COCODRILO

A este reptil, considerado en Occidente
un animal voraz,
símbolo de la hipocresía y la duplicidad,
se le asocia en varios sitios de Oriente
con el origen del canto y del tambor.
 
Los chinos aseguran por su parte
que representa la armonía del mundo,
y los camboyanos le asignan relaciones
con la lluvia y el relámpago.
 
En India es la montura de Vam,
simiente verbal del agua,
concepto que no alcanzo a comprender
aunque me lo han explicado mucho.
Para ciertas tribus precolombinas
es el origen de la tierra
que surge de los mares primordiales.
 
Los mayas afirman que este saurio
lleva el planeta sobre su lomo
envuelto en una caracola. También
lo hacen sustituto del jaguar
cuando se trata de viajar y proteger
los denominados Cuatro Caminos.
 
En Egipto, el cocodrilo es mirado
como devorador de las almas
que no pudieron justificar sus actos;
igual que el nacimiento del día, por sus ojos
que simbolizan la luz de los amaneceres;
por su boca el homicidio,
mientras su cola recuerda la oscuridad.
 
Fue para los cristianos medievales
algo parecido al dragón
y encarnación de las fuerzas tenebrosas
que debían ser combatidas
por valientes y andantes caballeros,
quienes lo consideraban una alegoría demoníaca
vinculada a la serpiente
que los feligreses vencían con la oración.
 
Frente a supuestos de tal naturaleza,
cuya desbordada imaginación no tiene límites,
me parece innecesario inventar algo
para terminar de escribir cómodamente
el más extravagante de todos mis poemas.