La oscura noche en su silencio nos abruma
La brisa esta dormida, no se mueve ni una pluma
Las aves se inquietan como seguidas por un puma
Los árboles atrapados quisieran emigrar hacia la cima
Para alcanzar a la luna y refugiarse con su enigma.
 
 
El cielo se abre como una malévola cortina
Un relámpago de oro y fuego se lanza, parece jabalina
Hiriendo de muerte a una melancólica y seca benjamina
Que arde con la fuerza de una infernal filigrana
Propagando la muerte al bosque que triste ve a la luna.
 
 
 
 
Asustados todos huyen del fuego y de las llamas
Las estrellas y la luna se levantan de sus camas
Lloriquean, se desgarran como atrapadas animas
Al ver que se queman todos, ¡Quién tuviera más lágrimas!
¡Para apagar este averno y dejar en paz a tan bellas almas!
 
El Diablo baila entre las verdes y áridas ramas
Un demonio abraza a un cervatillo que triste brama
Mientras los demás huyen entre la ardiente llamarada.
 
 
 
 
 
La bóveda celeste se apiada y llora sus gordas lágrimas
Espantando a los demonios y sus temibles fantasmas
Apagando el fuego... ¡llueve desde la celestial fontana!
 
Amanece y las cenizas de la muerte aciaga la matina
Se oye el trinar de un nuevo día, ¡Aquí no ha pasado nada!
La vida se renueva, brota una ninfa de una frágil crisálida
Que vuela entre los restos del bosque como su hada madrina
Llevando esperanza a los seres que miran al sol de la mañana.