Princesa eres cuando te amo y nadie puede borrar mi memoria de tus besos. Me internaste en el mundo de las cuevas del sentimiento y allí, oculto en la espeleología de tu cuerpo, no hago más que soñarte sin pedirte nada a cambio. Sólo un mirar silencioso y claro para alumbrarme en esta gruta de la penumbra sin sol. Aquí estoy, pasando las horas junto a tu boca, bebiendo del misterio de la cueva, huyendo del aire y de la atmósfera para respirarte sólo a ti. Nunca es tarde y nadie podrá jamás borrar esta experiencia de sentirte volcán dentro de mi alma. Y hacemos castillos bajo la montaña para jugar a amarnos en la eternidad de estos minutos sin nombre. Sólo Princesa para mi propio mundo de amor. ¿Qué importancia tienen las realidades ajenas?. Son ellos los que sueñan sus propias vidas. Pero tú, Princesa, no sólo eres mi sueño grande sino mi vida grande, mi alma grande, mi silencio grande...

Pasa el tiempo dentro de esta cueva cuya luz sólo son tus miradas y el único fuego que me calienta son tus manos acariciando mis pensamientos. Quizás afuera, en ese aire y esa atmósfera que no respiro, estén viviendo miles de experiencias. Pero son ajenas y sólo sé que tú eres mi existencia, Princesa eres para mí.

Y de nuevo vuelvo a sentir tu rayo de Luz en mi corazón y me vuelvo nuevamente poeta:

Princesa de la Existencia
junto a tu presencia
no hay duda ni temor.
¡Eres el amor!.

Eres el alma de mis sentimientos
y todos mis pensamientos
se hacen palabras
¡Me hablas!.

Y escucho tu voz dulce en la sombra
de esta cueva oscura que me asombra
con tu vida.
¡No se olvida!.

Sueño tras sueño quedo dormido
en tus brazos siempre amanecido
con el alba.
¡Mi Fe te alaba!.

Atrás quedó aquel tiempo olvidado de niñas jugando a ser mujeres. Allí quedó aquel trozo de mi infancia que miraba por la ventana del patio para verte nacer. Y al nacer, en aquel instante, quedé ya profundamente enamorado y te convertí en Princesa. Ahora, bajo la montaña alpina, este mundo se me hace tan pequeño que te llevo entre mis viajes siderales. Y me adentro más al fondo de la existencia para sentir aún con más fuerza tu esencia de mujer. Eres la de las dieciséis primaveras llenas de encanto juvenil y me adentro, cada vez más... cada vez más... en tu corazón; Pricesa de mi único amor, dentor de esta montaña de fuego, agua y luz.