Aquellos aos
Publicado en Apr 04, 2010
Al día siguiente todo fue igual,
Tan sórdido como siempre. Se realzaba en la incesante espontaneidad De hacer lo que guste, de ser propio. Habiendo determinado una vida agridulce Luchando continuamente por no perecer En aquella casita del bosque Se erguía complacido de su pasado. En cuanto del futuro era desconocido Se contentaba con el ahora Y de estar al tanto, ni le digo. Ensimismado en su mundo. El eterno lago pincelado Entre esos amplios terrenos verde vivo Servía de pacificador para el viejo montañés. Disfrutar amaba, de saber que En cuanto entrase, sin monedas de todos modos El intenso aroma a café con leche (o mate cocido) lo invadiría Un mantel con manchas de tiempo, y un hogar a carbón. El octavo tren pasó efímero y puntual En una de las ventanillas, el rostro de una muchacha Entre la niebla de la mañana El vagón se difuminó. Una astilla de la frágil caña Se incrustó en su meñique No fue el dolor quien lo invadió, sino la melancolía De las pocas astillas que sobraban todavía. Hundió las zapatillas en el agua y fijó rumbo. Esa no iba a ser la mañana De enigma de Agosto. En aquella casita del bosque Próxima al ombú más viejo El rústico filósofo continuó Coleccionando años. pablo.
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