La tempestad
Publicado en Aug 22, 2010
Cuando el caballo galopa desbocado, sin rumbo fijo,
por los estruendos de los rayos espantado; no para su alocada carrera, todo lo contrario. Desubicado, arriba a remotas, desconocidas laderas, apartado de la caballada, solitario y agotado. Sólo la paz del viento fresco matutino, Con tímidas gotas de rocío por las yerbas esparcidas y el sol que asoma tibio en el horizonte, calma los miedos, relaja su cuerpo de la brutal estampida. Ya repuesto, saciada la sed en el remanso del riachuelo, que recién fura creado por la lluvia que de los montes fluye buscando mares y reanimado con la verde pastura, que de la tierra emerge para alimentar su musculatura, se guiará por los aromas que la manada ha esparcido, tras la tempestad apagada. Así, como caballo debocado, asustado por los mares de gente, gente que discurre en la ciudad, agitada por llegar al refugio, terminados los deberes; así, tu menudo cuerpo se entremezcla saltando por las calles, cruzando aceras, buscando encuentros, en lugares prohibidos, bien conocido por cierto. No encontraras ese amparo, caminando sin sentido, perdiendo el tiempo, desgastando el cuerpo en fantasmales tropiezos. Lo hallarás cuando cansado y agotado por el esfuerzo regreses, a donde serás bien recibido, donde perteneces, mi lechofrío. Agosto 16, 2010.
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|