Bajo el silencio de los minutos largos
germinan las ideas del viajero;
pasajero
el momento de los tragos
de agua del bebedero.
Hay patos. 

Observo a un niño haciendo garabatos
en su cuaderno. Es extranjero 
y en sus letras de infantiles arrebatos
protesta por no tener dinero
para comprar bolígrafos baratos. 

Pero él es tan sincero
que sabe que le pondrán un cero
por haber escrito mal y a lapicero. 

Mas no le importa al niño ese maltrato
porque arriba, en el cielo, será el primero
que reciba el regalo grato
de tener un bolígrafo entero. 

Entero en medio de un mundo tan pacato
que a ese niño le llaman pordiosero
y no le dejan ni tener un rato
para soñar que ya no es pasajero
y que recibe ese pequeño aparato
que es sólo un bolígrafo de acero. 

Bajo el silencio del mes de enero
en ese mismo día octavo
ese niño que es un chavo
todavía sueña con un mundo placentero. 

Un bolígrafo para escribir ligero
y dejar de ser ya un esclavo
de aquel colegio del maestro fiero
donde no tiene más compañero
que a Jesucristo sin cruz ni clavo.