Anécdota Nº 2 - MI TETERO Y EL DIABLO
Publicado en Aug 28, 2010
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La cocina de la casa era un cuarto oscuro, por el negro hollín  sobre las cuatro paredes y cielo razo. El fogón estaba sobre una hornilla de tapia pisada y sobre  3 grandes piedras había una gran olla de barro -similar a una urna funeraria indígena-, como de 25 litros. La gran llama que producía la leña indicaba que cocinaban el amuerzo  para más de 10 personas; el acostumbrado "sancocho" colombiano.  A mi hermana Teresa, 6ª en orden de nacimiento, le correspondió cocinar esa semana.
Yo tenía tres años y medio y me dominaba el hambre. Mi tetero consistía en un chupo color ámbar de caucho en el pico de una botella de vidrio de cerveza. (similar a una botella de vino culihundida)  Cogí mi tetero y fui a la cocina y me le pegué del delantal de mi hermana y le decía: ¡quielo tete, quielo tete, quielo tete!, y le jalaba el delantal. ¡Mamá! venga que Hecticor me está molestando, gritaba mi hermana Teresa, ¡mamá vengan por el niño!
Ella tenía sus manos sobre la gran olla lista para desmontarla, el sancocho ya estaba en su punto. Al bajar la olla la dejó descargar fuertemente contra la tapia y se estalló, volaron pedazos y caldo por toda parte. Luego el grito desgarrador: ¡mamá el niño se quemó! ¡auxilio, auxilio!   Sobre parte de mi cuerpo, cara, brazo derecho, pecho; cayó caldo, carne, papa, yuca, arracacha y todos los ingredientes del sancocho. Perdí el conocimiento y cuando desperté, estaba en la escuela del corregimiento de Pavas, donde mi  hermana Emma, la Nº 1 de mis hemanos, era la maestra y, en compañía de mi hermana Esther y a cargo de ella. Esther se encargó de hacerme las curaciones con una pomada de nombre Antiplogistine y luego me cubría con hojas maduras de un arbusto llamado Higuerilla. (solamente quedó una pequeña cicatriz en mi pecho)
Ya como de cuatro años  miraba una Yegua en el potrero del frente de la casa, cuando vi que por la parte de la cola salían dos potricos muy lindos. (Mi segunda clase de educación sexual) Otro día mi hermana me castigó porque rompí varios huevos, estaba buscando si había pollitos, porque vi una gallina  en su nido y vi que de unos huevos salían pollitos.
Un día llegó mi papá en su caballo, nos saludó, me dio unos dulces y almorzó. Esther le dijo que el niño ya está curado, que se lo puede llevar para la casa y que ella se quedaba acompañando a Emma en la escuela. Me puse muy contento. Papá se montó en su caballo y me dijo: ¡péguese de la cola! creí que no me iba a montar, pero cuando coronamos la loma, me montó al anca del caballo. Llegamos al pueblo de noche, papá me bajó del caballo y yo seguí por la acera. Cuando llegaba a una esquina... ¡se apareció el pútas! (diablo) unas fuertes y brillantes luces me cegaron. Arranqué a correr y papá también se devolvió gritandome que esperara, encontré la puerta abierta de la casa de mi tío Samuel, entré y me escondí debajo de una cama. Salga Hecticor, salga que eso no es el diablo, me gritaban mis tíos y su hijos riéndosen a moco tendido, jajajaja, eso no es el diablo, salga Hecticor, no, no, eso es el pútas, no salgo, no salgo. Llegó mi papá y en tono serio me dijo: salga hijo que eso es un carro que trajeron , es un carro... no es el diablo. Salí y me llevaron a la casa. Cuando salía a la calle y veía venir el carro, corría y me escondía. Un día me cogió mi hermano Eduardo - 9 años mayor - a la fuerza,  me montó en el diablo y me hizo llorar todo el día.
Nunca averigué cómo diablos llevaron ese carro a mi pueblo,  no había carretera y solo recuerdo que era un Ford modelo 36 descapotado. Cuando cumplí mis 27 años, compré mi primer diablo para mi y, nuevo!
Héctor.  Agosto 28 2010
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Foto del autor Héctor Restrepo Martínez
Textos Publicados: 62
Miembro desde: Aug 10, 2010
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Descripción

Pueblos sin carretera, el primer carro, el diablo, mi tetero, la inocencia de los niños, anécdotas de mi vida.

Palabras Clave: Carros quemaduras tetero niños inocentes.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: Héctor Restrepo Martínez

Derechos de Autor: si


Comentarios (1)add comment
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haydee

Es muy bueno atesorar recuerdos de la infancia, irrepetibles y tiernos, algunos dolorosos y accidentados pero necesarios para aprender a evitarlos en el futuro. La vida es un eterno aprendizaje que tiene un costo en ocasiones, elevado.
Saludos
Responder
September 05, 2010
 

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