La comunidad contina dando a luz
Publicado en Jun 12, 2009
Un blanco punto diminuto casi invisible, transparente, marca el inicio de la vida. Los movimientos a un lado y a otro, marcan el día a día, con dulce colchón de suave espuma. Hasta que ponen la tapa a su cuna, mas no una tapa definitiva de féretro, sino una con tubos por donde ingresa el aire, lento como la anestesia y le va acariciando el cuerpo, mientras se embadurna y se revuelca en su espeso alimento blanco y pegajoso. El XXI día con toda la fuerza acumulada , y con uñas y con dientes convierte en polvo la misteriosa e inviolable puerta a la sociedad. Limpia su cuarto, lo desinfecta con su propio veneno y echa a andar. De alimentado feto a alimentadora madre, como todas, sacrificio, desarreglo y manchas. Sangra, suda, escupe proteínas, vitaminas, todas, las más densas y benéficas a sus crías bellas y musicalmente adoptadas. Virgen eternamente, exceptuando, en ocasiones, la muerte de la gran Dama. Crecen agujeros a los costados de su cuerpo, fluye de ellos a borbotones, cual pesada hormigonera, el material, tan fuerte como ella, para construir su vivienda, la de todos, la de toda la sociedad. Desfilan los obreros, camina, saltan, vuelan, gimen y vienen y van, mil, diez mil, cien mil. Chocan, se caen, no discuten, continúan, trabajan, crecen, crecen, crecen... Las fuerzas las convoca, arpón Afilado, veneno a punto de explotar. Imaginaria limítrofe en la puerta, siempre recibiendo los lagañosa ojos del sol. Matando hombres por amor, y los hombres dejándose morir por sus hijas, ¿ cuan más amor? Toman clases de aviación, exploran campos minados, de frutos, de flores, de árboles coloreados por la naturaleza, Buonarroti o Chagall. En cada aleteo frágil, pero incansable, su vida está en juego, es normal morir en estas circunstancias, buscando el pan de cada día, esquivando, autos, casas, trenes, niños... Al final de la dura labor, solo resta esperar al gigante, con su armadura de nieve y máscara de perdigones; que como todo poderoso, opresor, llega arrebatando, saqueando las viviendas, robando el líquido sol, tan duramente conseguido; dejando solo un poco para sobrevivir, porque más tarde volverá por más. Y ellas arponeándolo constantemente, desgarrando sus cuerpos, dejando colgadas las tripas en sus armas, muriendo y muriendo, pero luchando y luchando que tiene más sentido aún. Más tarde, de nuevo a la construcción, dejando de lado sus puñales, como serruchos, tomando cuchara y balde... Porque los obreros que luchan y mueren a cada instante siempre se vuelven a levantar; porque no ha habido guerra, ni dictador, ni genocidio alguno que no permita que los pueblos continúen trabajando, reconstruyendo, pensando, estudiando y procreando. Los poderosos cumplirán su ciclo, los pueblos siempre serán... Como las abejas.
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