LA RUTINA
Publicado en Sep 08, 2010
Hoy salí a pelear mi hueso diario, como soldado a la batalla, dejando el calor de mi familia que me espera, que me extraña desde antes. Hoy salí a lograr mi ración y la de los míos, pero cada vez es mas difícil. Colectivo lleno de perros, perros hueseros como yo, todos rabiosos, pulgosos y malhumorados. No nos miramos, y si alguna mirada se cruza es hostil. Amontonados, con cara de culo, apáticos, atentos al asiento que se desocupa; cada vez suben más, y más son los apretujones, más el vapor hediondo y caliente ¡A ninguno se le ocurre abrir una ventanilla! Detesto sentir el calor humano de un extraño, el aliento a resaca de algún perro que en la noche quemó con alcohol esta rutina mugrosa. Voy colgada del pasamano, detesto sentir que me rozan culos obesos de esas gordas atiborradas de arroz hervido. La perra pobreza pare gordos fofos que satisfacen el hambre con papas baratas, que son diarias, hartamente diarias. Llego a destino y, como puedo, me deshago de ese paquete ensardinado; el aire frio de la madrugada me renueva y da fuerzas. Llego al trabajo, endurezco el lomo, me espera la lucha diaria y feroz de la supervivencia. Me esperan las muecas sonrientes que traicionan, y si no lo hacen, yo las espero igual. Aprendí a vivir a la defensiva, a esperar en cualquier momento el golpe. Cuando la locura de este mundo, cada vez más duro, me acorrala, busco el refugio del recuerdo de mi hogar... me aíslo en el paraíso de amor que inventé para sobrevivir.
Página 1 / 1
|
Hctor Restrepo Martnez