!Ojo con las depresiones! (El Chivatazo).
Publicado en Jul 22, 2010
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Ahora resulta que los controladores que todo lo controlaban han entrado en una crisis tan profunda que no controlan ni sus nervios. La epidemia depresisva, como dice don Manuel Alcántara en La Verdad de Murcia, se ha convertido en una pandemia y por eso los controladores están tan descontrolados que el eje de orientación mental lo tienen convertido en una veleta tan móvil que no saben si tienen estrés o están convertidos en un sainete de Don Baltasar Gracián. Por cierto, señores ígnoros, Don Baltasar Gracián no escribió ningún sainete. Quien escribió sainetes fue Don Ramón. ¿De qué Don Ramón estaremos hablando que los controladores ni saben ni entienden de lo que cobran por no hacer otra cosa que tener controlados nuestros tiempos libres?. Sí. Don Ramòn Gómez de la Serna. Es que no dan ni una. Como están tan enfermos del coco (quizás alguno haya abusado de la cocaína), ahora resulta que no saben a que Don Ramón me estoy refiriendo. O no lo saben (porque son bastante ígnoros en esto de la Literatura) o no han querido investigar lo suficiente de lo vagos que son. Algunos creen que es Don Ramón Mesonero Romanos (o algo parecido) ese tal Don Ramón al que me refiero, Don Ramón "el "sainetero". Para saber quien es el Don Ramón el "sainetero" es necesario que se levanten ya de sus cómodas camas y se pongan a caminar de vez en cuando a ver si les entra el conocimiento en su coco. Yo sólo digo, a los de la tajada mental, que tiene una calle a su nombre en la ciudad de Madrid. !Que sí!. !Que es Don Ramón Gómez e la Serna! siguen insistiendo. Caramba, que tiene ustedes menos idea de Literatura que un colegial de jardín de infancia. Y a lo mejor es que los controladores se han convertido en infantiloides tan desconocidos que no aciertan ni por casualidad a qué Don Ramón me estoy refiriendo. Alguno se atreve a decir que es uno de los dos del Dúo Dinámico, el famoso Ramón Arcusa. ¿Don Ramón Arcusa?. ¿Pero es que están volando sin necesidad de avión?. Nada de Don Ramón Arcusa ni del Dúo Dinámico. Nada. Que no se enteran. No tinen ni idea de que en mi barrio de Batán vivía un Ramón bastante tontaina por cierto y en el Banco Hispano Americano otro Ramón bastante más tontaina todavía. No es ninguno de esos dos porque ni son importantes ni jamás lo han sido. Que eran bastante infantiloides los dos por cierto. El primero infantiloide con aquello de las luces de la escalera y el segundo infantiloide con aquello de los monseñores por cierto. !Don Ramón María del Valle Inclán! se atreve uno a decir. Ignorante. ¿No sabe usted, don Emiliano, que Don Ramón María del Valle Inclán no era sainetero precisamente?. Alguno quizás lo acierte, pero solo por casualidad. Me toy refiriendo a Don Ramón de la Cruz. Algunos , erre que erre con su tajada mental no me hacen caso y dicen que es Don Ramón Ramoní. Mas ignorantes todavía. !Vaya tontería!. Ramoní no se llamaba Ramón y sólo era un jugador del Sevilla Club de Fútbol !Ramón Ramoní!. !Vaya tontería!. Voy a decirles a algunos que se creen que es alguien que vivió en Barrio de La Latina de Roma que son también ignorantes. Con la iglesia hemos topado diría Don Quijote a Don Ramón de la Cruz. Yo de eso no quiero saber nada pero sólo afirmo que confunden al Barrio de La Latina de Madrid con el Barrio Latino que, precisametne no está en Roma sino en París. Vean quien fue Don Ramón de la Cruz y la próxima vez estudien un poco por favor en vez de tomar tanto alcohol que les ha descontrolado por completo: Ramón de la Cruz Cano y Olmedilla (Madrid, 28 de marzo de 1731 - ibíd, 5 de marzo de 1794), autor dramático español y el más famoso sainetero de todos los tiempos.
