Efectivamente, dejemos que los niños tengan sus propias fantasías, pero no le fabriquemos algunas por que, al parecer, ya tienen lo suficiente. Los hábitos y costumbres alimentan el sentir humano, especialmente a los que fungimos de poeta. La eternidad ansiada la podemos configurar en la retención de nuestra juventud en nuestro pensamiento, en nuestro querer, en nuestro afán. Esto es lo que percibo de tus atinadas reflexiones en tu texto publicado. Felicitaciones y suerte José.