EL ÁNGEL DE AMALIA y
Publicado en Aug 16, 2010
“EL ÁNGEL DE AMALIA” Floreciiiita... tetete... Floreciiita... tetete... Floreciiita... tetete. Era la voz que se escuchaba todas las mañanas a eso de las 5 entre claro y oscuro. Amalia hacia varios años que se levantaba a la misma hora y así llamaba a su vaca preferida para ordeñarla. Siendo ternerita, fue bautizada por su marido con ese nombre como homenaje a su flor preferida: la Rosa roja. En la finca “La Flor” de la vereda del mismo nombre del municipio de Villahermosa Tolima, vivía Amalia con su esposo Antonio y sus tres hijos: Amalia, Mariela, y Antonio José. La cotidianidad de sus vidas, se rompió la mañana del día 13 del mes de Julio, cuando la señora fue hasta el corral y le hizo el llamado acostumbrado a su vaca para ordeñarla: Floreciiita tetete... Floreciiita tetete. -así le hace el llamado el campesino Colombiano a sus vacas de ordeño- Ese día no había amanecido leche para la aguapanela de sus hijos para ir a la escuela. La señora tomó aire para hacerle nuevamente el llamado a la vaca y su voz no salió de la garganta. Hizo varios intentos y el resultado siempre fue el mismo, no podía tomar nuevo aire y parecía que se desinflaba. De pronto vio que el toro cachón, -el padrón del corral- venía en rauda carrera resoplando y como haciendo respetar su territorio. Llegó hasta cerca del corral, resopló y escarbó la tierra, bravo como un toro de lidia. La señora se asustó y echándose la bendición salió corriendo para su casa, Antonio ya se había marchado para el trabajo. Pero como sus hijos tenían qué ir a estudiar, y no habiendo leche en la despensa, regresó al corral. Viendo que el toro se había retirado, trató de llamar nuevamente a Florecita y le ocurrió nuevamente lo mismo; su voz no le salía de la garganta. Decidió ir hasta el potrero donde pastaba la vaca, llevaba un trayecto caminando, cuando escuchó una voz que la llamaba: Floreciita tetete, Floreciiita tetete. Y a lo lejos, se escuchaba el eco repitiendo el grito. Era una voz profunda como ultramundana y, la sentía como si le saliera de su estómago. Amalia corrió nuevamente para su casa y fue hasta el cafetal donde trabajaba su marido y le dijo: Toñito, estoy muy asustada. Qué te pasó mija... te veo toda erizada de miedo. Cómo te parece Toñito que fui a ordeñar a Florecita y cuando la iba a llamar, no salió la voz de mi garganta. Traté de hacerlo varias veces y me ocurrió lo mismo, no salió mi voz. Me dirigí hasta el potrero por la vaca y, en el camino, escuché una voz misteriosa que la llamaba, tengo mucho miedo. Toño no lo podía creer, fue en compañía de su esposa hasta el potrero y al momento se escuchó la voz ultramundana llamando: Floreciiita... tetete, Floreciiita tetete. En el instante vieron que la vaca llegó hasta el corral y se cuadró para que la ordeñaran. Así ocurrió varios días, los niños no se atrevían ir hasta el corral, les daba miedo. Decidieron ir hasta el pueblo y le contaron al cura lo sucedido y del miedo que sentían. Tranquilos les dijo el sacerdote: no se asusten, es un Ángel de Dios que se ha posesionado de Amalia para ayudarla en sus quehaceres. Siempre que lo escuchen oren a la virgen del Carmen que Dios siempre los acompaña y, les dio la bendición. Amalia vivió tres años más, el Ángel siempre la acompañó y sólo ella escuchaba la voz. Cuando Amalia murió, su hija Amalia la reemplazó en los quehaceres de la casa, ordeñaba las vacas y despachaba a sus hermanitos a la escuela. El día que cumplió los 13 años, se levantó a la hora acostumbrada, fue hasta el corral y al llamar a Florecita, su voz se perdía en la misma forma que le ocurrió a su mamá. Pero el gran susto lo recibió, cuando escuchó la voz ultramundana llamando la vaca y que parecía salir de su vientre: Floreciiita... tetete, Floreciita tetete Y la vaca llegó hasta el corral. Así le sucedió siempre, hasta que se acostumbró. La niña se casó, pronto quedó preñada y durante todo su embarazo, la voz salía de su estómago con el mismo timbre. Parió una niña, cuando la llevaron a bautizarla trató de ponerle otro nombre, pero en su mente algo se lo impedía. Por recomendación del cura le pusieron el nombre de Amalia nuevamente. Un día llevó a su niña hasta el corral – ya tenía 5 años- y, se escuchó que del vientre de la niña salía la voz: Floreciiita... tetete, Floreciiita... tetete… Floreciiita… tetete. Héctor Restrepo Martínez. Manizales, Julio 13 2000
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Miriam
Héctor Restrepo Martínez
Felix Antonio Esteves Fuenmayor
Seguire leyendo su trabajo literario que entusiasma y trae consigo una feliz nostalgia.
Saludos
Félix