La tribu Chiu. autor Alberto Carranza Fontanini
Publicado en Jun 14, 2009
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 Supe que durante la rebelión musulmana (1932-34), a través de los tumultuosos acontecimientos ocurridos en el Turquestán chino, un hecho reveló la corrupción que prevalecía entre los funcionarios de la antigua ciudad de Si-an, cuando por orden del gobernador y para complacer a un oficial manchuriano de visita, detuvieron sin preámbulos a una joven cuentista y famosa cantante de las casas de té.
Esa noche, la joven actriz narró a los comensales de la casa-jardín de altos muros una fábula, acompañada - como era costumbre- por un tamborcillo que apenas repercutía en bajo, con lo cual lograría a cambio la promesa explícita de su libertad. Sin embargo, igualmente fue deshonrada por el impaciente  y grosero oficial manchuriano y días después se la halló ahogada en el hermoso lago del Oeste. La fábula que ella narró fue la siguiente:
 " Siglos antes de la formación del Imperio Chiu, la codicia y el odio demencial conducía a las tribus pobladoras de los valles y de las montñas de Wu, a matarse despiadamente entre sí. Como cada tribu ansiaba construir su propio Imperio, las luchas fraticidas no cesaban. Por lo tanto, luego de vencer en muchos combates, la tribu Chiu consiguió predominar en aquella vasta región. Quizá la crueldad demostrada por los guerreros en la matanza de sus enemigos, se debió a la actitud intemperante del espíritu de la montaña del Oeste, que influía en aquel cielo, en aquella tierra y en todas las cosas que allí existían. Lo cierto es que de pronto el cielo y la tierra se cubrieron de fuego, las aguas se disiparon de los ríos y lagos profundos, los fértiles valles se volvieron agrestes y quienes se aventuraron desaparecieron en las grandes extensiones resecas, arenosas. En ningún cauce se represaban las aguas porque no se formaban en el cielo incandescente cúmulos que atrajeran la lluvia. Sólo podían divisarse cumbres azulinas en las alejadas montañas del Este y a quienes se dirigieran hacia allá, los aguardaba el antiguo desierto donde medraban escorpiones, serpientes venenosas y monstruos de ojos salientes y horribles colmillos.
De a poco se sofocaba la vida y en las aún frías cavernas, los sobrevivientes escuchaban el rugido de los vientos huracanados de arena hirviente que con estruendos pavorosos se arremolinaba en las cañadas y en los insondables precipicios.
Como los arrogantes hombres de la tribu Chiu no sabía hacer otra cosa que combatir, miraban azorados sus armas y armaduras ahora inútiles. De nada habían servido los ritos y sacrificios vestales, los clamores en las sombías auroras no eran atendidos por el espíritu de la montaña y el oráculo al fin fue consultado. El dictamen fue escueto al encomendarles perseverar en ambas adhesiones al fuego. Entonces uno de los Jefes advirtió que sólo existía un hombre capaz de interpretarlo: se llamaba Kung Tsui, pertenecía al estado de Liu y era el consejero más estimado del Imperio. Solicitaron su presencia y Kung Tsui descendió de su retiro en las montañas Mao-Yi.
Al llegar, observó con mucha atención el penoso espectáculo de aquella región desvastada. En las umbrías cavernas, atendió a esos hombres bárbaros que le hacían incontables peticiones y les respondió en estos términos: "¿ Cómo puedo yo saber la clave de este dilema entre lo alto (Li) y lo bajo (li)?"
_ Al menos quítanos la perplejidad y dinos si te bastará un reino a tu disposición y así te ocupes de este grave asunto- dijo uno de los exasperados Jefes.
_ No suelo cobrar por mis servicios. No sé argumentar ante espíritus airados u hombres orgullosos. Mi vida es vagar sin rumbo y ocasionalmente beber con amigos a la orilla del río en las noches de fulgurante Luna. No obstante si obtengo algún éxito alumbrando sus mentes o si suspirando ruidosamente consigo que el espíritu de la montaña me tome en serio, estaré satisfecho con volver a contemplar de nuevo el torrentoso río donde saltan los peces blancos.
Dicho esto Kung Tsui  se inclinó ceremoniosamente ante los representantes de la tribu y atendió en silencio las restantes preguntas.
_ Por favor, ¿dinos en qué forma te enfrentarás al espíritu de la montaña?
_  Se dice que has estado ayudando a muchos en calamidades semejantes...
Finalmente cuando se agotaron todas las inquietudes respondió a estas últimas diciendo:-¿Acaso puedo yo saber todo? ¿ Cómo saben si eso que dicen no es lo otro?
