Hay un lugar para dormir (Poesía).
Publicado en Sep 28, 2010
Cuando el alma me invade de nostalgia
me asombra lo difusa que se vuelve la mañana sin sol y en la penumbra. Yo dispongo entonces de minutos para medir la distancia entre nosotros y busco excusas que me centren lejos del caos y del retorno. Y sobre los instantes pasajeros del silencio encuentro lo extraordinario en la gente que veo pasar entre los pinos del bosque y la espesura. Medito entonces en lo continuo que es este vivir en lo real y deseo hundirme en lo soñado para no tener que recordar... Gravita la atmósfera pesada en forma de sonidos y silencio unidos ambos en el compás del movimiento de las hojas del laurel. Cada instante es un pasatiempo de juegos imposibles con el aire que derrama ideas sostenibles por el ala leve donde, errante, el concierto se convierte de repente en luz diáfana sobre el agua. En el empuje de este oleaje me lleno de presente perdurable. Y es de veras que las horas pasan lentas, pausadas, tolerantes con el sagrado presente de los imposibles y el tumulto de mis ideas tan errantes. Ajustándome a la tersura de las hojas equilibro mi pensamiento en el cristal de las aguas claras que someten su fresco líquido a mi entorno y busco, más allá de los pinares, lo inmóvil de la esencia del estío. !Qué cerrado es el tiempo sucedido entre el segundo, el minuto y las horas!. Como íntimo secreto de la luz no cesan de venir en mi ayuda los rostros de las gentes caminantes que se suceden en una sola antología de esperanzas buscadas en el valle. Tranquilidad en el ánimo sereno de la trémula hoja que se abate, poco a poco mecida por el viento, hasta llegar a la tierra que la abraza. Siesta del entorno circundante donde el tiempo paraliza su carrera contra el reloj y entra en la tarde. Se hace universal esta presencia de seres que respiran el mismo aire... !y con qué destreza se entremezclan en un mismo río todas sus sangres!. No busco con ello retenerme en el pensar alejado y presuroso sino que aquieto toda la mirada aunque sin cesar sigo meditanto en el valle con el lago tan pulcro y tan visible de la vida cotidiana y el detalle. En el principio debieron ser las horas que Dios colocó como inmortales. Esta inhumana semejanza entre seres humanos y la catástrofe de la noche que llega inexorable me hace buscar ya un refugio para dormirme sin tener que molestarme. Con recónditos azares yo encuentro mi propio lugar en el silencio que tiene amistad con los luceros y allí, debajo de los pinos, cierro los ojos para acordarme... El despilfarro de energías es posible que nos ayude a sentirnos más ligeros cuando soñar queremos con la vida. Y entonces, siempre suave y perseguida, aparece la musa deseable. Hay un lugar para dormir que de nombres nada sabe más que un verbo apresado en la memoria: !acostarme!. y domino todos los detalles del recuerdo diario y pasajero, del recuerdo y de la tarde... Sombrea la luna el espacio que existe entre yo y la laguna y en medio de la noche oscurecida se marca en el reloj la una. Queriendo resolver estos enigmas llega a mi alma lo sagrado del momento en que los seres se afirman en su sueño sin quererlo; mantengo entonces mis sentidos sobre la faz del pinar... y en el aire queda colgando una pregunta: ¿ya es tan tarde?. Quizás sea tarde para muchos pero abro los ojos y observo que hay en el cielo, desterradas, algunas aves... Y entonces sí me quedo ya dormido sabiendo que en la noche hay quien sabe encontrar caminos de salida hacia el infinito de los aires.
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