El Jabato y los ye-yés. (Diario)
Publicado en Aug 31, 2010
Ya había pasado de moda El Guerrero del Antifaz (recalcitrante represor seudorreligioso), estaba de capa caída Roberto Alcázar (facineroso machista y fascistoide) y se encontraba pasando su apogeo El Capitán Trueno (iniciador de aperturas sexistas) cuando apareció nuestro héroe El Jabato. Hablo de tebeos de infancia, cuando todas las semanas, en medio del marasmo laberíntico del Lenguaje, las Matemáticas, la Aritmética, las Ciencias Naturales y la Formación del Espíritu Nacional franquista, los colegiales corríamos por las calles, emocionadamente ávidos, para adquirir el número correspondiente de aquella serie que tanto excitaba nuestra imaginación. Apareció El Jabato, aquel indómito ibero que, con su inseparable amigo Taurus, hacía estragos -Astérix hispano- entre las filas de los imperialistas romanos. El mismo Jabato que le arrebató Claudia al sanguinario Marco y luego se enroló en cientos de aventuras por selvas africanas, territorios hititas, estepas siberianas, desiertos calcinantes, océanos profundos... para guiarnos, con sus intrépidas hazañas, a los territorios de la mágica liberación.
Acabábamos de salir de los más infantiles TBO, Jaimito, Pumby y Pulgarcito mientras ellas dejaban los cuentos de hadas de Azucena y las floripondias historietas de Florita para adentrarse en Claro de Luna y Mary Noticias, cuando de pronto nos vimos embarcados en bravas batallas contra los opresores, en defensores de humildes y esclavos, en liberadores de influencias de brujos y hechiceras, en hacedores de justicia social... a través de aquel personaje que enfrentaba mil y un peligros pero en cuyas nobles batallas los malvados siempre recibían merecido castigo. Y, de pronto, cuando ya habíamos terminado de coleccionar los últimos cuadernillos, nos convertimos en ye-yés. Y rompimos, como jóvenes cachorros de el Jabato, con las falsas apariencias de los trajes grises y las corbatas decimonónicas y nos fuimos a los trabajos vistiendo pantalones vaqueros y algunos de campana nosotros y pantalones campana y minifaldas alegres vosotras; derribamos el mundo de la España del blanco y negro y llenamos las calles de color y comenzamos a luchar contra la intransigencia (a pesar de lo mal que nos miraban los vetustos del pensamiento) y nos comenzamos a conocer y reconocer (tan reprimidos como habíamos estado los chicos y las chicas en la primaria escolar) en aquellos emocionantes guateques caseros. Y entre guateque y guateque, con los discos del Dúo Dinámico, Los Brincos, Los Bravos, Mari Trini... empezamos a brindar con un sorbito de champán (con el suficiente cuidado de no caer en el alcoholismo) por el nuevo amor de los quinceañeros. Tocábamos la guitarra para la revolución de las flores pero no nos las pintarrajeábamos en marchitos y macilentos rostros (pues no éramos hippies) y no teníamos que ver con absurdos anarquistas urbanos o campesinales ni con menos absurdos punkis de la contracultura. Fuimos los yeyés. Seguimos siendo los yeyés. Los que bebimos tiernas infancias con el tebeo El Jabato y luego nos concienciamos lo suficiente paraluchar por la libertad de expresión, la libertad de opinión y la libertad de participación. Fuimos los yeyés. Seguimos siendo los yeyés. Y estamos en plena vigencia porque tenemos veintiún años recién cumplidos y no debemos hacer el servicio militar obligatorio porque todos juntos amamos la paz y no la guerra. Somos, sencillamente, jóvenes normales que vivimos de acuerdo con la Naturaleza. Aunque en realidad tuvimos que ser soldados a la fuerza. Soldados de reserva, eso sí, para argumentar que crecíamos sin dejar de ser jóvenes.
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