De los canales a Canalejas-12 (Madrid) -Diario- para futboleros y futboleras
Publicado en Sep 22, 2010
De aquella época gloriosa del fútbol 11 recuerdo que jugaba también partidos extras, partidos especiales, partidos que tenían que ver con retos lanzados por otros equipos. Y tengo grabada en la memoria varios de ellos, especialmente tres que supusieron tres grandes victorias. El primero de ellos (los otros dos serán mis próximos capítulos de la serie) que me viene como recuerdo nítido y brillante fue el celebrado en el Campo de Fútbol del pueblo de Hiendelaencina (Guadalajara) entre éste equipo y el equipo de Bustares (pequeño pueblo vecino de Hiendelaencina y lugar de nacimiento de mi cuñado Bernardo). Resultaba que todos los veranos se jugaban un trofeo entre ambos equipos como Copa de Verano.
Por un lado estaba Hiendelaencina (siempre vencedor, todos los años, de aquellos Trofeos debido, sobre todo, a la gran desigualdad que había entre ambas poblaciones pues mientras Hiendelaencina tiene una población de 147 habitantes con superioridad masculina, el humilde pueblo de Bustares sólo cuenta con 104 habitantes pero en su mayoría femenina. A esa desigualdad había que sumar que en aquellos partidos de ida y vuelta los equipos podían ser reforzados por los turistas o visitantes forasteros que se encontrasen en aquel momento veraneando o pasando algunos días allí. Y la fama de Hiendelaencina, por sus célebres minas de plata de la época romana, atraía a muchos más turistas y visitantes que Bustares que no tiene casi historia que destacar. Así que la balanza siempre se inclinaba hacia Hiendelaencina que estaba capitaneado por el mismísimo cura de la población. Aquel año que yo recuerdo que el partido de ida, jugado en Bustares, había sido una sorpresa para todos pues este sencillo equipo había logrado el refuerzo de un turista inglés, desconocido por mí, que jugaba bien al fútbol, con lo cual Bustares se impuso a Hiendelaencina por un 1-0 que era, realmente, una victoria muy escasa para visitar el Campo de Hiendelaencina donde Bustares, todos los años, salía ampliamente goleado. La situación era muy grave. Habían vencido por un escaso 1-0 y todos sabían que aquel resultado no les bastaría para llevarse el Trofeo (una Copa de Fútbol exactamente). Dio la casualidad que yo y mis dos hermanos pequeños pasábamos un fin de semana en Bustares. Era la primera vez que yo conocía la aldea de mi cuñado (la primera o tal vez la segunda porque no lo recuerdo bien). Los jóvenes del equipo de Bustares pidieron ayuda a Bernardo y Bernardo me la traspasó: ¿queréis ayudar al equipo jugando en Hiendelaencina?. Yo dije claramente que sí. Montados en los coches que pudimos reunir, una vez aceptado por Bustares, fuimos a jugar al Campo de Hiendelaencina. La distancia que existe entre ambos lugares es de 8,6 kilómetros. Cosa que hasta la podría haber hecho andando sin cansarme por ello porque me encontraba en plenitud de forma. El terreno de juego estaba lleno de público local y algunos de Bustares que vinieron acompañándonos para darnos ánimo ante aquello que parecía imposible de lograr. Incluso nos acompañaron algunas chavalas guapas de Bustares. El resultado fue espectacular. Voy por partes. En el primer tiempo comenzamos a dominar nosotros, ante el asombro general de todos los de Hiendelaencina pues eso no había ocurrido nunca en su campo. Y ese dominio iba cada vez en mayor aumento. Yo estaba funcionando muy bien y trataba de que el equipo consiguiera adelantarse en el marcador para poder tener ya una renta de dos goles que podría ser suficiente si los jugadores de Bustares me entendían y comprendían cuál era mi estrategia. Efectivamente. El asombro fue mayúsculo cuando en una jugada inciada por mí uno de los compañeros de Bustares marcó un gol legal. Fue el primer momento de entusiasmo pero les pedí calma y