Los Papas Bonifacios (Capítulo 8) Cultura
Publicado en May 13, 2010
Bonifacio VIII, (* Anagni, (ha. 1235) - † Roma, 11 de octubre de 1303). Papa nº 193 de la Iglesia católica de 1294 a 1303. Nacido Benedetto Gaetani, era miembro de una noble familia de origen español establecida en Italia, estudió en Todi, Bolonia y París especializándose en Derecho Canónico.
Tras finalizar sus estudios inició su carrera en el seno de la Iglesia como canónigo en varias sedes episcopales hasta que Martín IV lo nombró cardenal diácono de San Nicolás, cargo que ocupó hasta que, en 1291, Nicolás IV lo hizo cardenal presbítero de San Silveste y San Martín, dignidad que ocupaba cuando fue elegido Papa el 24 de diciembre de 1294 tras la renuncia de Celestino V que él mismo alentó. Su primer acto como pontífice, temeroso de que tras la figura del dimisionario Celestino V se iniciase un cisma en la Iglesia, fue ordenar su encarcelamiento en el castillo de Fumore, propiedad de su familia, donde permanecería hasta su muerte. Inmediatamente intervino en el problema siciliano que, desde los sucesos de 1282 conocidos como vísperas sicilianas, enfrentaba a Reino de Nápoles con el Reino de Aragón. Bonifació logró que Jaime II de Aragón firmase, en 1295, la Paz de Anagni por la que este renunciaba a cualquier derecho sobre Sicilia a cambio de los feudos de Córcega y Cerdeña. Pero los sicilianos se rebelaron contra un acuerdo que suponía el retorno de la dinastía Anjou, y nombraron rey al hermano de Jaime II, Federico II que había ejercido hasta ese momento el cargo de gobernador de la isla. El Papa asumió este primer fracaso político coronando a Federico. Pero el hecho más significativo de su pontificado será su enfrentamiento con Felipe IV de Francia. El enfrentamiento con Felipe IV el Hermoso [editar]El enfrentamiento se inicia cuando el rey francés, necesitado de recursos económicos por la guerra que mantenía con Inglaterra, pretendió hacer tributar al clero francés. El Papa responde emitiendo, el 25 de febrero de 1296, la bula Clericis laicos por la que prohibía el cobro de tasas al clero por parte de los poderes políticos sin el consentimiento papal. Esta bula fue ignorada por Felipe quien contestó emitiendo una serie de edictos por los que se prohibía, tanto a laicos como a eclesiásticos, la exportación de productos a Roma, obligando a Bonifacio a firmar una acuerdo por el que reconocía al rey francés la potestad de fijar tributos al clero en casos de extrema necesidad y sin contar con una autorización previa del pontífice. El entendimiento entre Bonifacio y Felipe fue muy breve, ya que en 1301 se produjó un nuevo choque cuando el Papa creó el nuevo obispado de Pamiers, en el sur de Francia, colocando en él a Bernardo de Saisset. Felipe, incómodo con el designado, lo acusó de alta traición y lo encarceló. Felipe intentó obtener el desafuero por parte del papa, pero Bonifacio, en la bula Ausculta fili (Escucha, hijo) reprueba al rey francés por no haber tomado en cuenta otra bula, la Clericis laicos sobre los impuestos a los clérigos, y por no obedecer al obispo de Roma. En Francia, la bula fue quemada, y en lugar de la "Ausculta Fili", circuló inmediatamente una Bula falsificada (probablemente obra de Pierre de Flote). Sus cinco o seis líneas altaneras se pensaron para incluir una cuidadosa frase Scire te volumnus quod in spiritualibus et temporalibus nobis subes (i. e., queremos que sepas que tu eres nuestro súbdito tanto en los asuntos espirituales como en los temporales). Como si ello no bastara también se añadía que quien lo Negara era un hereje (lo que era odioso para el nieto de San Luis). En vano protestó el Papa y los cardenales contra esta falsificación, en vano intentó explicar, un poco después, que ser súbdito al que se refiere la Bula es solamente ratione peccati, i. e., que la moralidad de cada acto real, privado o público, caía dentro de la prerrogativa papal. Así se suscitó una reacción de apoyo al rey y de rechazo al Papa que aparecía como quien intentaba -en términos nada conciliatorios- someter al rey en asuntos temporales: No deje que nadie lo convenza sobre que tiene Ud. superioridad o está libre de sujeción a la cabeza de la jerarquía eclesiástica, ya que sólo un tonto podría pensar así... Asimismo convoca a Felipe y al espiscopado francés a un concilio a celebrar en Roma, el 1 de noviembre de 1302, con el fin de definir de una manera definitiva la relación entre el poder temporal y la Iglesia. El rey prohibió la asistencia al concilio, que no obstante se celebró sin la asistencia de los franceses, y dio lugar a la publicación, el 18 de noviembre de 1302, de la bula Unam sanctam en la que exponía la doctrina de un sistema jerárquico con supremacía pontificia afirmando, en la misma línea que sus predecesores Gregorio VII e Inocencio