A Gustavo Cerati.
 
Los Rockanlovers fueron mechando interesantes canciones propias y el recital siguió sin declives. Ya habían sonado "Never enough" y "Just like heaven", de The Cure, y Zoe había vuelto a ser interpretado en "Solo" justo antes de que sorprendieran a todos con un tema que rompía los charts en Europa por aquellos días: "Take me out" de Franz Ferdinand. La versión no fue del todo buena. El mismo cantante que hubiera afinado la guitarra y tocado en soledad una versión en castellano de Love Song, fue, además, el bajista en el show; elegante (aunque mirara demasiado el diapasón), completaba las canciones con graves armónicos, como tratase de hacer sonar una segunda guitarra. Su voz, refinada, hizo que las chicas le gritaran como en una versión a escala y tercermundista de la beatlemanía; sí, hizo que el público estallase en varias ovaciónes, primero con Let Down, de Ok Computer, y luego  con su mejor interpretación de la noche, la de la propia canción "(Caen) de la memoria", que comenzó siendo un amague de temita pop sensiblero pero que, en un constante crescendo, fue al galope de sus estribillos hasta explotar en un épico del final de coros.
Llegó el final al terminar la enérgica "En Remolinos", de Soda Stereo. El cantante y bajista agradeció inclinándose al público con la misma sobriedad que mostró a lo largo del show. Anunció que el último tema de la noche sería "La Montaña" de Luis Alberto Spinetta. 
Pocos fuimos los que notamos que, montados en guitarra, batería y teclados, los restantes miembros de la banda chistaron desaprobando la noticia. Y se lanzaron a improvisar una especie de anodino blues local sin el mínimo rastro de la canción de "Pelusón of milk".
Luego de aportar sólo chirridos, desconexiones y acoples, mientras miraba al tecladista, e inmediatamente después de hablarle al oído del querubínico guitarrista, dijo al micrófono: -Ser un Rockanlover-. Bajó del escenario para dirigirse al bar. El excesivo piano derivó en una melodía a destiempo cuando me acerqué a saludar su performance y, sobreactuando, lo felicité como lo haría un fan de la primera hora. Matías ni siquiera se esforzó por sonreir, y jamás estrechó la mano que hube ofrecido.
Avergonzado por el desplante, disimulé pidiendo al barman un nuevo fernet.
Entre el guitarrista y el pianista aullaron:
"cada vez
que paro en hotel
y no tengo papel... no sé que hacer"
Y así los lugares comunes se sucedieron en la lírica del monótono blues, hasta que la estridencia de un címbalo puso un punto final a aquel devaneo en el escenario. Varios de los autómatas del público aplaudieron, sin siquiera sospechar que estaban siendo testigos del final de los Rockanlovers.
Pronto Fito Páez aparecía en los parlantes con el loop rítmico que inicia el disco.
"El amor después
Del amor tal vez
Se parezca a este rayo de sol"
Busqué a Galatea. Pero sólo vi a Isabel cuchichear al oido de la otra.
Y esperé a que el barman regresara de quién sabe dónde, con mi fernet.
El baterista reprochó:
-¿por qué no cantaste "Sin papel"?
Matías le contestó:
-primero: porque "Sin papel" es una canción horrible...
-...pero la compusieron los mellizos...  
Oí "mellizos" y busqué al Guitarrista y al Pianista. Era cierto: con las luces del escenario encendidas se notaba el parecido. La querubínica pelambre rubia del guitarrista era lo que los diferenciaba a primera vista.
-... y segundo porque es un blues, y para que un maldito blues me guste, tiene que ser infinitamente mejor que esa porquería que habla de quedarse sin papel cuando estás sentado en el baño... me chupa un huevo quien la compuso.
-pero "Caen" nos salió bien.
-¿"Caen" salió bien?... me estás...
Carraspeé antes de señalar:
-es cierto, les salió muy lindo-.
El Primo de Isabel pareció alegrarse por la aparición de un inesperado aliado en la discusión, pero apenas notó que el entrometido era yo, su cara volvió a parecerse a la de un bulldog.
Matías, con una mirada grave me preguntó:
-¿Vos quién sos?
-Ino...
-matate, pelotudo-. Y se volvió hacia el longilíneo Baterista para rematar diciendo: -¡ustedes me boicotearon "Caen"!
En lo que pareció un solo paso, y de vertiginosa lentitud, Matías llegó hasta donde estaba el mellizo Pianista. Por eso no escuchó al Baterista decirle: -a mí me chupan un huevo los Rockanlovers.
El Pianista careteaba ante un grupito de símil vírgenes, tomado de la mano con la chica equina que debería su novia. Cuando lo vio a Matías dijo algo, con el índice en alto y cara de sorna. Y un repentino jab lo hizo que soltar la mano de la chica equina que parecía ser su novia; también que las símil vírgenes gritaran de espanto y que el tenue penacho con que el Pianista disimulaba una calvicie muy próxima se enervara en una eléctrica maraña. Su nariz, como calcada a la del Guitarrista, ya sangraba en carmín.
El otro mellizo rugió desde el escenario, en ese nuevo acto del segundo espectáculo que la banda estaba dando, y desde ahí se lanzó, gritando una defensa hacia el hermano Pianista, en tanto blandía el mismo bajo con que hubiera tocado Matías en el recital. Éste, luego de practicar una rígida gambeta como sacada de una de Steven Seagal, le aplicó un golpe con mano abierta en la nuca, y así aceleró la enfurecida carrera de aquel Guitarrista que terminó por aterrizar bajo una mesa.
-¡Te vaboz a debandar...!- amenazó, nasal, el Pianista.
-...¡los Rockanlovers somos nosotros!- completó el otro mellizo, aún debajo de la mesa.
Matías levantó el bajo del suelo y les contestó:
-ustedes son abogados, no músicos.
Y los mellizos hicieron una mueca calcada cuando el bajo se estrelló contra el piso. Matías, arrojando a un lado el diapasón remató:
-esto es ser un rockanlover.