Cercanas las ruinas del afecto
donde hubo resplandor.
Pasar por su vereda y asir la bendición
de su mirada clavada cual fantasma
en la reja sobornada de impaciente
madreselva.
Torpeza de tantear los sitios que
sus manos orientaron,
un amor inaugural,
un jadeo de pasillo que rechina,
ávido y fogoso,
vívido y triunfal.
Lejanas las nieblas del misterio
donde todo oscureció.
Pasar por su vereda y asir la compasión
de su mirada, anclada en puerto seco,
tan sola, tan triste,
tan loca de amor.