De los canales a Canalejas-13 (Madrid) Sólo para futboleros y futboleras.- Diario
Publicado en Sep 22, 2010
Antes de volver a jugar en los Campeonatos de Fútbol Sala del Banco Hispano Americano-BHA (campeonatos internos) estuve jugando alguna temporada (no sé si una o dos) en un club "familiar" autodenominado "Los Pitufos", y del cual era capitán mi amigo Andrés Castillo. Era todavía jugador de fútbol de 11. A veces ganábamos, a veces perdíamos y a veces empatábamos pero siempre dábamos espectáculo. En realidad la inmensa mayoría de los jugadores que formaban el equipo eran realmente muy malos jugando al fútbol pero les influenciaba mi presencia junto a ellos para dar todo lo que podían de sí. Algunos hasta aprendieron a jugar bastante bien.
Todavía recuerdo algunos de aquellos partidos. Empiezo por citar aquel que tuvimos que jugar en un campo que estaba completamente inclinado. En medio de un descampado. Suelo duro. Verano. Calor asfixiante. Pero vencimos. La primera parte nos tocó jugar cuesta arriba. Hacia algo de viento racheado y eso estorbaba teniendo que duplicar los esfuerzos físicos. A pesar de que estábamos jugando cuesta arriba, en una ocasión, casi al final del primer tiempo, me llegó un balón desde el lado izquierdo cuando yo, que seguía siendo el número 8 que se movía por todo el terreno, me encontraba esperando el balón, que venía alto, junto al poste izquierdo de la portería rival. Como ya sabía perfectamente saltar de cabeza, salté y salvé la salida desesperada del portero y la intención de un defensa que se encontraba muy cerca de mí. Fue un golazo de cabeza, totalmente limpio en su ejecución, que puso el marcador en 1-0 a nuestro favor. Así llegamos al descanso de unos 10 minutos para recuperarnos todos del cansancio que supone jugar en un campo tan inclinado. Nunca se me "rompieron" las piernas jugando al fútbol pero en el momento que llegó el descanso, aquella vez las tenía cansadas de verdad. Así que los 10 minutos me vinieron de maravilla para recuperarme. Habíamos hecho un esfuerzo casi inhumano para salvar la dificultad de jugar cuesta arriba contra un equipo al cual "Los Pitufos" no les habían ganado nunca. Como tenía "rotas" las piernas me senté, sin darme cuenta, sobre una mancha de aceite, petróleo o gasolina. Se me mancharon la camiseta y el pantalón pero había vuelto a recobrar las fuerzas. Así que iniciamos la segunda parte ahora jugando cuesta abajo y a favor del viento. Muchos que no entienden de fútbol lo suficiente creen que jugar cuesta abajo y con el viento a favor es una ventaja. Eso es un error porque, aunque parezca lo contrario y el fútbol tiene estas paradojas, resulta más difícil controlar el balón y precisar los pases ya que el balón toma una velocidad superior a la normal y si, además, el viento le empuja más es superdifícil controlarlo y jugar bien. De todas formas el reto era emocionante y conseguí entrar de nuevo en calor, controlar perfectamente el balón y medir los pases con mucho cuidado. No era cuestión de golpear fuerte al balón como otros hacían, porque en ese caso tomaba una velocidad inalcanzable, así que comencé a templar los pases, a medir bien la distancia y a suavizar el toque. Más cansado ya de las oportunidades de gol que fallaban mis compañeros me decidí demostrarles cómo se podía meter un gol en aquellas circunstancias tan desventajosas. Y desde una distancia bastante lejana lancé un fuerte disparo con la puntera de la bota derecha a la portería rival. El viento hizo que el balón tomase mayor velocidad. Había disparado desde casi la mitad del campo y mi intención era marcar gol. La intencíón se convirtió en realidad y fue otro golazo. Suponía el 2-0 a nuestro favor. Estoy intentando recordar si alguno de mis compañeros marcó algún gol más. Creo que sí. El caso es que vencimos en aquel difícil campo. Por lo menos por 2-0 con mis dos goles, aunque creo recordar que debió ser al menos por 3-0 (pero no lo puedo asegurar). Lo que sí afirmo son dos cosas: que mi punterazo fue gol aunque alguno quiso decir que no y que nuestra portería quedó imbatida y "Los Pitufos" ganaron a un equipo al que no habían ganado nunca. Aquel día aprendí algo muy interesante. Que a pesar de que tengas el uniforme manchado de grasa de aceite, petróleo o gasolina, no importa para nada si te entregas de lleno a la labor de jugar y te despreocupas de cómo está el uniforme ni lo que los demás opinen de cómo está tu uniforme porque hay manchas en los uniformes deportivos que sirven para darte mayor dignidad. Recuerdo que era de camiseta blanca y pantalón azul. Fue la única ocasión en que mis piernas llegaron al cansancio pero Dios hizo que aquel cansancio coincidiese con los 10 minutos de descanso y por eso no influyó para nada en mi rendimiento en la segunda parte que fue todavía mayor que el de la primera parte. Mañana contaré el partido más emocionante y completo, de fútbol 11, que jugué con "Los Pitufos".
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