Aquella noche en Paris
Publicado en Apr 02, 2010
Pirouette, Pirouette, développé, petite allegro, pirouette, grand jeté y petite allegro. Acabó, por fin acabó, el estrés de tantos días por fin había terminado. Hice mi sonrisa más grande, los últimos siete pasos me resultaron más complicados ya que el cansancio estaba dominándome y, aparte quería empezar de nuevo con las clases de ballet y no sólo ensayar la obra.
Agradecí a todos con otro petite allegro y los bailarines, junto conmigo salimos lentamente de la vista del público. Me dirigí a mi camerino a cambiarme, había varios familiares de mis compañeras que me felicitaban en el camino pero, no había nadie para mi esta noche, yo vivía al otro lado del mundo Y no se tomarían la molestia de venir a ver "un simple recital de ballet", como decía mi madre pero, ¿Qué acaso no fue ella la que me mandó a estudiar aquí? Dejé de pensar en mi madre la cual había tenido una gran escusa esta vez "tu abuela está enferma" me había dicho y si ella estaba enferma porque me había hablado dos horas antes para desearme suerte y confirmarme que no estaba mal de salud. Me quité el tutú y antifaz que había usé en la obra "El fantasma de la opera" y me vestí con ropa casual. Tomé mi bolso en el que guardaba maquillaje y el vestuario que había usado minutos antes. Salí del teatro para caminar por las calles de Paris, en las que tenía que vivir por otros dos o tres años. Iba en busca de un taxi para regresar a mi departamento. -No vas a encontrar un taxi por aquí. -Dijo un chico que se me hacía conocido, un chico con aproximadamente un metro y ochenta centímetros de alto un pelo chino color caramelo, su piel aperlada y esos ojos verdes tan hipnotizantes, sinceramente sus facciones parecían haber sido cinceladas por el más experto de los artistas. -Vives aquí, digo en Francia. -Corregí rápidamente. -Digamos que si y tu.- Sus ojos me tenían consternada eran perfectos todo en él parecía perfección. -Temporalmente, solo vine a estudiar ballet.- Contesté aunque ya tenía un año viviendo aquí y supongo que ya había hablado demasiado. -Entonces ¿tú eras la que la que bailó en la obra hace rato?-Preguntó. -Sí, esa era yo.- Dije mientras esperaba que un taxi pasara milagrosamente por aquí. -Mi hermanita también bailó ahí-. Comentó pero si tenía una hermanita entonces tenía más años de los que aparentaba pues no había chicas menores de catorce en el recital. -¿Tu hermanita?- De acuerdo, la curiosidad me ganó -Bueno tiene quince pero aún así es tres años menor que yo y es mi hermana pequeña.- Eso significaba que él tenía dieciocho, tan solo un año más que yo.-Y sigo diciendo que no vas a encontrar un taxi por aquí. -¿Por qué no?- Le pregunté -No lo sé, pero tendrías que caminar alrededor de un kilometro y llegarías a la zona más peligrosa de la ciudad pero puedo llevarte, si quieres claro. -¿Quién es tu hermana?- Había que comprobar que él no mentía y que no era un asesino que me mataría y después vendería mis órganos vitales para su beneficio. Sonreí ante mi repentina idea pero, era bueno ser paranoica de vez en cuando. -Ashley Alexander.- Dijo sin titubear y a ella la conocía, conjuré su imagen en mi mente y eran bastante parecidos solo que ella tenía, al contrario de él, el pelo liso. Tomé la decisión más tonta en aquel momento. Subí a su motocicleta. Ahí comenzó una relación entre el chico de nombre Jared y yo. Había pasado ya un año desde que ese chico me había conquistado al día siguiente, después de mi recital. Tocó la puerta y yo, en contra de mi voluntad me levanté del sillón donde estaba acostada sinceramente pensaba que tanto bailar me había dejado cuadripléjica. Me dirigí a la entrada y ahí lo encontré, parado en el umbral de mi puerta con una rosa en la mano. -No tuve tiempo de felicitarte por lo bien que bailaste ayer.