Soy adicto, sí, a tu piel (para mi esposa).
Publicado en Sep 20, 2010
Soy adicto, sí, a tu piel,
a tu forma de explotar en todo y en la nada hacerte sentimiento. Voluntad para ahondar en las cosas a las que ya estamos acostumbrados. Eres mujer capital de mis veredas, onírica pulsación en las pupilas y horizonte de alborada en lecho. Después de los témpanos hirientes te miro en la danza miel de tus pupilas y llenas de instantes dibujados las prímulas ondulantes de la urgencia hasta descargar toda la brillante metáfora de tu lúcida sonrisa. Entonces es cuando levanto el sueño para acariciar tus ansias de paloma y me envuelvo en el tallo de tu cuerpo lentamente anclado para ir muriendo un poco más... un poco más en cada instante... hasta desaparecer ingrávido y latente en el corto espacio del suspiro. Yo deseo que nunca acabe este eterno sueño de adicción para poder decirle a mi presencia que sólo soy tu beso inacabado. Y que me renuevo de nuevo en el ser otra vez tal como éramos siempre; tal como nos conocimos siempre; tal como nos amamos siempre... buscando en el íntimo rincón del alma ese estar presente en tu piel y dormir suavemente en las olas de tus ojos y la belleza infinita de tu cuerpo bañado por la olas de la calma. Así... tal como éramos en aquel poniente en que las rosas del mar traían la primavera a nuestras vidas y que siguen latiendo en la arena fina caliente por tu cuerpo descansado y mi alma de guitarras marinera. Quizás no sepa cantar más canciones que las surgidas de mi propia voz viéndote allí, sobre la arena, acompañada de mi sentimiento noble y en el ajedrez de los jardines te amo como siempre paseando por el más pequeño de los dos... dejando atrás las connotaciones de la envidia y los celos ajenos. Tú tocándome el corazón con una mano para liberarme de la prisión que compensaban mi edad de oro siempre presente... y yo sigo aquí, soñando, con la adicción a tu piel trigueña de la playa en donde mi guitarra vibraba su sueño bajo las miradas de los paseos del atardecer y esas noches vividas entre blancas fidelidades sin mentira alguna.
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