Era demasiado azul, su intensidad se cotejaba y se perdía con el mar, no existía la lontananza, el horizonte ahora extraviado se confundía con mi olvido, pero era completamente feliz, todo me parecía azul, demasiado azul. El liquido bajaba lentamente por el camino transparente y plástico para penetrar, alimentar, inundar su pálido cuerpo. No existían las noches, no existían los días, no había sol, tampoco aparecía la luna, mis pies tocaban el inmenso cielo ¿o sería el mar? Para mi era uno solo, no importaba más nada, la tranquilidad era infinita, la paz era total. El gris de las paredes competía con el triste rostro, con los opacos brillos de sus ojos, los sonidos de las máquinas era la única música que unida a los rezos y oraciones casi expiradas a veces por los raudos visitantes daban cierto halo de ministerio eclesiástico. Hoy volé, me eleve de la nada y mi cuerpo primeramente flotó como el globo olvidado, después abrí los brazos y planee la grandiosidad del azul que se me ofrecía, conocí el cian iluminado, el celestes más puro, el índigo profundo, el añil de lo divino, me pasee por toda la longitud de onda lumínica de los bellos azules. Ya no quedaba remedio, era necesario terminar con este sufrimiento, desconectaron las máquinas, ya no había alimento, ya no había oxigeno, ya no existía. Me fui en picada, como el gorrión herido, como el pájaro cantor saeteado por el criminal enemigo, la caída no dolió, el golpe contra lo que choque, no se... que era... pero desaparecieron los azules, ahora todo es oscuridad, la tiniebla pobló todo... desapareciendo mi azul... y entonces me pregunto ¿dónde estoy? ¿hacia dónde voy? ¿de dónde vengo? Y busco desesperado entre las tenebrosas sombras mi nuevo y perdido cielo.