Cuento Qu es la belleza?...Pregntale a un hada
Publicado en Apr 03, 2010
Una tarde de primavera, Luz, una pequeña de diez años se había alejado más allá de los límites de su aldea. Estaba triste, se había pasado las horas caminando, caminando, luego de que sus compañeritos de escuela la habían cargado por undécima vez, burlándose de su escasa belleza. La aldea llevaba el nombre “Hermosa gente” y como en un dibujo perfecto todos sus habitantes eran bellos según la historia, pero ella era la excepción según los demás, parecía de otro pueblo. Luz había llorado mucho, aunque sus padres siempre le explicaban que aquellos dichos eran chistes inofensivos, de niños, ella no lo entendía. Los chistes no hieren, se decía y a mí me duele mucho ser el centro de las ironías. De tanto caminar no se dio cuenta que se alejaba demasiado pero poco le importaba, estaba decidida a irse de ese lugar si es que allí era la mancha que arruinaba la perfecta pintura. Escuchó un canto suave, una música armoniosa…¿Quizá algún ermitaño, algún leñador de voz demasiado dulce?...¿O es qué ya había llegado a otro pueblo del bosque?... Se fue acercando a esa musiquita, cada vez más, hasta que llegó a un manantial en el claro y no pudo creer lo que vio. Un grupo de hadas estaban bailando en el agua, y al verla, todas, excepto la más grande, se escondieron deprisa. La niña retrocedió con miedo, pero el hada que aún permanecía en el agua la llamó: -“Luz, no te asustes, las demás se ocultan porque aún son hadas aprendices y no pueden dejarse ver. Acércate aquí, debes tener sed y el agua está fresca”. -“¿Cómo sabés mi nombre?...¿Sos en verdad un hada?”...Preguntaba la pequeña mientras se acercaba ya sin miedo pero si con asombro. -“Es que conozco a todos los niños, tengo el privilegio de darle un beso a cada bebé que nace en tu pueblo, así como en otros pueblos vecinos. Y sí, respecto a tu otra pregunta sí, soy un hada, y el hecho de que me estés viendo es que creés en nosotras, sino jamás nos hubiéramos encontrado”. Luz la miraba pero semioculta detrás de un árbol, no quería acercarse más. Entonces el hada se fue acercando de a poco, conocía el motivo de tristeza de la pequeña. -“Quiero decirte que está muy mal que te hayas alejado de tu casa, a esta altura tus papás estarán preocupados, tristes, buscándote”. -“¡No hadita!. El pueblo ahora es feliz ya que ahora es un pueblo cien por ciento hermoso sin mí.” El hada la abrazó, con su pequeñito cuerpito le dio a Luz ese mimo que tanto necesitaba, un abrazo desde el corazón. Y allí la niña sonrió como hace tiempo no lo hacía, con una sonrisa sincera. -“Querida hada, si es verdad que ustedes cumplen deseos, yo quisiera ser hermosa. ¡Mirá mis orejas, mis ojos, mi cabello y mi nariz, mi cuerpo entero es un desastre y no quiero ser más la pobre fea del pueblo!.” El hada la escuchó con atención, y cuando Luz terminó de llorar y se calmó le dijo: -“Pequeña, recuerdo una vez que tu hermanito se golpeó con unas piedras en el camino y vos lo cargaste mil cuadras hasta el hospital. También cuando una compañerita tuya perdió su sombrero en el baile de otoño y vos le diste el tuyo para que lo use en el desfile. Y en otra oportunidad le diste tu merienda a un perrito flaquito y abandonado…”. Luz la interrumpió: -“Hada, no te pido nada raro, muy linda tu historia, pero yo sólo te pedí un deseo, nada más”. El hada sonrió, le dio un beso afectuoso y siguió hablando con calma: -“Te quiero muchísimo pequeña, y mi relato no es más que la respuesta a tu ruego. Ahora quiero que vayas a tu casa y sonrías, y no le cuentes a nadie de nuestro encuentro, ya que son pocos los que creen…Y respecto a tu pedido Luz, yo no puedo hacer lo que ya está hecho y vos ya sos hermosa…¿Quién dijo que determinada nariz, que tal color de pelo y demás cosas forman la belleza?...¿La raza humana?...Sí, pero ya sabemos que ustedes, los humanos, muchas veces se equivocan. Escuchá este a hada…La belleza es eso que se lleva dentro y que a más sentimientos de amor, más hace brillar al paquete físico que nos toca por afuera…La belleza es eso que nadie, nadie, ni el mejor pintor sería capaz de dibujar…Esas cosas que se sienten, que te besan el alma y el corazón”. En ese momento, el hada se despidió. Luz regresó a su pueblo. Todos la estaban buscando y se alegraron al verla. Cuando sus papás se cansaron de llenarla de besos, retos y nuevamente abrazos, le preguntaron: - “¿Dónde estuviste?”...Entonces ella dijo con una gran sonrisa: -“En el bosque del No Me Acuerdo”. Pasaron los años…Luz se casó; tuvo hijos, nietos y hoy descansa en el cementerio del pueblo “Hermosa gente”. Todos la recuerdan como “la mujer de la verdadera belleza”. Autora: Celeste Violeta
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