- Me dijo y eso era algo demasiado lindo de su parte. Me obligué a dejar los recuerdos atrás y a caminar para llegar a mi casa. Como en cualquier día, me dirigí al Starbucks más cercano para comprar un café. Cuando llegué compré lo más azucarado que había, se supone que después de hacer ejercicio tu cuerpo libera endorfinas y te hace sentir feliz pero yo no me sentía en absoluto feliz si no en cambio me sentía extremadamente cansada. Al pagar seguí caminando por las solitarias calles, hoy hacía más frío de lo normal pero digamos que ya estaba acostumbrada. Vi como se alzaban los edificios departamentales de la calle "Piaf", las enormes construcciones residenciales donde mi novio vivía. No sabía si llegar a saludar o como muchos dicen pasar de largo y llegar a mi departamento el cual estaba a tres kilómetros aproximadamente, pero mi instinto -por así decirlo- me traicionó, me dirigí a su vivienda, donde habitaban el y sus hermanos. Llegué a la puerta del departamento número mil trescientos trece y toqué el timbre. Me abrió su hermana. -Hola Alex.- Me indicó que pasara, obviamente sabía a quién visitaba. Saludé a Jared con un beso en la mejilla ya que él estaba tocando la guitarra y se transformaba por completo mientras lo hacía. Éramos muy diferentes, yo amaba la música clásica y él prefería el rock, no había muchas cosas en común y eso hacía del nosotros algo interesante. Cené en su casa por petición de él y sus hermanos y hermana. El día siguiente, fue fuera de lo común y gracias a esto había pasado un pequeño problema, bueno corrección ¡Un gran problema!, estaba embarazada. Necesitaba hablar con él así que fuimos a un parque que quedaba cerca de la academia de ballet, platicamos durante un buen rato hasta que fui directo al grano. -Estoy embarazada.- Dije, no podía andar con rodeos y menos en un tema tan complicado como este. -De acuerdo.- Dijo juntando sus manos- Prometo, porque soy el responsable que me haré cargo. -Admito que ya no podré bailar ballet.- Fue un pensamiento en voz alta, salió de mi antes de que pudiera detenerlo. Una gran ola culpabilidad y arrepentimiento me atravesaron. Fui una irresponsable, pero ¿Por qué tenía que pasarme esto a mí? Me abrazó fuerte dándome confianza pero yo tenía que regresar a casa, ¿qué le diría a mis padres? "Lo siento, comí mucho", como si fueran a creerme. Los meses pasaban rápidamente y tuve que abandonar la academia de ballet, ningún vestuario me quedaría con mi la enorme panza que tenía hasta el momento, los meses pasaban rápidamente, Jared nunca se separaba de mí y cuando tuve los nueve nació Kevin, un veinticuatro de agosto de mil novecientos ochenta y siete. Decidí que tenía que esperar otro año antes de ir con mi familia, la que nunca estaba al pendiente de mi y de la que recibía tres llamadas por año, en mi cumpleaños, navidad y bueno eran solo dos. -¿Porqué no dejan a Kevin conmigo y ustedes dos van con los padres de Alex?- Sugirió Ryan, el hermano de Jared. Me pareció muy buena idea ya que no sabía cómo reaccionarían mis progenitores. -¿Lo cuidarías?- preguntó mi novio. -Claro es mi sobrino después de todo.- Respondió con una sonrisa. Sin más que decir lo dejamos a su cuidado. Ryan Salieron por la puerta principal, les deseaba suerte ya que, al parecer no sería fácil y aparte adoraba estar con mi sobrino. Jugué un buen rato con él hasta que, alrededor de las nueve de la noche, seis horas después de la partida de Alex y Jared, Kevin se quedó dormido. Lo cargué y lo llevé a mi cuarto, lo recosté cuidadosamente en la cama mientras encendía el televisor para buscar algo que ver. Había ciento noventa canales y nada bueno en ninguno de ellos así que opté por el canal de noticias. Las miraba atentamente hasta que una noticia me dejó estupefacto. -Ah ocurrido un terrible percance, al parecer un avión se estrelló debido a un mal funcionamiento de la aeronave cuyo destino eran Los Ángeles, lamentablemente no hay ningún sobreviviente.- dijo la reportera, mi corazón se cerró, mi hermano estaba muerto.
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Héctor Restrepo Martínez