De los canales a Canalejas-2 (Madrid) Diario.
Publicado en Aug 08, 2010
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Paréntesis.- Comenzó entonces un breve paréntesis de partidos jugados bajo la luz de la Luna en los descampados de Moratalaz; en donde siempre barría a los rivales de la Sáinz de Baranda con una estratagema infalible que consistía en dejarles meter el primer gol y cuando más entuasiasmados estaban (!vamos a seguir así decían los Ruano, Rufino,Guti, Merino, Ricardito y compañía!) yo apretaba el acelerador y los barría sin conmiseración alguna y sin ninguna clase de dudas; de tal manera que la goleada era inevitable. Como la situación era una y mil veces la misma ellos terminaron por darse cuenta y renunciar a seguir jugando contra mí. Después me sistó un sólo taconazo junto a la puerta del Altamira, en la Doce de Octubre, para que me propusiesen fichar por equipos que jugaban en lugares donde los ojeadores del Real Madrid echaban sus redes para pescar a los mejores. Me bastó un simple pero rotundo NO para que dejasen de insistir cuando les demostré que los guardametas suplentes del Real Madrid eran Fermín y Piñol pero que no eran Bagur y Berasaluce como ellos afrmaban. No tenían ni puñetera idea de fútbol. ¿Cómo iban ellos a entender la manera de jugar de un número 8 al que no le importaba para nada el número que llevase en la espalda y que sólo servía para engañar continuamente a los ilusos rivales que caían sin darse cuenta en aquella mortífera trampa. Los seguidores de Municio bajaron la cabeza porque se dieron cuenta de que nunca iba a venderla por ningún precio. Ella era mi Libertad y la Libertad nunca la iba a venderla por ningún puñado de millones de monedas. Prefería seguir jugando en las calles, en medio de los automóviles de alta velocidad que rugían como dragones mientras yo me entretenía en seguir dominándola a lo largo del boulevar o entre los desmontes de las laderas de la Doctor Esquerdo. Era un paréntesis necesario para dar el salto definitivo al primer equipo de mi vida. Para ello tuve que llegar al San Isidro de Madrid y seguir entrenando en los duros patios de piedra, donde cada caída era un moratón. Sin embargo yo no caía nunca. Aquel parentésis necesario del San Isidro de Madrid me sirvió para seguir imaginando jugadas en silencio, mientras mejoraba mi técnica, afianzaba mis tácticas y creaba estrategias que, después, serían la admiración de los espectadores y, especialmente, de las chavalas guapas. Pero eso ya corresponde al Esparta de San Isidro. El primer equipo donde por fin fuimos uniformados como futbolistas completos. Ya estaba lo suficiente preparado para ser el capitán del equipo, el líder que nunca daba un paso atrás.
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Foto del autor José Orero De Julián
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Categoría: Conocimiento

Subcategoría: Biografías



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