Demonomana cotidiana- Cuento de Alberto Carranza Fontanini
Publicado en May 28, 2009
Cierta tarde del invierno pasado Alcira ( la de los ojos almendrados, rostro ansioso y tics contagiosos), se precipitó hacia lo de su vecina y amiga Isabel para que le prestase esa novela de posesión demoníaca. Aunque Isabel se jactaba de haberla leído de cabo a rabo y, para demostrarlo faroleaba ante sus vecinas haciendo grotescas representaciones de la poseída por el demonio, tenía la sospecha de que aquello no era del todo cierto y lo más notable es que Alcira no se equivocaba: en cada ocasión en que Isabel metía sus fascinados ojos en la primera página de la truculenta historia caía invariablemente en un sopor alucinado por cerca de una hora y nunca podía continuar con la lectura.
Esa noche, sin embargo, cuando Alcira tuvo el libro en sus manos y logró llegar a la mitad del total, le pasaron cosas muy extrañas: lo pelos se le erizaron, los ojos de almendra se volvieron redondos como pelotas de tenís y la mayor parte de esa noche la pasó en una especie de agonía mortal salpimentada por sacudones de rana epiléptica, cosas que asombraron a Luciano, su esposo, y le dejaron un recuerdo inolvidable. Al otro día, dopadol de por medio, se presentó de Isabel le tiró el libro a la cara y le espetó "¡ Por qué no me dijiste la verdad, nena!" y se quedó mirándola iracunda. A su vez, Isabel creyó vérselas con una gata candunga y, a sí misma, como una ratita acorralada en un rincón del comedor, sólo alcanzó a decir en su defensa: " Nunca, desde chiquita cuando ibamos al colegio, nunca pude dejar de mentir." Alcira creyó que la había puesto de rodillas, pero Isabel con astucia se escapó a otra habitación y apareció de pronto con la cruz de agades que levantó ante su amiga y dijo mascullando: ¡ Atrás, atrás, hija del diablo...! Aunque algo desconcertada ante la cruz simbólica, sin embargo Alcira, flexionado su codo izquierdo y calzando su mano derecha en el hueco de forma despectiva, sin inmutarse, respondió:- ¡Tomá, tomá y tomá! A ese triple gesto, casi obsceno, le siguió una risotada ronca,arcana, ancestral, de la maldad en su elemento. Pero Isabel no estaba dipuesta a conceder territorio al influjo de perversidad que se le venía encima con todo el peso ( Alcira era bastante gordita y se balanceaba peligrosamente cuando debía pelear), y escapó hacia el círculo criptográfico dibujado prolijamente en el living. Metida en esa improbable protección, Isabel lanzó alaridos bestiales y seguidamente invocó el socorro de extraños santos. Por fin vio el eficaz resultado. Su maleducada amiga, que la había seguido con presteza, no tuvo otra salida que desparramar su apreciable cuerpo en un oportuno sillón. _ ¿ Pero ché- dijo Isabel ya calmada- vos estás rayeti o tu marido te cagó a palos? También más calmada Alcira repuso:- Es que por causa de tu maldito libro anoche me dio escalofríos y no lo dejé dormir...La culpa es de ese atorrante- agregó señalando el best- seller que ahora permanecía muy quietecito sobre la mesa lustrosa. - ¿Y lo leiste ? preguntó Isabel. _ Bastante... _ ¿ Será cómo yo la cuento, ché? Contemplaron azoradas el libro; Isabel propuso que lo mejor sería leerlo en grupo, después se achicó y dijo que lo mejor sería guardarlo para siempre en algún baúl de cosas intocables. Entonces, Alcira, nuevamente eufórica, dijo:- Mirá, a mí me tiene entripada ese pasaje donde la protagonista se hace pís. Fijate: Mientras el tipo que quiere exorcizar a la tunanta se dispone a enfrentar al demonio, el aire huele a azufre, la poseída vomita, se vuelve odiosa, repugnante, los ojos son vitriolo, las uñas puñales de bruja, el color de la cara verde roñoso cuando vuelve a vomitar el líquido asqueroso, purulento... de repete levita y sale de ella una forma cusí-cusá que se acerca y envuelve al tipo que la quiere exorcizar y...mirá: se me puso la piel de gallina cuando llegué a