La brisa del aroma sacudió
mi mañana enmohecida de lamentos, 
trenes recorriendo firmamentos
de oscuras y metálicas cavernas.

Traqueteos constantes
hacia fauces abiertas,
escaleras al cielo
de rutinas callejeras. 

Tu perfume llevándome a tu cama
impregnada de recuerdos tan salados/
puro llanto de lágrimas ajenas, 
despojando de alegrías mis halagos. 

Y un infinito pozo emergió bajo mi puente, 
y mis puentes se rieron de tus ríos, 
revoltosas aguas pereciendo en anchos mares, 
sin llevarse consigo desperdicios. 

Y sin embargo así tu aroma, 
y con él tu esencia de orador verdugo, 
de dádivas a manos llenas, 
de generosidades adobándose a fuego lento.

Ese mate cebado con cariño, 
la madera tallando su memoria,
la yerba se salvó de los cuchillos, 
que cada tanto regaban de tu boca. 

Y en ese vaho matutino así tu aroma, 
para llevarme una vez más hacia la tumba
de la memoria mortecina/
de mis amores ya pasados, 
la intangible esencia de tu ser perfumado.