Ferrocarril número 3 (Novela Corta). Capítulo 5.
Publicado en Oct 01, 2010
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- ¡Comencemos ya las partidas!.
- Espera un momento, Sáiz, y deja ya de darnos tantas órdenes... que quizás Juan tenga algo más que añadir.
- ¿Te atreves a llevarme la contraria, necio bretón?.
- Un momento de calma, señores, que sólo me queda aclarar bien un asunto antes de poder jugar todos bajo las mismas normas.
- ¡¡Pero aquí las normas las pongo yo!!.
- Sigue usted equivocándose, señor Sáiz, aquí como en todas partes las normas las pone Dios. Y le quiero decir bien claro, para que no se llame a engaño, y sin ninguna clase de equívocos, que la Reina Ginebra gustaba mucho a los caballeros pero resulta que aquello eran sólo cuentos o leyendas de Hamelot; mientras que lo que vamos a charlar mientras nos divertimos un poco jugando al mus, son verdades madrileñas... de esas verdades de las que no cabe decir luego que no fueron verdades. Jugamos bajo esas normas generales y las particulares las puede poner usted si quiere, o simplemente me levanto y me voy.
- ¡No se vaya, por favor!.
- ¡¡Como se te ocurra hablar otra vez, Bermejillona, te vas a enterar de quien soy yo!!. ¡¡Hiciste muy mal tu trabajo y quiero que desaparezcas de mi vista!!.
- Espere, señor Sáiz. No hizo mal su trabajo y yo opino que no sólo se queda sino que puede hacer todos los comentarios que quiera mientras no sean parte del juego y que sea la última vez que usted la vuelve a llamar Bermejillona o Mejillona o se encontrará con lo que no se espera... ¿entendido, señor Sáiz?. A ver si de una vez por todas trata usted a una señorita como se merece que se le trate. Esto no es ajedrez sino mus y las bromas ya han pasado. En ese sentido, señorita, le pido mis disculpas. Era necesario. Así que no se preocupe y siéntese a mi lado. No le tenga miedo jamás. A quienes hablan con alevosía con alevosía hay que tratarles.
Sáiz se tragó de nuevo sus palabras y le dio un ataque de tos de tanta ira contenida que le hizo darle demasiado fuerte a su cigarrillo.
- Cuide mejor esos pulmones, señor Sáiz. Es sólo una recomendación; y en cuanto a ustedes dos, señores Vallés y Herreros, les recomiendo también lo mismo.
Nadie se atrevió a decir nada, salvo la guapa señorita.
- Muchas gracias, caballero. No sé quien es usted ni cuáles son sus apellidos pero se me ha pasado el miedo. Me quedaré a su lado pero no comentaré nada. Es mejor. El señor Sáiz se moriría de un disgusto... ¿me comprende?.
- Si. Es su libertad. Ejerza su libertad como más lo desee. En realidad quien va a comentar todo lo que se comente fuera del juego seré yo.
Sáiz, después de haber tosido fuertemente durante un largo rato por fin se envalentonó de nuevo pero no contra Juan sino con la otra; porque se daba cuenta de que Juan ya no dejaría de ir desarrollando su propio "Plan Madrid". Lo que no tenía ni idea era qué "Plan Madrid" tenía preparado Juan. El suyo ya se había venido abajo. Ahora sólo esperaría la oportunidad de que Juan se emborrachara.
- ¡¡Laurencia, sírvenos cuatro de lo mismo!!.
- Se equivoca otra vez, señor Sáiz. Nada de cuatro de lo mismo. Por favor, señorita, el mío que siga siendo de ron.
- ¿Pero no somos amigos, Señor Don Juan?.
- No somos amigos, señor Vallés, sino sólo compañeros de juego nada más.
Laurencia apareció con la bandeja y repartió los cubalibres de la misma manera de siempre: Vallés, Herreros y Sáiz. La única variante es que el último cubalibre que sirvió fue el de Juan, aquel cubalibre de ron que le diferenciaba de los otros tres cubalibres de ginebra.
- Es de buena marca, Señor Don Juan. Se llama ron "Alma de Bohemio". ¿Quiere otra distinta?.
- No. Ésta es mi preferida. ¿Puedo saber qué marca de ginebra es la del resto de los caballeros aquí presentes?.
- Su ron es "Alma de Bohemio" porque tiene usted una agradable sonrisa de bohemio... ¿me equivoco?.
- Puede ser que así sea. La tengo desde los siete años de edad.
- En cuanto a la ginebra que estoy sirviendo es de la marca Gordon's.
Laurencia soltó una risa espontánea mientras a Sáiz le salía ya el humo de su cigarrillo por los orificos nasales. ¡Tenía que emborracharle rápidamente y sabía que precisamente "Alma de Bohemio" tenía alto contenido de alcohol, por lo menos para dejar mareado a un caballo!. Se miró su abultada barriga y miró las abultadas barrigas de Vallés y Herreros. Ahora se enfadó de verdad por las risas espontáneas de Laurencia.
- ¡¡Vuelve a la barra a atender a los demás clientes!!. ¡¡Ya te llamaré cuando necesitemos más bebidas!!. ¡Y procura no reirte más!.
