Madrid... ¡claro que si!. (A mi esposa). Poesía
Publicado en Aug 24, 2010
Madrid... ¡claro que sí!.
Va por ti el Gran Sueño de Verdad y en tu Palacio de Cristal para de nuevo vivir la Dorada Eternidad de la edad juvenil entre La Chopera y El Rastro donde dejé mi retrato aguardando, dura espera, volver a hacer nuevo pacto con la eterna primavera. Madrid... ¡claro que sí!. Con La Cibeles morena de tanto que yo te ví madrileña y sirena con música de Chapí. En aquella Estación de Metro donde siempre tengo el reto de ser otra vez el que fuí... Soy de tí, Neptuno de la blanca espuma y la luz de la luna bruna que le afrecí a mi Lilí. Madrid... ¡claro que sí!. Con la Academia en la cima donde me situé encima de un dibujo carmesí y un corazón ardiente me llena de nuevo el silente epacio donde sentí el rumor de la corriente del Manzanares y así... caminando entre tus calles... soy de nuevo un pasacalles de aquella edad infantil. Saltan los espejos blancos del bohemio Café Gijón y en un rincón estoy otra vez con tabacos del paquete de cartón. En el Museo de Cera ya está... ya me espera... de nuevo mirando el talle de mi chavala al detalle, el viejecito de la acera. Madrid... ¡claro que sí!. Y con la voz extranjera ella se hace viajera de tu madrileño encanto. Es por por lo que ahora canto este poema a la compañera que española se me hizo para romeper el hechizo del brujo y de la ramera. Ya estamos aquí para siempre con nuestros juveniles cuerpos. Ella, modelo de mis encuentros y yo sólo fuí quien la escribí miles de versos mardrileños y ví cómo la brisa de aquí nos devolvió hacia el centro del espíritu de abril. Abrir de Alcalá ya las grises puertas que entre sus arcos son ciertas las flores que hay aquí. Y ella es la más bonita desde Latina a Chamberí. No la perdí. La gané en fiel batalla y su beso ahora estalla en medio del popurrí de canciones bien castizas; convertidos ya en trizas los dragones del Pirulí. Y vamos por la Ferrocarril cruzando de acera en acera haciendo más feliz la manera de caminar sin carril. Así es como por el Divino Vallés de la acera calva el destino nos enclava en este Madrid matutino. ¡Ay Bretón de los Herreros que quisisite poner hierros a nuestra llegada triunfal!. En la calle del Arenal ya la están viendo llegando y yo a su lado caminando convertido en un chaval. De Juan Duque hasta Arganzuela van cayendo en la cajuela de su deportivo coche... noche a noche... noche a noche... el brillo de la estela de sus ojos de mujer que a sus dieciseis abriles le añade esos perfiles que la hacen embellecer. Y yo sonrío paseando con ella por el Retiro mientras la cabeza giro para saludar a un amigo. Ella tiene ya su abrigo en mi corazon de poeta. ¡Hemos llegado a la meta de nuestro eterno destino!. Con un buen vaso de vino en la Cueva de aquel Sésamo yo voy y la amo con mil besos en el fino rostro de mujer simpar y somos solo un par de jóvenes sonriendo mientras seguimos viviendo desde esta brillante Gran Vía que nunca ya nos desvía lo que estamos recogiendo. Madrid... ¡claro que sí!. Un destino sin fronteras que nos abres toda entera las flores y el alhelí. !Ay de tí mal compadrito que quisiste enamorarla! sin saber que era bendito este saber cómo amarla y había que haberla soñado. Por eso está a mi lado tan juvenil que hasta Parla ha llegado la noticia. !Milagro!. !Es un Milagro!. Un Milagro sin la avaricia ni clase alguna de malicia sino con estilo y garbo. Y yo voy y la abro sus dieciseis lindas estrellas que en sus ojos con más bellas cuando al mirarla descubro que siempre en ella hubo ese Milagro esencial. Por eso es la especial modelo de mi Gran Sueño y yo, ahora, ya dueño de nuevo de la grandeza que me regaló la realeza de Dios en un mes de junio la miro en el plenilunio de la moche madrileña y pinto la luz en su bella sonrisa azul y dorada. Ella es esa Hada de mi edad ya recobrada. Madrid... ¡claro que sí!. Don Alfonso XII mira y el gorrión ya respira en el Estanque azulado. Ella siempre a mi lado y al final el enemigo totalmente derrotado se aleja como mendigo y deja en paz su avaricia. Ella sólo me acaricia mientras yo a ella la bendigo.
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