Paseo por Torremolinos
Publicado en May 30, 2010
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Tiempo infinito el transcurrido desde mi última andada por el Paseo Marítimo de Torremolinos. Desde el verano pasado, toda una amarga e imperdonable eternidad. La apacibilidad de la temperatura, la mesura ambiental, el sosiego de la temporada aún soportable para evitar los venideros bullicios, las quietudes imposibles que nos aguardan, las invasiones de quienes vienen a coger prestado, en ínfima porciones, aquello de lo que gozamos, en un privilegio minusvalorado por desconocimiento, por imperdonable inconsciencia, todo el año.
En los auriculares, sonando íntimamente enlazado a mi deseo de deleitarme, envolviéndome en la seducción, dejándome llevar por la Heroica de Beethoven.
La Luna llena tiñe de plata la serenidad del mar, que apenas se mueve para derramar flemáticas olas en una orilla arropada por la parvedad de la luz que sobre ella se desliza.
Observo el broncíneo dinamismo, de las colosales estatuas, escapadas del lienzo de "Dos mujeres corriendo por la playa" de Picasso clasicista, con cierto ademán, una resuelta reminiscencia boteriana.
Me voy cruzando con grupos vocingleros, que expresan sus alegrías en prudente algarabía. Ellos y ellas rebozando juventud; una juventud que se me antoja tan lejana que invaden mi alma de bucólica añoranza, irrumpiéndo como doloroso prurito de envidia todo mi cuerpo. Juventud que se ha alejado sin remisión de mí, como un barco sin retorno que han emprendido una singladura cada vez más alejada de mi costa, para abandonar completamente mis orillas. Ellos exultantes de juventud por mí ya perdida; ellos pletóricos de belleza de la que siempre he carecido; ellos rezumando júbilo al que aún puedo aferrarme, cada vez con mayor dificultad, por las decepciones regaladas por los años, por la desilusiones que te saturan de desaliento conforme transcurre la vida.
Beethoven sigue sonando. La vida sigue discurriendo. Me desprendo de lastimosas sensaciones que pugnan, con maldad, por invadirme.
Ante mí, centellean cientos de luces perfilando el contorno de la Bahía de Málaga, desagarrando la oscuridad opaca que con dificultad escapa a la tímida diafanidad que la Luna sobre ella proyecta.
Me adentro por la Carihuela, donde todo adquiere una distinta dimensión. 
De los restaurantes, chiringuitos y bares emanan sonidos de gozos. Allí han quedado olvidada la desazón que a cada uno preocupa.
Es de esperar la bula pontificia que conmine a quienes mueran en pecaminosa actitud por no haber conocido el paseo de Torremolinos antes de abandonar tan mundana vida.
La vuelta la realizo envolviéndome en las wagneriana oberturas Tannhäuser, de Tristán e Isolda, de Rienzi.
Ya sin afección por la juventud lejana, la belleza nunca detentada e impregnado de júbilo; igual que esos jóvenes con los que me crucé una eternidad ha.
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Foto del autor Rafael Criado Garca
Textos Publicados: 35
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Descripción

Una caminata por el Paseo Martimo de Torremolinos

Palabras Clave: Torremolinos

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fantasa



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