De suelas viejas
Publicado en Jul 20, 2010
Las chicharras estaban más chillonas que de costumbre en esa siesta de enero. Recostado sobre su flanco derecho y sin poder conciliar el sueño, observó la luz que se filtraba por las rendijas de la persiana.
Su madre entró sigilosa a la habitación y lo sobresaltó al tomarlo del hombro. Estaba a punto de protestar cuando el índice materno sobre los labios y el subsiguiente “shhh” lo silenció. Se había escapado hacía varias semanas.Corrían rumores que merodeaba el barrio y nadie había podido capturarlo. Llevaban esperándolo con una mezcla de temor y ansiedad durante un par de días. Unas pisadas en el patio habían obrado como advertencia. Martincito se incorporó y se sentó sobre el colchón. Su madre le hizo señas para que se quedara callado mientras ella salía a buscarlo. El niño le rogó que no lo deje solo. Pero ella cerró la puerta de su habitación, abandonándolo en la penumbra calurosa y asfixiante. Sus autitos rodaron bajo su cama. Las figuritas se lanzaron en picada suicida contra la pared. Las canicas jugaron a los bolos con el castillito de naipes que albergaba a sus muñequitos. El trencito descarriló a tiempo cuando un caballito se cruzó sobre las vías. El picaporte giró. La sangre se detuvo en sus venas. La hoja de la puerta descubrió lentamente una mole informe, salpicada aquí y allá por retazos. Deslizó su vista de arriba abajo, a través del mastodonte. Bajo la tela, asomaron los zapatos de su padre.
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teodoro luis
LOBOLEJANO
Julieta
Arpha
Un cordial saludo.
Julieta
Saludos sin detalles ociosos,
Julieta