esa parte... Juntas, sentadas en el sillón principal, acordaron por fin reunir a las demás vecinas, pero primero maniataron al best- sellercon cinta aisaladora, no fuera cosa que los personajes huyesen de la novela sin sus previos consentimientos. Al salir vieron a Luisa ( la del régimen de la luna) que venía tiritando con idéntico interés. _ Iba a tu casa Isabel- dijo- porque hace una semana me prometiste que ibas a prestarme el libro del exorcismo y hasta hoy nada de nada... _ ¿Si? No me acordaba. Además ahora ibamos a buscar a Gabi. _ ¡ Ah, confabulaban! _¿ No entendes ,nena? Ninguna de nosotras estamos en condiciones de leerlo completamente... _ Sí, así es- dijo Alcira refiriéndose al libro- nadie puede estar a solas con el atorrantito... _ Entonces estará bien que lo leamos todas juntas- coincidió Luisa. Alcira- portadora del best -seller que sujetaba contra sus abultados senos como si fuese un gato mañoso dipuesto a escapar, rubricó esa afirmación y las tres apuntaron resueltamente hacia los departamentos de las demás vecinas, ubicados uno detrás de otro,atados en forma de chorizos. Al fondo de todos vivía la primogénita de Alcira casada recientemente pero cuando iban a entrar, como una tranca humana, se enquistó Doña Carmen, la curandera más temida del barrio, que las frenó y dijo taimadamente:- ¡ Pero m'ijas. adónde van tan apuradas! ¿ o acaso andan matufiando?- la buena mujer tenía un acento agudo-peculiar, podría decirse similar o parecido al de una chancha que azoraba a cualquiera. _ Mire, doña Carmen- dijo Luisa tomando coraje- hoy nó, hoy nó que- re-mos metiches. _ ¡ Ajá!- repuso la mujerona y como era una insobornable sembradora de contrariedades, volvió a la carga-¿ Y puede saberse qué les pasa que ultimamente no se dignan a visitar mi humilde consultorio? _ Es que al Julio lo echaron de la fábrica y tengo que vigilarle el gasto del vino- dijo Isabel justificándose. _ A mi me cayeron los parientes de Entre Ríos, que se devoran la comida y los restos como si fuesen hormigas y no tengo plata para la consulta- dijo en el mismo tono Luisa. Entretanto por el cuerpo monumental de Alcira, circulaban ondas heladas que al arremeter contra sus poderosos senos la hicieron empalidecer igual que un día de nieve. Por supuesto se espantó y espantó a las otras, menos a la curandera que preguntó con sorna:- ¿ Y a vos que te anda pasando? _ Le duele el estómago- intervino Luisa- _ ¡Já! ¿ No te dolerán las tetas de apretar ese libro? _ No sé, no sé...- dijo Alcira atacada de repente por un chuchazo de frío que la hizo tambalear. Al vibrarle su dentadura postiza y luego el resto de su corpachón, temió padecer un cataclismo y por poco no tira el best- seller y sale disparada como una loca. Debieron contenerla entre las tres. _ Si nos deja pasar de una buena vez, iremos hacerle un té de boldo en lo de la hija- dijo Luisa airadamente. _ El boldo no sirve- afirmó rotundamente la curandera- puede ser la angélica con manzanilla de colombo o cuasia, puede ser la nencia o el hinojo,o el condurango de congorosa con un cahito de pasionaria...¡ Pero, dejáme ver Alcira: Miráme fijo..., así:- ¿sabés lo que tenés, tenés un julepe de la gran puta! ¿ Decíme, no estarás preñada del séptimo, che? En tus ojos de garbanzos cocinados hay señales fatídicas...¿ por qué no venís por el consultorio? Todas miraron a la curandera con terror y Doña Carmen, muy conforme con ese terror impuesto por sus conceptos irrefutables, hizo una veña socarrona y se fue. Las tres amigas, recorrieron el pasillo hacia el fondo como una exhalación. En el departamento de Gabi, se armó una especie de gallinero y, en lo de Ramira Ciendedos, un rato después, también. _Les voy a leer a este mierdoso hasta que reviente- dijo corajudamente Ramira Ciendedos a las cuatro mujeres desparramadas y expectantes en los sillones de su casa amplia y aireada. Pero en cuanto leyó el primer renglón del