Otra vez los corazones pequeñitos (Diario)
Publicado en Jun 14, 2010
Pasan las horas del tiempo. Miro mi reloj y son las diez y caurenta de la noche. De nuevo pienso en aquellas chavalas guapas de los corazones pequeñitos. De nuevo los he visto crecer hasta convertirse en corazones sinceros. De nuevo sé que yo estoy destinado a un nuevo futuro... más allá de la cima de estos corazones pequeñitos que han grabado, sin nombre alguno, sus símbolos sencillos alrededor de mi corazón. No. Yo no soy como aquel que amemazaba con pegar una paliza por poner su nombre en el pupitre. Ya saben que mi corazón pertenece, desde siempre, a una Princesa de más allá de los mares. Son las diez y cuarenta y ocho de la noche. Retrocedo el Timberland y me vuelvo a envolver en las brumas de mis recuerdos. Pequeños amores sencillos sin maldad alguna... pero yo sólo soy un viajero transéunte que pasó por allí, sentado en ña silla de mi pupitre y pensando en mi Sueño. Yo sólo soy un viajero transéunte nada más y ya mi equipaje está preparado. Sólo me quedan cinco minutos más para poder pensar en aquelllos corazones pequeñitos que se quedaron allí, a la espera de sus verdaderos marineros que, poco a poco, van llegando desde las calles vecinas. Yo, al fin y al cabo, sólo les he dado un poco de esperanza nada más. Son las diez y cuarenta y seis de la noche. Mi Sueño. Mi profundo Sueño, sentado como estoy en la silla de mi pupitre, las mira pero no sé sus nombres. ¿Para qué poner nombres a los recuerdos si tengo un Sueño imposible de olvidar?. Mi Princesa. Mi Princesa está conmigo, nuevamente introducida en este humilde reloj Timberland al cual no puedo permitir que se estropee con las lágrimas del desamor. Por eso sólo fui un viajero transéunte que pasó como un rayo de luz para iluminarlas en sus caminos. Y me introduzco en la sombra de lunas del pasado por la Calle Mayor de Madrid, donde los corazones pequeñitos de las chavalas guapas empiezan a sentir que mis latidos pertenecen al otro lado del mar. Se acaba el tiempo. Tengo que volver a regresar a la capital de España. Son las nueve y cuarenta y nueve de la noche. Falta sólo un minuto más y todo habrá sido un nuevo despertar para todas ellas y para mi Princesa. Son las diez y cincuenta de la noche en Mi Refugio. Cierro esta página de mi Diario y empiezo a terminar de recordar. Al fin y al cabo sólo soy un habitante del futuro. Adiós, corazones pequeñitos de chavalas guapas, fuisteis una especie de ilusión para darme el ánimo suficiente de iniciar mi marcha... llenando mi mochila de poemas mientras os regalé unas sonrisas, unas pequeñas sonrisas para vuestros corazones pequeñitos. Y me fui, en silencio, hacia el horizonte porque pertenezco sólo a mi Princesa.
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