Anoche estuve observando la ciudad desde la terraza. Millones de luces amarillas alumbraban dentro de los hogares de millones de seres humanos. Millones de seres humanos estaban a esa misma hora sintiendo en sus almas sus anhelos y su ideales. Unas lágrimas ocultas adiviné en millones de seres humanos. Hoy ha salido el sol. Esos millones de seres humanos que estaban anoche sintiendo sus anhelos e ideales con lágrimas ocultas... corren ahora por las calles, suben y bajan escaleras, montan en autobús y metro, porfían por llegar pronto, sudan trabajando para ganarse el sustento... y no puedo escribir más... me he bloqueado porque sólo me sale de la tinta una sola palabra: !Humanidad!. Adiós, Humanidad, me voy hacia el interior de tu existencia para ser, nuevamente, un anónimo ciudadano nada más por la amplia Avenida del Paseo de la Castellana, la amplia Gran Vía de Madrid o, simplemente, por el estrecho pasadizo de San Ginés... porque al fin y al cabo saber que existe la Calle de las Tres Cruces es sólo un dato sociológico nada más que, para mí, si tiene vital importancia. Y en este sentido tengo bien claro que soy solamente subjetivo... pero es que la subjetividad y la objetividad es un debate continuo en el que al final se descubre que la objetividad no existe cuando de comunicar sentimientos se trata. Algo de lo que aprendí (poco o mucho según se quiera entender) en la Universidad Complutense de Madrid.