- Señor Sáiz. En este bar, aunque esté en su barriada, se puede reír quien quiera y cuando quiera...
- No quiero discutir más con usted. Seamos amigos.
- No discutiremos más si baja usted la voz y habla de manera normal. En cuanto a lo de amigos es imposible.
- ¿No decía antes que no existe lo imposible?.
- No es cierto. Tiene usted muy mal desarrollado el sentido del oído. Dije que lo imposible es imposible pero que lo que no es imposible es, a veces, lo realmente imposible. Entre lo imposible y lo realmente imposible existe una gran diferencia. El señor Vallés es testigo de que digo la verdad.
- Es cierto. Distinguió muy bien ambas cosas. Dijo que lo imposible es imposible y que lo realmente imposible, a veces, se convertía en posible.
- ¡Realmente me estoy volviendo loco!.
- Quizás ya lo esté desde hace muchos años, señor Sáiz.
- Bien. Fumemos, bebamos y juguemos al mus.
- Hablando así de bajito nos entendemos todos mejor.
- Jugaremos por parejas.
- Obvio, señor Sáiz. Eso es tan obvio que me parece una verdadera bobada decirlo. En el mus de cuatro jugadores siempre se juega por parejas; otra cosa distinta sería si jugasen sólo ustedes tres.
Sáiz se volvió a enfadar pero esta vez se limitó a dar un largo trago a su cubalibre de ginebra Gordon's. La misma acción llevaron a cabo Vallés y Herrero.
- ¿Usted no bebe, Juan?.
- No se preocupe por eso, señor Vallés. Sé cuándo y cómo beber. Al final beberemos todos la misma cantidad. Ya lo verá. Lo que falta por saber es cómo quedaremos cada uno de nosotros.
- Yo pongo el orden de las partidas.
- Ponga el orden que prefiera, señor Sáiz, al final tendremos que jugar todos contra todos así que por mi parte no hay problema alguno.
- Bien, Señor Don Juan.
- Eso. Señor Don Juan y no donjuan como usted.
La chica guapa que estaba a su lado soltó una carcajada mientras Sáiz aguantó el tipo con una leve sonrisa maligna. ¡Estaba seguro de que su "Código Duque" no lo descubriría Juan y que él si le sacaría toda la información que necesitaba cuando éste último callera borracho.
- El orden será el siguiente. Usted formará pareja primero con Vallés, después con Herreros y por último conmigo.
- No hay problemas. Sabía que iba a ser así.
¿Cómo era posible que Juan adivinase sus intenciones?. ¿Conocía o no conocía la verdad del "Código Duque" y estaba jugando al gato y al ratón con ellos o simplemente era casualidad?.
- No creo en las casualidades, señor Sáiz, si está pensando en eso...
Sáiz empalideció notablemente y tuvo que dar otro trago. Ahora Juan sí acompañó a los demás en dar un trago a sus cubalibres; lo cual hizo confiarse otra vez a Saíz que recuperó la normalidad de sus nervios.
- Vallés. Haz el favor de intercambiar tu puesto con el de Herreros para poder jugar la primera partida. Pongo por condicíón que la pareja que pierda tendrá que pagar 100 euros.
- Lo cual, señor Sáiz, supone que cada jugador que pierda pagará 50 euros ya que estamos jugando por parejas.
- Está bien. Sí. Pero pongo la condición de que juguemos al mejor de tres.
- Eso me gusta. Algo así como en el tenis de los buenos tiempos.
- ¿Sabe usted jugar al tenis?.
- ¿De qué se asombra, señor Sáiz?. En Madrid somos miles los que sabemos jugar al tenis. Sucede que a veces lo juego en serio y a veces lo juego en broma. Pero saber jugar al tenis no es tan difícil.
- Eso sí que es verdad.
- ¡¡Cállate, Herreros!!.
- No. Está otra vez usted alterado. No se preocupe por lo de donjuan. No seré yo quien le haga la contra. Me basta con ser yo mismo y dejar a las chicas guapas que sean ellas mismas...
- Cambiemos de tema y centrémonos en el mus.
- Si. Porque cuando hablo de chicas usted parece que se descentra demasiado hacia la derecha; como si se fuera a caer de un momento a otro. ¿O es que le está afectando la ginebra?. Y no me refiero a la Reina Ginebra sino a la Gordó'ns.
Otra vez soltó una carcajada la guapa chavala que se protegía de las miradas furibundas de Sáiz, escondiendo el rostro detrás del cuerpo de atleta de Juan.
- Las partidas las irán ganando quienes lleguen primero a los 40 puntos.
- Buena idea. Eso es jugar a la vasca y a mí sólo me gusta jugar a la vasca en el mus. Así que estoy de acuerdo. Juguemos hasta los 40 tantos, señor Sáiz, porque quizás usted olvide que en el mus no se dice puntos sino que se dice tantos.
- ¿Tanto sabe usted de mus?.
- ¿Tanto sabe usted de mujeres?.
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Foto del autor José Orero De Julián
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Descripción

Novela de ficción más realidades.

Palabras Clave: Literatura NOvela Corta Ficción Realidades.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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