No se tienen muchos datos sobre su vida. Se sabe que a los trece años vivía en Ceuta, ciudad donde su padre desempeñaba un empleo administrativo, y ya componía décimas. A los quince años un amigo suyo publicó en Madrid sin nombre un Diálogo cómico suyo. En 1759 estaba empleado en la administración de prisiones y se casó al año siguiente con Doña Margarita Beatriz Magán Melo de Bargas, que le daría al menos cinco hijos, uno de los cuales (Antonio Ramón de la Cruz Cano y Olmedilla sería futuro comandante general de la artillería española en la batalla de Bailén. Estudió humanidades y gozó de la protección del duque de Alba, quien acostumbraba a llevarlo en sus viajes, y de la condesa de Benavente, para cuyo teatro privado compuso varios sainetes, así como de su hija, la duquesa de Osuna. En la Academia de la Arcadia tenía el nombre de Lariso Dianeo.
Durante su juventud escribió tragedias y comedias en las que imitó singularmente a Pietro Metastasio, Jean Racine y Voltaire. Tradujo también obras de estos autores y produjo una versión de Hamlet de Shakespeare a través de la adaptación francesa de Jean-François Ducis. También adaptó algunos textos del teatro clásico español, como Andrómeda y Perseo de Calderón e Ifigenia de José de Cañizares. Por último se consagró al sainete popular con gran éxito, de los que produjo más de trescientos, lo que le atrajo la hostilidad de los estilistas del Neoclasicismo, partidarios de un arte más idealizado y educativo. Por ejemplo, de Casimiro Gómez Ortega, que publicó sobre él un Examen imparcial de la zarzuela intitulada "Las labradoras de Murcia" e incidentalmente de todas las obras del mismo autor (1769). Muy probablemente esta animadversión se debía a los favores con que le distinguió el Ayuntamiento de Madrid, que le permitieron ejercer un gran dominio sobre la vida teatral de la Corte, hasta el punto de que llegó a ser el verdadero director de los teatros madrileños de la Cruz y del Príncipe, cuya programación estaba en sus manos, recibió, además, muchos honores y distinciones públicas; su apogeo se produce en el año 1773, cuando cae el gobierno del Conde de Aranda, portector de la estética neoclásica.
El propio Ramón de la Cruz intentó reunir su obra, que publicó en una colección incompleta de diez tomos (1786-1791). Enfermo de pulmonía en 1793, logró sanar, pero no recobró completamente la salud y tuvo tres recaídas; la última le llevó a la tumba.
Fuera de su periodo inicial en que escribió traducciones, imitaciones y adaptaciones de trágicos franceses e italianos (Racine, Voltaire, Ducis, Beaumarchais, Metastasio y Apostolo Zeno), escribió también comedias (Marta abandonada) y zarzuelas (El tutor enamorado; Las segadoras de Vallecas, 1768; Las labradoras de Murcia, 1769; Las foncarraleras, 1772; El licenciado Farfulla, 1776, etc.), si bien es sobre todo conocido por su obra de la última época, los más de 300 sainetes que escribió (pequeños apuntes costumbristas de asunto humorístico, llenos de música y canciones, compuestos con agilidad y gracia en verso), en los que trata y retrata al Madrid de su tiempo. El más famoso es seguramente Manolo, donde se parodian las comedias heroicas que eran pasto habitual de los teatros de ese tiempo, describiendo con lenguaje arrabalero y propio de los bajos fondos el regreso de un hampón recién salido de la cárcel a Madrid desde un presidio africano, ambientes que Ramón de la Cruz conocía bien (como ya se ha dicho, fue funcionario de prisiones y vivió en Ceuta) y parodiando las situaciones trágicas de dichas comedias.
En efecto, un importante grupo de estos sainetes lo constituyen las parodias de tragedias neoclásicas francesas en estilo solemne y endecasílabo en romance heroico: Manolo, Inesilla la de Pinto y Zara, por ejemplo. En estas dos últimas parodia la Inés de Castro de La Motte y la Zaira de Voltaire respectivamente. Otro grupo lo constituyen aquellos en los que describe los procedimientos teatrales coetáneos: El teatro por dentro, El coliseo por defuera, El sainete interrumpido, etc. Sin embargo, el grupo más característico, el que justifica su poética de "yo escribo, y la realidad me dicta" son los referentes a las costumbres madrileñas, en general también presentes en los grupos anteriores: El Prado por la noche; Las tertulias de Madrid; La víspera de San Pedro; La maja majada; Las castañeras picadas; El Rastro por la mañana; La pradera de san Isidro, etcétera.
Ya está. Yo llevaba, de nuevo, razón a pesar de tanto incrédulo como hay hoy por el mundo de los controladores que están ya tan enfermos de los nervios porque se les acaba el "chollo". Adiós. Que estoy invitado a comer.
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