Toby es blanco y pequeño. Como de algodón. Si yo fuese Juan Ramón Jiménez también lo habría llamado Platero y lo llevaría por los campos de la Andalucía a perseguir mariposas, comer uvas moscatel e higos maduros y jugar, todas las tardes, con los gitanillos del barrio de Triana. Si yo fuese Antonio Gala también lo habría llamado Troylo y lo llevaría a beber las aguas del Darro y del Genil, y hablaría con él de filosofía etéreas y sublimes y le pediría que me contase cómo fue que Pelusa, la perrita vecina, le ha conquistado el corazón.
Pero no soy Juan Ramón Jiménez ni tampoco Antonio Gala... y me conformo con ser el amigo de Toby que le rasca las orejas mientras él entrecierras sus ojos y el que le acaricia el blanco algodón de su pelaje para sentir la emoción de sus vibraciones.
Resulta que Toby tampoco es Platero ni Troylo sino un perrito nacido de los amores de una linda dálmata y un perro bohemio que "pasó por allí"... y tiene un hueso de plástico de color verde y una pelota blanca con la que jugamos tardes enteras y que él, galante, comparte con su enamorada Pelusa.
Liliana tiene pintado al óleo a Toby en uno de sus cuadros favoritos que cuelgan del salón de la casa. Toby. Entrañable Toby. Mi existencia sin tí quedaría falta de algo sustancial. Por eso te escribo suaves y breves poemas y por eso eres el fiel compañero de los paseos por la chopera. Un beso Toby. Guau.