Me lleva el pensamiento a los recuerdos de la infancia, cuando asomaba la primavera;  vistiéndonos de colores despojándonos de las pesadas prendas que ataban nuestros cuerpecitos inquietos,  soltándonos a los juegos con libertad.
El árbol del patio del colegio se vestía de verdes y lilas, frondoso y generoso nos ofrecía sombra que gustosos tomábamos tras las carreras.
Inocentes, ilusionados y con emoción  empezábamos el camino de la vida aprendiendo sin esfuerzo, sin propósito… como cambia el cielo, llenando de luz las tardes; las estaciones y todo aquello que se va absorbiendo cuando se está  viviendo.
La amistad era nuestro mejor aliado, sencilla y simple, compartiendo los momentos con risas y algarabías.
Y llegó el amor en una nueva primavera, con sueños de adolescente, con el candor y la frescura del despertar, al igual que despierta la naturaleza…