que no exteriorizasen todavía sus emociones porque podría ser peligroso para el resultado final o para nuestra integridad física, ya que en aquellos tiempos en los pueblos de la honda España (esos que casi nadie conocen) en seguida se arman trifulcas, peleas, garrotazos a diestro y siniestro por un gol más o un gol menos. Siguieron entendiéndome y entonces realicé una jugada personal arrancando desde la línea media del equipo rival y, con total legalidad, me presenté ante el portero de Hiendelaencina. Que iba a ser gol iba a ser gol con el cien por cien de seguirdad pues ya sabía yo dónde le iba a colocar el balón dentro de la red. Jugada totalmente legal y justa. Avance mío deste atrás rebasando a la defensa contraria y... un árbitro que le entra pánico, miedo y terror ante el garrote que tiene en las manos el alcalde de Hiendelaencina y los rostros patibularios de sus seguidores (ediles incluídos). Entonces tuvo el deshonor y la cobardía de pitar fuera de juego cuando sabía perfectamente que no era cierto. Todos los espectadores fueron testigos de que la jugada, además de brillante, era legal. No dije nada. Era una injusticia porque ya suponía el 2-0 (3-0 en el cómputo final) lo cual nos daba prácticamente la Copa. Pero me callé. No disparé a puerta y en silencio pedí a mis compañeros y seguidores (especialmente a las chicas guapas) que no dijeran nada y que guardaran la calma. Pocos minutos después otra jugada en la que también intervine en algún momento temino en un golazo de otro de mis compañeros de equipo. ¡Se armó un escándalo mayúsculo cuando el árbitro dijo que el gol era válido!. Como dije, entonces la brutalidad era propia de muchos seguidores del fútbol; así que el bruto del alcalde de Hiendelaencina, ante el hipócrita silencio, otra vez, del cura que sabía que ra un gol legal y tan legal como mi anterior jugada, sacó a relucir su bastón y girándolo en el aire con la insana intención de abrirle la cabeza a cualquiera exclamó: "¡Este gol lo anulo yo que para eso soy el alcalde!" (porque así eran los alcaldes de los pueblos desconocidos en la época de la Dictadura de Franco). Volví a pedir serenidad a mis compañeros. Quedaba ya muy poco para terminar el primer tiempo y el dominio seguía siendo nuestro. Lo importante era llegar al descanso con 1-0 a nuestro favor. Así que ordené echar las líneas un poco hacia atrás para mantener una defensiva en el centro de campo y anular ahí, en el centro del campo sus intentonas de ataque. Resultó otro acierto estratégico y se consiguió lo pensado. Con el 1-0 en el descanso era mejor charlar y ver cómo planteábamos la segunda parte. Ya durante la primera las chavalas guapas de Bustares, viendo cómo habíamos jugado, estaban vitoreando nuestros nombres sin importarles, para nada, el enfado de los del equipo local. En la segunda parte hubo dos o tres cambios (porque había jugadores ya agotados). Entonces decidí que no íbamos a encerrarnos en el área para que nos goleasen, sino que me situé en mi puesto de siempre, el 8 que se movía por todo el campo, mandé a un jugador que no dejase ni a sol ni a sombra el marcaje al cura (el equipo y la figura de Hiendelaencina) con lo cual anulé todas sus acciones y, de esta manera, sin tener que preocuparme en defender el marcaje de ningún rival conseguí quedar libre para buscar espacios o crear jugadas con los compañeros. Ahora bien; surgió un grave despiste en alguno de mis defensas y nos marcaron el gol del empate. 