III, que: «...existen dos gobiernos, el espiritual y el temporal, y ambos pertenecen a la Iglesia. El uno está en la mano del Papa y el otro en la mano de los reyes; pero los reyes no pueden hacer uso de él más que por la Iglesia, según la orden y con el permiso del Papa. Si el poder temporal se tuerce, debe ser enderezado por el poder espiritual (...) Así pues, declaramos, decimos, decidimos y pronunciamos que es de absoluta necesidad para salvarse, que toda criatura humana esté sometida al pontífice romano». La reacción de Felipe IV fue la convocatoria, el 12 de marzo de 1303 de una asamblea en el Louvre en la que, tras acusar a Bonifacio VIII de herejía y simonía, se decidió su procesamiento, encargando al consejero Guillermo de Nogaret su captura y traslado a París. Cuando el Papa recibe la noticia de las intenciones de Felipe, prepara una nueva bula de excomunión, la Supra Petri solio que no tiene tiempo de promulgar ya que el 7 de septiembre de 1303 tuvo lugar el incidente conocido como atentado de Anagni. En base a ese dominio universal del Papa, el rey francés debía ser excomulgado en Anagni el día de la Natividad de María (1303) y sus súbditos declarados exentos del juramento de fidelidad (en esa iglesia se había proclamado la excomunión de Alejandro III contra Federico Barbarroja y la de Gregorio IX contra Federico II). Pero un plan ya estaba acordado: un día antes llegaron a Anagni mercenarios franceses, a quienes se adhirieron cientos de milicianos locales. Hicieron prisionero al Papa, en una escena vergonzosa, que obligaría a la reacción ciudadana.. Guillermo de Nogaret, que se encontraba en Italia con la intención de apresar al Papa, y Sciarra Colonna, enemigo acérrimo de Bonifacio, contando con el apoyo de la alta burguesía de Anagni y de parte del Colegio cardenalicio, asaltaron el palacío papal de Anagni donde se encontraba el Papa por ser su residencia veraniega. Bonifacio VIII esperó a sus agresores sentado en un trono y revestido de todas las vestimentas de su rango y los atributos de poder. En tal circunstancia, Sciarra Colonna, abofeteó al Papa tras amenazarlo con la muerte. Durante tres días quedó en manos de los conjurados sufriendo todo tipo de injurias, incluidas las de tipo físico, hasta que el pueblo de Anagni se sublevó en su defensa obligando a sus captores a liberarle y permitiéndole huir de la ciudad. Conducido a Roma, murió un mes después, el 11 de octubre de 1303, sin haber cobrado desquite por estos acontecimientos. Bonifacio VIII fue el último gran representante de la soberanía pontificia medieval. Su derrota en el choque con la Francia ‘nacional' conducida por Felipe IV fue, por eso, mucho más que un fracaso personal; fue la derrota de la tesis del dominio universal del papado. [Por eso se dice que fue el último que pretendió llevar hasta sus últimas consecuencias el universalismo pontificio medieval El atentado de Anagni, culmen de la impotencia de Bonifacio VIII para hacer frente a Felipe el Hermoso, inauguraba el siglo XIV para la Iglesia, en el que ésta quedó a merced de los reyes franceses, lo que provocó el traslado del papado a Aviñón. Su pontificado representa el fin de la pretensión de dominio universal de la Iglesia Católica frente a los poderes monárquicos de las nacientes naciones de Europa. Si el pontificado de Bonifacio VIII puede considerarse un fracaso desde el punto de vista político, tuvo en otras facetas actuaciones destacadas como el establecimiento, en 1300, del primer año jubilar o la publicación, en 1298, del Liber sextus, una recopilación de textos legales eclesiásticos. En 1303 fundó la Universidad de La Sapienza. Además, se considera que la Seguridad Vial nació con Bonifacio VIII, pues durante la celebración del Año Santo la gente se abalanzó a las calles cercanas a la Plaza de San Pedro, impidiendo el paso de los carruajes, lo que ocasionó numerosos muertos. En respuesta al triste suceso, el Papa ordenó que marcaran líneas blancas a la mitad de las calles del Vaticano, para que de un lado cruzacen los carruajes y del otro, los peatones. Esa fue la primera norma de tránsito de la historia. Las profecías de San Malaquías se refieren a este papa como Ex undarum benedictione (De la bendición de las olas), cita que hace referencia tanto a su nombre de pila, Benedetto, como al hecho de que en el escudo de armas de su familia aparecen unas olas. En La Divina Comedia Nicolás III confunde a Dante con Bonifacio VIII en el cerco de los simoníacos. Esto es una alusión de Dante a que ese castigo le espera al pontífice por haber cedido a la flaqueza de la simonía. Se decía por entonces que Bonifacio VIII obtuvo el papado por medio de la corrupción y que, una vez logrado esto, se resarció con los bienes de la iglesia.
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