Kung Tsui fue desdeñado por la tribu Chiu que creyó preferible rogar falazmente al espíritu de la montaña, prometiéndole difusas ofrendas. Pero aquellas interesadas peticiones irritaron aún más al disconforme espíritu que esta vez castigó a la región con un diluvió que duró cien días.
Cuando la tribu estuvo a punto de extinguirse, Kung Tsui se dirigió a la cima de la montaña del Oeste. Al subir entrevió la espesa figura de rostro alunado, de grandes ojos ceñudos y caústicos, y se arrodilló expresando contricción por su deleznable condición de mortal. Luego exclamó: " ¡ Oh, magnífico espíritu! ¿ acaso te debemos mayores ofrendas por esa tormenta que originó un océano? 
_ Ninguno de mis poderes podrá ser imaginado o comprendido por tontos mortales.¿ Acaso podría yo hablarles de mi razonable cordura?
Entonces estalló su carcajada que derribó una avalancha de rocas hacia el precipicio.
Kung Tsui dijo: " Es cierto. Somos infinitamente pequeños ante tí que eres infinitamente grande. En consecuencia ignoramos si el cielo ardiente como la sangre de un joven inmortal y ahora sombrío, presagiante como la morada del Dragón, volverá a ser un día luminoso y claro, armonioso y benigno."
_¿ Cómo te atreves, odioso consejero, a enseñarme rectitud y excedes así mi paciencia?
Tronó en todos los ámbitos su voz, se sacudieron los cimientos de los volcanes y muchos hombres y animales de las cuevas y cavernas fueron devorados por la roca líquida. Kung Tsui tuvo que permanecer a sus pies y al calmarse aquel holocausto, dijo con mayor humildad:- "¡ Gran dueño y Señor...laten mis sienes y tiembla mi voz pues desafiando tu poder cometimos ofensas contra tí! La soberbia de la victoria contra los hermanos fue la causa de la ruina de los Chiu. Ahora te ruego me escuches: Pronto retornaré al vacío, pero quiero decirte que mis temores no sólo alcanzan a los miserables súbditos indignos de tu aprecio, aún sobrevivientes, sino a la contradicción que creo advertir en tu designio."
El espíritu de la montaña contempló al consejero con expresión curiosa y este agregó: " Sería vano para mí querer hallar la causa de tu ira, tan superfluo soy. Por lo tanto me ofrendaré y rendiré culto al ordenador de la vida, aunque sostenga que mi ofrenda será precaria. La tribu Chiu ha llegado al punto muerto de su camino. Han rezado y sus ruegos no convencieron a tus evasivos oídos. No contienen la virtud. No hay pureza de corazón en sus voces falsas y ahora viven en la extrema aflicción y el dolor. ¿ Cómo podrían complacerte?"
_ ¿ Y qué pretenciones tienen mis estúpidos sirvientes de la tribu Chiu más que esa vida desgraciada que les he regalado por mi propia voluntad? ¿ Y cuál es la contradicción que atribuyes a mi pensamiento?
_ La naturaleza dispuso una vida larga a la tribu Chiu, pero tu dispones una vida corta a la tribu Chiu. Anoche recibí este notable conocimiento que originó mi confusión: ¿ Quién posee el poder de la vida la naturaleza o tú, o eres tú la naturaleza  y yo un estúpido ignorante que no sé interpretar mi sueño? Agradecería me aclares el significado y entonces mi ofrenda de una canción compuesta especialmente para tí halagará tus oídos.
_¡ Me agrada eso, me agrada eso!- dijo el espíritu de la montaña frotándose las hinchadas mejillas con los dedos de afiladas uñas. Y después de acomodarse a gusto en la roca que asomaba al abismo, se expresó en esta forma: Al fin lo opuesto se une. Entona esa canción con este laud de seda y te complaceré a mi vez.
En un tono regular y desapasionado Kung Tsui recitó:
" Dime espíritu de mis tristes sueños,
¿ dónde está el rocío otoñal,
dónde el bosque,
 dónde el río y los jardines?
¡ Oh, cuanto ansía mi corazón estrujado
recibir el aliento de las flores
y ver amantes en el sendero!
¡ Oh, cuanto ansía mi corazón estrujado
que valles y cañadas, montes y hondonadas,
se ciñan y refulgan con cada primavera!
El complacido espíritu de la montaña del Oeste se movió en nubes de nieve, sobrepasó el estruendo de los rayos, atrajo el Arco Iris, abrió con soplos de brisa los cielos y revistió con vivos colores el valle de los Chiu.
 
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Descripción

Los mortales slo podemos imaginar la Inmortalidad.

Palabras Clave: Soberbia perdicin destruccin rescate

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fantasa


Derechos de Autor: ISBN 987-9009-01-0


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