Culpable es el mar
Publicado en May 26, 2009
Culpable es el mar
Se acercaban las vacaciones de invierno y yo me alegraba de visitar a la familia mexicana que se encuentra toda ella en Acapulco; puerto que tiene una de las bahías más espectaculares pero también una de las más contaminadas de este mundo; además, con la desgracia de tener como nativos, personas sin ninguna conciencia ecológica, las cuales, caminando o estando en sus carros van tirando toda clase de deshechos, sobre todo esos plásticos que tardarán en desaparecer de la faz de la tierra en cientos de años. En tiempo de lluvias, la arena a todo lo largo de la costa de Pie de la Cuesta y Barra de Coyuca, la cual se encuentra a veinte kilómetros del puerto se llena de desperdicio plástico arrojado anteriormente por los acapulqueños, y que es arrastrado hacia cauces de ríos y lagunas, alcanzando finalmente al mar, pero inmediatamente, este nos lo devuelve hacia la playa con el rugir de sus potentes olas, quizás, vengándose o reclamando el crimen que estamos cometiendo con nuestra naturaleza. Llegando a mi casa me dirigí hacia la terraza para sentir la libertad que da la inmensidad del mar, pero al bajar la vista hacia la arena, me encontré con la sorpresa de una naturaleza muerta a causa de la contaminación por la gran cantidad de envases plásticos que se encontraban por todos lados. Desgraciadamente, en aquel instante, ya no podía a salir a barrer esa zona, porque la grandeza del sol empezaba a esconderse en el infinito del Océano Pacífico, anunciando el atardecer. Al día siguiente recogiendo esta inmundicia, se me acercó unos de los vecinos para decirme que no valía la pena limpiar ese desperdicio, pues en las próximas lluvias se ensuciaría nuevamente esa ribera, sin contestar, continué aseando el lugar. En una pausa de descanso lo invité a sentarse, pero en una zona que estaba todavía sucia. Él me volvió a insistir de la perdida de tiempo con esa labor. Continuando, lo instigué a acopiar lo devuelto por el mar, y él me miró incrédulo sin participar. Terminando casi con la limpieza y faltando solamente retirar los envases que estaban en los alrededores, donde él se quedó rascándose su obesidad, le ofrecí a seguir descansando en la zona que ya había limpiado. Después de haber terminado, sudoroso le pregunté, en que lugar se sentía mejor. Creo que no me contestó por la vergüenza y sin palabras se retiró del lugar. Al día siguiente continué con la recolección de estos recipientes más allá de mis límites, curiosamente se me acercaron tres niños de diferentes edades, ellos sólo me miraron trabajar, pero minutos después uno de ellos me propusó su ayuda a cambio de una contribución económica. Aceptándola, llegamos a recolectar quince bolsas de 0.5 m3 cada una. Más tarde, pretendiendo educarlos ecológicamente, les obsequié unos refrescos (naturalmente vienen en envases de plásticos), y les expliqué la consecuencia de tirarlos al suelo, o quemarlos; ya que con esto estamos participando con el cambio climático causado por el calentamiento global de la tierra. Les enfaticé también que los responsables de la conservación de nuestro entorno, somos únicamente nosotros. Creyendo que toda mi explicación había sido muy clara, curiosamente el nieto del hombre avergonzado y el más pequeño de ellos, me contestó indignado, que él no era culpable de la suciedad de las playas, sino el mar, debido a que las olas sacan todos los envases hacia la arena. Entonces yo, ante la pureza de esa ingenuidad, me fui a comprar más refrescos para continuar mis clases de protección del medio ambiente con las nuevas generaciones, preveniendo asi, a que el plástico no sea el envoltorio de nuestro universo.
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MAVAL
como también hay formas de practicarla y eso se empieza a temprana edad...
él que se la juega por la Tierra de seguro tendrá mejor calidad de vida.
Maval.
Carlos Campos Serna
Saludos
marina trujillo layun
angela