Islas Malvinas. autor: Alberto Carranza Fontanini
Publicado en May 30, 2009
Esas matas y canteros florecidos que de pronto entretienen la vista, en un tonificante domingo de festejo patrio en el que me dirijo al extremo de la plaza que enfrenta de un lado la transitada catedral y del otro (donde la banda de música entona con sus instrumentos esa hermosa sinfonía por lo que los paseantes se detienen embelesados a escuchar las variaciones interpretadas por esos artistas sin nombre que aspiran el aire y el leve sol que les entibia las mejillas), el palacio municipal desierto, de paredes opacas, percudidas, ajenas, mientras un grupo de escolares rompen formación frente a la bandera y arman un bullicio hermoso debajo de los copudos árboles, cerca del busto principal del héroe patrio que todo lo ve con ceño adusto y cerca del símbolo alegórico- un mapa con forma de bife de costilla-, en ese especial día de conmemoración por la masacre en las Islas de vientos feéricos. Los bancos de piedra ocupados por algunos ancianos reflexivos y hundidos en sus pesares, reciben la perspectiva total del verde cambiante del ámbito en su plenitud, reciben pensativos el movimiento irregular de los paseantes, reciben con agrado la vista de las madres ocupadas en el parloteo incoherente y recuerdan esas viejas madres que aún lloran por los hijos masacrados en las invasión a las Islas del Sur; las madres lloran: por qué hijos míos fueron a morir en trincheras en las que padecieron hambre, miedo, frío, protegidos precariamente con unos guantes sostuvieron las armas en desuso y asomaban los cascos impulsados por las órdenes de unos trastornados que les gritaban como si fuesen perros sarnosos. Entonces vuelve el frágil equilibro de la vida a una realidad diferente, a una plaza alegre a las hamacas que se mueven con la algarabía de los niños amados que llenan sus zapatitos con arena del sector de juegos y al parloteo que encanta a los ancianos, y tal vez, como a testigos mudos, se nos revela el devenir incesante, el principo de todo,aquel despelote sideral de estrellas que explotan, de gas que se condensa, de negrura que no es vacío, ni nada, simplemente es algo inintelegible aunque después de eso deviniera la vida,y mucho después se poblara la tierra, y muchísimo después en el mar tumultuoso surgieran esas islas, escenario de la brutalidad y la estupidez que embola y nubla la razón y el sentimiento. Ellos, los ancianos, ven con otros ojos el pasado, ven fragmentarse el oleaje contra los riscos, ven las lomas oscuras y los pozos de los muertos, ven los gestos procaces de los mercenarios, de los mutiladores, de la guerra bastardeada en artículos mentirosos que recorrieron el continente, ven los barcos torpedeados, los gritos de la impiedad, la sangre que oscurece las piedras, los pibes carajeados,las súplicas... Dios...¿dónde, dónde estás...por qué me abandonaste? No te achiques carajo, sos macho, che metele el cuerpo a los gurkas asesinos, sacá tu facón y matá, sé valiente che para morir por esas... islas endiabladas que son nuestras qué joder..." mamá, mamita," POR QUÉ , POR QUÉ ME ABANDONASTE. Pero y después de morir ¿ QUÉ?
Fue una vida cancelada, amortizada por la locura y el frenesí sangriento, del desamparo de la vida que se conduce como una potra salvaje, de esos pibes que nunca volverán a ser besados por sus novias, que ya no podrán escribir cartas a sus madres, madres que jamás podrán olvidar, padres ancianos que miran pensativos a esos chicos correr por todas las plazas del mundo y no pueden evitar la punzada en el cuore, que quién sabe hasta donde resistirá la tristeza de haber perdido a un hijo, a un nieto, a un hermano de la patria, a un ser humano cuya vida tronchada quedó en tierra propia pero ajena aún. La vida sigue su derrotero y los verdugos quizá ya sean fantasmas.
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Diego Lujn Sartori
Muy buen texto rescata con otra mirada "aquella patria lejana, perdida, ultrajada" y desviste la ineptitud de quienes eran pretorianos pero no guerreros. Una profunda reflexión de los que no pasá en haras del idiotismo.
Sin embargo hubo gloria, hubo coraje, hubo soldados, hubo huevos...
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Saludos.