1-1 en el marcador pero todavía la ventaja seguía siendo de 2-1 a nuestro favor gracias al 1-0 que había logrado Bustares en su campo. Ahora sí que había que conseguir sacar a relucir la inteligencia, el dominio de los nervios y toda la serenidad posible. El planteamiento estaba funcionando bien y sólo había sido un ligero despiste. De todas formas tomé la decisión de no echarnos para atrás por nada del mundo sino apretar el acelerador, ya que las fuerzas de nuestros rivales estaban muy mermadas, y apretarles todo lo que pudiéramos en forma de dominio aplastante y sin dejarles salir del medio campo suyo. Fue un éxito estratégico. Comencé a ligar jugadas con mis compañeros de equipo que estaban entendiendo perfectamente las indicaciones que les daba y todo fue un dominio absoluto de Bustares. Incluso el árbitro, ya arrepentido y avergonzado por lo que había hecho antes se comenzó a mostrar imparcial y pitó una falta directa a nuestro favor casi en el borde del área grande. Todos confiaron en mi técnica y pidieron, compañeros de equipo y seguidores, especialmente las chavalas guapas) que fuese yo el que tirase la falta directa como regalo por el sensacional partido que estaba realizando. No me importaba tirarlo yo o que lo tirara otro compeñro pero ante la insistencia general colequé el balón en el punto que señaló el árbitro, tomé la distancia adecuada (no larga ni corta sino la adecuada para lanzar bien una falta directa), levanté la cabeza para ver cómo estaba situado el portero rival y lancé sin miedo. La dirección era perfecta. El balón iba a entrar exactamente por la escuadra izquierda del portero rival. Yo había lanzado la falta con la pierna derecha y dándole la justa e inteligente parábola al balón. Pero un pequeño golpe de aire desvió al final su trayectoria y lo que ya estaba cantado como gol terminó en que el balón salió afuera lamiendo la escuadra. De todas formas todos habían visto la caldidad de aquel pequeño Di Stéfano y aplaudieron la jugada meintras seguían ovacionando al equipo y pronunciando los nombres de los jugadores más brillantes del encuentro (especialmente las chavalas guapas de Bustares). Ya hasta el final el dominio siguió siendo nuestro, el cura de Hiendelaencina estaba totalmente agotado (no había podio coger ni un sólo balón) y sus jugadores totalmente entregados ya y derrotados. Hubo otras dos o tres ocasiones de gol que no llegamos a materizarlas por no haber acertado en los metros finales. Pero el final habia sido ¡¡La victoria!!. ¡¡La primera vez en la Historia de aquellos enfrentamientos en que Bustares conseguía la Copa!!. Yo habñia realizad, una vez más un partido pleno de lucidez mental y de lucidez atlética (para que se enteren ciertos psicólogos y psiquiatras). Tanto fue el enfado, ante la alegría general de Bustares, que no nos invitaron a quedarnos en la fiesta del pueblo (Fiesta de Santa Cecilia de un 22 de agosto de alguno de aquellos años inolvidables) y nos amenazaron con apedrearnos si seguíamos alli, además que de tan mala leche se pusieron que tiraron el vino de la celebración de la misa a la fuente del pueblo y también al mismísimo cura lo arrojaron a dicha fuente todavía vestido de futbolista. No importaba si era verdad o no era verdad. En realidad fue lo que me contaron que sucedió luego debió ser verdad. La fecha es ya histórica para Bustares donde conservan aquel Primer Trofeo de su Histora futbolística con la fotografía de todo el equipo. Y además, como nos prohibieron quedarnos a bailar en Hiendelaencina a alguien se le ocurrió la feliz idea de celebrar nuestros baile propio, con copas de bien vino incluídas, en la cuadra de uno de los vecinos (cuando digo cuadra digo lugar donde se guardan los burros y se les da el forraje y que se llama también establo). Y allí sobre la paja, el heno y alguna defecación de dichos animales, se montó un baile con tocadiscos incluído. Yo vi la escena, me tomé una copa de vino y me fui a dormir con la conciencia de haber cumplido un partido inovidable, lúcido y lucido (para que se enteren los psicólogos y los psiquiatras) que todavía estará en el recuerdo y la memoria de los bustareños de Guadalajara que formaron parte de aquel equipo.
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