Pasa corriendo el saltimbanqui
a esconderse detrás de una gladiola.
La noche ha traido sus titiriteros
y levanta en cada esquina un tinglado.
Vienen hombres vestidos de cachorros
y por dentro son déspotas y lobos.
A cada quien se le da su cencerro
para que no se pierda en su estupor.
La luna también participa del mareo
y está incursa en las faltas de la hembra.
Se apagan solitarios los cirios
y no hacen falta, pues los muertos sacan sus cuchillos.