diabético.
 
Y las calles húmedas de un verano pesado
Que se resigna a darle paso al otoño...
Nublado y despejado,
Con luna a medias y estrellas de franco.
 
Así... camino...
Y sin necesidad de caminar demasiado,
Reflexiono la razón de tanta soledad...
Y en la escalinata de la iglesia principal,
Pido perdón a Dios por haberte perdido
Y por haber espantado a todos mis vecinos,
Provocando este gran desierto que ahora me rodea...
 
Todo por mi miserable culpa...
 
Noche azul... Azul oscuro...