segundo capítulo, las vociferaciones del marido en el garage la hicieron desistir. Los pequeños rufianes ( así les decía el padre), metían las manitas en la camioneta recien pintada de rojo y negro. Rolo despotricaba contra los hijos y clamaba por su mujer.Ramira salió entonces a corregir a coscorrones a los vándalos que no lograba educar y los enanos pusieron pies en polvorosa hacia la calle. Entretanto las cuatro amigas, frecuentando palpitaciones y arritmias, esperaban a Ramira que retomó la apasionante lectura demostrando su buena dicción y dotes interpretativas. No obstante en el tercer capítulo, devorada también por la ansiedad, se deslizó en un sillón a causa de un misterioso espasmo en la lengua. Decididamente tomó la posta Luisa que abandonó asqueada en el sexto roud,en ese pasaje que describe las imundicias más repugnantes. Fue esa la señal para la gran mateada con tortas fritas. Aunque atragantada por la rapidez con que las devoró Isabel dijo: - ¿ Será cierto que el demonio para demostrar su presencia rebuzna como un desquiciado? _ Sí, porque el demonio en muchos casos es un buen hijo de puta- repuso Luisa. _ ¡Les digo: desque que agarré ese libro no sé más quien soy...me dan vahidos, la sangre me circula por otro lado y alguien me sacude toda...!- dijo Alcira _ Para mí, los demonios son espiritus inferiores que se te filtran por el aura- dijo Ramira muy segura de sí. _ No deberíamos seguir leyendo esa basura ¿ qué mierda nos deja? - agregó Gabi, la más jóven. _ ¿ Y por qué no llamamos a tu marido a ver qué opina- dijo Isabel a Ramira Ciendedos. - Rolo, es supersticioso- repuso ésta.Pero fue en su busca y volvió con el hombretón que de inmediato las increpó. ._ ¡ Qué carajo hicieron? ¿Para qué trajeron a ese acá- grtió mirando el libro con recelo-¿ Y nuestros hijos Ramira? ¿no pensás vos? Hacé el favor meté a los rufianes en el baño y traé EL COSO-ESE al patio. _ ¿ Qué vas hacer? _ Ustedes trajeron la desgracia a mi casa y yo haré que la desgracia se vaya a otro lado- dijo Rolo amoscado. _¡ No es para tanto!- exclamaron las cinco mujeres. _ ¿ Ah, nó? ¡ Ramira. qué me dijiste que dijo esa bruja de Doña Carmen cuando la vió,¿eh? Bueno sepánlo bien: ESA JAMAS LE ERRA... Afuera el tiempo se había puesto de perros, de un modo prematuro había oscurecido, de un modo impensado el frío hacía tiritar, y Ramira, ya con miedo, le acercó el beste-seller a la cara del marido que desencajado gruñó: " Tiralo ahí, entre esos papeles y traé nafta". Ella, desde el garage volvió con un bidón.El best-seller fue abierto con el mango de la escoba entre el montículo para quemar que había preparado en el medio del patio. Una llamarada incadescente prefiguró el temible libro que empezó arder casi con felicidad. _ El fuego te va a poner en tu justo lugar- dijo Rolo reflexivo. - Está bien, dijo Alcira- pero desen las manos... _ Hay que danzar alrededor, de espaldas y con los brazos levantados._ dijo Isabel. _ ¿ Y éso, por qué?- preguntó Luisa. _ Cuando el hijo de Cuca, padeció un embrujo, tuvieron que quemar su ropa y bailar en círculo alrededor de la fogata...- dijo Isabel. Sin advertir que un hilillo de fuego serpeaba en dirección al garage, giraron todos ritmicamente en torno del best-seller encendido hasta que yació chamuscado. Solamente el Título permaneció incólumne. _ El degenerado todavía quiere resistir ¿eh?- opinó Rolo. _ Pijoteaste la nafta, Rolo- dijo Ramira Ciendedos- echále un poco más. El obedeció a su mujer que empezó a ayudarlo a sacudir el bidón con nafta. Una llamarada repentina amenazó socarrarle las cejas a los dos. Luego, apartados, todos asistieron a la consución del best-seller. Proyecciones desusadas brotaron sin embargo de él y se recortaron hacia ellos que se apartaron más y más hasta que escucharon la tremenda explosión que provenía del garage donde estaba la camioneta recien pintada en rojo y negro.
Página 1 / 1
|
Verano Brisas