Manuela Pedraza, una mujer del pueblo
Publicado en Apr 05, 2010
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Los avatares del destino, que la había elegido para consumar su obra, la trasladaron desde su añorado Tucumán, hacia el Río de la Plata.  Allí, más aún que en su amada provincia, la vida, para una mujer humilde, carente de instrucción  y de relaciones era extremadamente dura. Recién comenzaba el siglo XIX.  Las restricciones laborales, sociales  y comerciales, impuestas  por el Virrey,  en nombre de Su Majestad Española,  abrumadoras  para los  residentes de sus extensas colonias de América, se potenciaban  para sus habitantes nativos.  
Manuela era una mujer fuerte y saludable, tenía las manos curtidas por el trabajo, la tez oscura. El rostro aindiado se iluminaba con  los destellos de su mirada. Una más entre tantas que desde los estratos más humildes de una incipiente sociedad,  comenzaban silenciosamente, a construir  los cimientos del futuro.
Cuántas mañanas la vieron pasar hacia el arroyo, junto a otras mujeres de su misma condición, entonando una copla, con el atado de ropa sucia, que una vez lavada sobre las piedras, extendía para que se blanqueara a la luz del sol. Una vez limpia y seca, pasado el mediodía, regresaba a su rancho para seguir con sus otras ocupaciones. Planchar, cuidar de la pequeña huerta, preparar la mazamorra  las sabrosas empanadas y los pastelitos que deleitaban a  una clientela que continuamente aumentaba.
No escatimaba esfuerzos y se daba tiempo para todo, hasta para ponerse linda y esperar ansiosa la llegada del  amado, las pequeñas compensaciones de la vida.
Corrían  rumores sobre la incursión de barcos ingleses que habían sido avistados próximos a las costas de Quilmes. La ciudad, desprotegida, el virrey sin tomar medidas adecuadas para contrarrestar  un posible ataque, en sus arcas, el oro que debía ser enviado a España, era un motivo más que suficiente para alertar  de una segura invasión.
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Los acontecimientos se precipitaron, el 24 de junio,  las naves inglesas al mando del comodoro Popham llegaron a la Ensenada de Barragán, Liniers ordenó abrir fuego, lo que les impidió el desembarco. Las naves al mando de Beresford, al día siguiente ocuparon las barrancas de Quilmes después de dispersar a Pedro de Arce, quien les salió al encuentro con sus milicianos.
El virrey, no tomó ninguna medida para  proteger la ciudad, pero puso a salvo los caudales despachándolos en varias carretas hacia Luján.  Con los ingleses pisándole los talones, siguió huyendo con  el tesoro y su familia,  con fuerte escolta,  a buscar refugio en Córdoba.
El día 27, Beresford entró en Buenos Aires y asumió el cargo de gobernador.
El esposo de Manuela, como todos los hijos del país, no podía ocultar su impotencia. Mientras ella le ofrecía un mate, hablaba sobre su decisión de unirse a las fuerzas del capitán de navío, Santiago de Liniers. Como la mayoría de los que se alistaban para la defensa, carecía de armas y de preparación militar. Suplirían las carencias con el entusiasmo y el valor que les confería el deber de recuperar la tierra que los vió nacer y la certeza de estar haciendo lo correcto.
Manuela, callada y atenta,  asintió con los ojos húmedos y un presentimiento nefasto que ahuyentó con un gesto de su mano. Ahí mismo tomó también una decisión irrevocable: acompañarlo en la defensa del terruño. Su noble corazón no admitía que sólo él se expusiera al peligro. Estaban unidos para las buenas y para las otras.
 Nada dijo, temía un rechazo, ya se las ingeniaría para  planear la forma de ayudar, podía llevar agua y alimentos, siempre se puede encontrar una manera de hacerlo si hay voluntad, y eso, a ella le sobraba. Continúa.....
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Foto del autor haydee
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Descripción

Manuela piensa en la manera de contribuir, junto a su compaero, en la defensa de su tierra en peligro.

Palabras Clave: virrey Quilmes ensenada

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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Alfonso Z P

Haydée: interesante esta historia, son muchas las heroínas que se sacrificaron y
lucharon por la libertad de sus pueblos. Muy buena narración. Estrellas
Abrazos: Alfonso
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April 05, 2010
 

haydee

Innumerables, Manuela, como muchas, trascendió, pero más fueron las anónimas, que no fueron registradas ni mencionadas por los libros de historia pero que contribuyeron con sus acciones a la grandeza del país.
Gracias, Alfonso.
Responder
April 05, 2010

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