DULCE VENGANZA
Publicado en May 27, 2010
Corrí tratando de alcanzar a Marta, la anciana que vivía desde mi niñez en la casa contigua a la mía. Intentaba entrar a la casa abandonada cargando algo que no distinguí, pero que casi no podía levantar con sus débiles y octogenarios brazos.
Uno de los desagradables miembros de este grupo se interpuso en mi camino mostrando un amenazante cortaplumas y haciendo un par de malabares entre sus ágiles dedos. Me mantuve a poco más de un metro de distancia, entonces recordé la frase de mi instructor de esgrima: “nunca sabrán cuando necesiten esto, lo primero es mantener distancia”. Y eso hice. Estoy seguro de que la expresión de mi rostro, acusaba el temor que se apoderaba de todos y cada uno de mis sentidos. Ella no saldría viva de esa casa. La casa que se había transformado en centro vacacional para este grupo de Okupas, los que reinaban el ahora infernal vecindario. Ocuparon la casa desde que Javier se dejó vencer por la depresión al ver morir a su esposa. Primero fue el alcohol, después las drogas… y ahora ésto. Creo que su idea era hacer todo lo que antes odiaba. Miré por sobre el hombro del Okupante, mis ojos se agrandaron al ver a Marta salir de la casa dejando tras de sí un camino de rojo y muerte. Un escalofrío me recorrió por completo dejando escapar de mi garganta un alarido de horror. El rojo teñía casi completamente el blanco de su delantal. Caminó con un lento paso hacia nosotros y no pude distinguir claramente hasta verla a un par de metros. La cabeza del líder de los Okupantes descansaba en su regazo, y desde la que había sido la garganta de este desgraciado, colgaban restos de carne y huesos. La dejó caer a los pies del que me amenazaba con su cortaplumas. El mismo que ahora, luciendo como una pobre víctima rogando por piedad, dejaba caer su arma y se arrodillaba frente a esta inocente y vulnerable anciana, preparándose para recibir el hachazo en medio del cráneo sin siquiera alcanzar a reaccionar ante lo inesperado. Cerré los ojos y volteé mi rostro al sentir la sangre que salpicaba. Tampoco reaccioné ante esta impensable realidad, sólo su voz me hizo volver a la realidad repentinamente al escucharla, tan cálida como siempre. Miré su rostro plácido. Me dijo que ahora sabía que la venganza era dulce, que sentía un dulce el sabor en la lengua después de vengar a Lilú, su gata regalona. La habíamos encontrado colgada frente a su puerta la noche anterior.
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JUAN CARLOS
Besos y un fuerte abrazo.....Juan Carlos...