Del libro "Trampantojos y otros versos"
Publicado en Aug 19, 2010
LOS UNICORNIOS
Considerando que varios poetas aseguran desconocer los unicornios, he decido iniciar una somera descripción de tan nombrados y fabulosos especímenes que lucen un largo y afilado cuerno espiral en la mitad del la frente, y pertenecen a una extraña familia de caballos con patas de antílope, barbas de chivo y cola de león. Presentan igualmente, estos preciosos desconocidos, una cauda de leyendas medievales imposible de resumir en un poema, no sólo en el mundo Occidental sino también en el Lejano Oriente, en el Medio y hasta en el Cercano, siendo imaginados de una blancura impoluta y vistos como símbolo de la castidad. Por eso se dice en todas partes que quien pretenda capturarlos debe utilizar una doncella como cebo. Según renombrados ocultistas, existen cuatro clases de unicornios: El originario de la antigua Albión hoy conocida como Gran Bretaña, cuyo nombre invoca el del amanecer: Alba. Le sigue el denominado Europa, habitante del continente que le da su nombre. El tercero es Carcadan, oriundo de Arabia, India y parte del territorio africano. Por último tenemos el Sinoensis, muchas veces conocido como unicornio Oriental. Son tan inteligentes y tan rápidos que ningún cazador puede atraparlos, menos matarlos o hacerles caer en una trampa, aunque utilicen métodos tan peligrosos como recostarse contra el tronco de un árbol y aguantar la embestida hasta el último momento, con la vana ilusión de que al retirar el cuerpo el veloz animal queda estacado por su cuerno. No cabe duda de que tales despistados ignoran lo que son los unicornios. En la Edad Media, el cuerno de los unicornios, como los versos de poetas talentosos, se consideraba un ingrediente esencial para toda clase de artificios y encantamientos, aunque los alquimistas sólo lo acogieran como uno de los símbolos del mercurio. Los parasicólogos, por otro lado, consideran, al interpretar los sueños, que los unicornios significan los grandes anhelos del soñante, junto a sus deseos de conquista y éxito. Talvez por eso, los británicos, pragmáticos y ambiciosos siempre, remplazaron el dragón de Enrique VII por el unicornio y el león de Jacobo I como emblema de su estandarte nacional. He llegado al final de este poema convencido de que mis colegas, al afirmar desconocer los unicornios, querrán investigar en Wikipedia y en todas las enciclopedias a su alcance, los secretos esenciales de la presente leyenda, emparentada con la magia y la locura, los mitos, los sueños y la poesía, para no quedar en deuda conmigo, pobre vate que sólo intenta explicar cómo es y en qué consiste exactamente ese cuento de hadas de los unicornios.
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