Estaba un buen día placentero y muy soleado, tomando baños de sol, un caracol entre las hojas de una ortiga. Pasó por allí un león hambriento y deseó comerse al caracol pero al meter hocico sufrió tales picores de la ortiga que salió huyendo con el rabo entre las patas. El caracol, todo ufano, bajó al suelo del camino y empezó a clamar en voz muy alta: !Soy el más grande!. !He vencido al león!. !He vencido al Rey de la Selva!. En medio de su festejo se quedó quieto en el camino por donde andaba, en aquel momento, una lenta y pesada tortuga que le pasó por encima, lo aplastó y lo dejó muerto.
Moraleja.- La soberbia siempre tiene su justo castigo.