La eterna reverberancia
Publicado en Jul 05, 2010
Cada brizna danzaba en la lívida corriente provenida del horizonte sangrante del atardecer; mis pupilas, anegadas por aquella sinfonía para ojos que en constante crescendo me demostraba lo entrópico del devenir, se inflamaban gracias al sudor de las setas; y fui consciente de un presente en el que el aleteo del ave sincronizaba en vuelo con las millones de hojas que campaban en sus estratos selváticos, arrulladas por esas brisas que parecían nacer de la misma luna que ya aparecía, siendo ese eterno diamante loco que refleja ígneas lenguas de sol para brillar y así calmar mares, saliva, corazones y lenguados en un planeta que por líquido vive.
Así entendí que uno es universo, que universo significa uno; quizás vuelto la yarará que pude ser, sin juzgar la infinita vastedad de lo microscópico y de lo sideral, tan sólo contemplando, digiriendo, obviando y olvidando la inmediata voracidad que fatalmente volverá, obviando u olvidando la visión aguda del búho que me acecha; o quizás siendo aún el sinuoso humano que incrustaba sus manos, apenas crédulo, buscando atravesarse el propio costillar, diciéndose, en un gruñido gutural, que "nada es imposible" justo antes de alzar la vista a la cima del cielo para mirar directo al cenit inerte, el ojo que lo todo lo rige, hacia el dios rotor, vórtice en el que el todo está escrito, en jeroglíficos espumantes de unas nubes que no dejan de girar como moviéndonos desde el océano etéreo al que llamamos cielo. Y el silencio suena como una especie de "om", de "one", de "uno", un "mu" como eterna reverberancia del Big Bang para decir que la dicha del ser es estar en el siempre.
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Rojoprofundo
miguel cabeza
Carmen Veronica
me ha gustado lo que has escrito
el estar siempre en uno, estar y no estar.
Roberto Langella de Reyes Pea
facundo aguirre
Jorge Dossi
Con afecto.
sabina paredes sepulveda