De los canales a Canalejas de Madrid-1 (Diario). Sólo para futboleros y futboleras.
Publicado en Aug 08, 2010
Preámbulo.- Mi vida de futbolista comenzó en los canales de las calles madrileñas, exactamente en el cruce entre la de Narváez y la de Doctor Castelo, en unos pequeños metros cuadrados de arena y piedras. Fue cuando yo contaba diez años de edad y "El Padrino" Emiliano tuvo que huir con toda su mafia de seguidores ante mi ansia de libertad. Pude haber sido un excelente guardamenta como, por ejemplo, Zumalabe del Real Vallaodlid Club de Fútbol. Y es que fue real y verdadero (Gamarra fue testigo de tales hechos) que me lancé hasta el palo que estaba situado a mi izquierda (nada me importaba a mí en qué lugar de las paredes estuviesen pintadas las líneas de tiza blanca). Pude ser un excelente guardameta como Zumalabe (el glorioso sucesor de Saso) porque jamás me preocupaba si era verdadero o falso que los demás tuviesen o no tuviesen su enamorada en el pensamiento (eso lo sabe bien Gamarra) ya que yo tenía a la mía tan dentro del corazón que había penetrado en mi alma cuando yo tenía solamente 7 años de edad. Ahora ya tenía 10 e iba camino de los 11. Hice que "El Padrino" Emiliano huyese a toda velocidad con toda su mafia porque no tenía miedo a aquellos ladrillos de color bermejo con los que, al hacer la palomita, era inevitable que estuvieses a punto de romperte las costillas, el esternón, los hígados o incluso la cara. Estuve a punto de, a casi casi nada, a punto estuve de partirme bien la cara. Estuve a punto de romperme hueso a hueso. No tiene na que ver,
con el miedo. Sencillamente fue que sentí la soga al cuello, conté con el peligro, no me importó el peligro y di un tajo neto al tiempo. Porque no me importaba en absoluto que los rivales me destrozaran las manos con sus inmisericordes botas. Pude haber sido un excelente guardameta porque yo no me preocupaba de tener la cara más o menos atractiva como "El Padrino" y sus secuaces. Así que sí. Que me lancé en palomita al suelo y evité el gol y esto lo sabe bien Gamarra sin que me importe si era verdadero o falso que era el enamorado de la hija de Zumalabe. Aquel tema a mí no me importaba en absoluto porque la mía, a pesar de las envidias, ya estaba dentro de mi fantasía hecha realidad. Así que decidí no ser guardameta sino utilizar mi inteligencia para ser un émulo del gran Di Stéfano. Y comenzó mi carrera futbolística de mediocampista que sabía crear lineas imaginarias en espacios inexistentes pero que yo los convertía en realidades verdaderas mientras aprendía a meter también algún que otro gol importante y defender mi portería del acoso de mediocres jugadores como eran Garzón y Mata. Los demás sólo eran testigos presenciales. Y mientras todos acudían ávidos hacia ella, formando "melées" de rugby solamente, yo, en silencio, la esperaba tranquilamente porque no la ansiaba sino que la amaba de verdad, y cuando venía a mí rápidamente comenzaba a acariciarla y trenzar las primeras jugadas de aquel Arte futbolístico que estaba anidado en mi alma gracias a Ella. Así era en realidad. La pelota en mis pies nunca eran un error táctico sino un acierto estratégico para dar pases o para meter yo mismo el gol necesario. Así comenzó mi verdadera vida de futbolista. En un espacio tan estrecho de metros cuadrados que los vecinos no hacían más que quejarse de aquellos jaleos y griteríos que armaban los demás mientra yo, sólo en silencio, tranquilamente me dedicaba a elaborar mi juego sin tener en cuenta otra cosa que la amaba, la dominaba cada vez mejor y la acariciaba siempre con mayor maestría. Si era necesario ser alguna vez guardameta no me importaba serlo, o defensa o incluso máximo goleador; pero mi puesto natural, el que libremente había yo elegido era el del 8 porque para nada quería ser yo un 9 esperando la venida de los higos chumbos para entrar en juego una sola vez cada cuarenta minutos o un 10 que sólo jugaba mirando al tendido para que le observasen las chavalas guapas ni tampoco un 7 (extremo derecha) o un 11 (extremo izquierda) ya que nada me atraían los extemos sino las ideas libres de un jugador libre que`, de manera libre, ya había renunciado a ser un conqusitador profesional sino solamente un amateur de las fantasías.
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