Se levanta la noche de impoluto luto
Sin una estrella o astro, ningún lucero
Toda de negro, la sombra, su único velo
El frío... su respirar y su fúnebre aliento
El temor, ¡cómo tiembla!, su fiel compañero
La luna fantasmal esconde su pálido rostro
En el abrazo partido de un nubarrón negro.
 
Y en un árbol triste, desmayado y solitario
Un gorrión cuida sus poyuelos en su nido
Observa alerta hacia lo oscuro y lo cetrino
Siente al aire aleve, malcriado y pérfido
Huele la agria muerte y su volátil veneno
Escucha el trueno retumbando en el cielo
Avisando la caída del relámpago traicionero.
Sale volando el gorrión justo en el momento
Y mientras vuela asustado en el firmamento
Ve como se convierte en temible infierno
Su árbol, su cálido nido y sus amados poyuelos
Y trina al cielo azogado con amargo desespero
Maldiciendo al Dios de todo lo hecho
Porqué lo hizo pájaro si el rayo sin volar es el dueño
Del cosmos azul, infinito y etéreo.
 
Se fue la noche con su falso y mustio sueño
Sin gloria y amor, sin querencias y sin consuelo
Como el gorrión atribulado y lastimero
Que emigro a otros bosques, a otro celeste cielo
Buscando la respuesta a su ciego infortunio
Ignorando que adonde marche hacer su nido
Lo arropara el mismo cielo con su anverso y su reverso.