De los canales a Canalejas-8 (madrid) Sólo para futboleros y futboleras.
Publicado en Aug 23, 2010
Como conté en el capítulo anterior, ya estaba lo suficientemente preparado para, con sólo 18 años recién estrenados, poder enfrentarme a rivales muchos más rudos y mayores que yo, hasta de 25 años o 30 incluso. Así que me decidí por fichar, temporalmente, por el Central de Ahorro Popular (CAP) teniendo, todavía en la memoria, a mi querido deportivo Olímpico y en propiedad la camiseta que reclamaba insistentemente Cabello (el capitán meramente nominal pero no efectivo). Una camiseta de cuatro cuadros, dos negros y dos azules. Y el pantalón blanco que había intercambiado con un compañero que se lo quedó como recuerdo, más las medias negras con vuelta azul. Cabello se cabreó mucho porque pedía dinero a cambio. No se lo dí.
Ahora pertenecÍa al CAP con camiseta blanquiazul y pantalón azul (igual que el Real Club Deportivo Español). Sólo fue un experimento temporal, apenas tres partidos nada más, pero sirvió para que el CAP por fin consiguiese el primer punto de su historia. De todas formas lo más importante de aquel experimento no era ganar, perder o empatar sino hacer justicia con un delantero que estaba locamente enamorado de la telefonista. Así que salí dispuesto, una vez más, a ayudar a un compañero. Luego relato lo sucedido. El caso es que en el primer partido, nada más hacer el equipo rival el saque del centro del campo, un veterano quiso chulearse de mi juventud. No me asustó para nada y le entré con todas mis fuerzas al balón. Como la entrada fue limpia él jugó sució y me derribó al suelo. Era tarjeta roja de expulsión pero el árbitro no sacó ni tarjeta amarilla. No me importó en absoluto y saqué yo mismo la falta para callar la boca a otro inepto veterano de mi propio equipo CAP que dudaba de las fuerzas de mis piernas. Se quedó callado cuando le demostré que podía resistir más que él los 90 minutos del partido dedicándome sólo a las tareas de ataque. El director General del CAP me animaba a seguir. Me colocaron de 10 pero me volví a negar a ser el 10 y me situé otra vez, como siempre, de 8. Esta vez formando ala con Calero y teniendo al jugador H de delantero centro. Formamos un gran triplete. El jugador H era el que pedía justicia. Hicimos una estratagema que dio resultado. Él, que era todo un "tanque" en lo físico, estorbaba a los defensas rivales y me daba espacios para que yo manejase la pelota repartiéndola entre los demás compañeros de la delantera. Empatamos 0-0 pero fui felicitado por el Director general del CAP. "Por lo menos ya hemos conseguido el primer punto de nuestra historia". El asunto no era ganar, ni perder o empatar. El asunto era cortar de raíz al bocazas de Pedro, el capitán del equipo, que no hacía más que hacer llamadas tras llamadas a la telefonista para contarle chorradas y tonterías cuando el que de verdad la amaba era el jugador H. Éste me lo contó en un bar, los dos a solas, compartiendo una cerveza. "No te preocupes" le dije. Me basta con que ella venga a vernos. Efectivamente, al tercer partido ella y unas amigas de ella vinieron a vernos y a invitarnos a un guateque. Yo le dice con la mirada: "Yo no... pero H te ama de verdad". Y se solucionó el problema. El mejor recuerdo que me quedó del CAP fue un golazo que había imaginado algunas noches con los ojos bien abiertos. ¡Y lo logré!. Consistió en llevar controlada la pelota con el muslo de la pierna derecha y en pura velocidad (cosa que demostraba que era veloz cuando quería serlo o las circunstancias lo requerían). Partiendo casi del centro del campo salí en volcidad controlando la pelota con el muslo derecho. Bastaron tres controles sin perder el balón ni la velocidad para rebasar a toda la defensa rival y plantarme ante el portero rival al cual le batí, por alto, con un derechazo que entró sin duda alguna. !Golazo!. No me importa que aquel arbitrucho lo diese por anulado. Era el gol de la victoria y así lo reconoció un espectador exclamando "!Ha sido un golazo!". Así que en mi cuenta personal lo considero gol legal porque no existía ningún fuera de juego ya que ningún compañero estaba distrayendo al portero`puesto que yo me encotraba solo ante él. Golazo quiera o no lo quera reconocer el "cucaracha" que nos tocó de árbitro. Entonces los árbitros iban de negro. Negra se le quedaría la conciencia de lo que hizo. A mi no me importaba en absoluto. La telefonista me caía simpática y era guapa así que por eso le dejé con la boca cerrada al tonto del capitán Pedro. La que me gustaba era otra mucho más guapa que trabajaba en una sucursal del CAP pero la historia del Hotel no la cuento aquí. Quizás otro día en mis cuaderno Diario. Después de aquellos tres partido me quiso fichar el BHA (Banco Hispano americano). Al primer intento no lo consiguieron y los de la CAP me ofrecieron, por quedarme, un par de entradas para los toros de la Feria de San Isidro para invitar a la chavala guapísima que tanto me gustaba. No lo acepté. Y al segundo intentó me marché, sin costo alguno, al BHA.
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